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“Usted es más peligroso como amigo que como enemigo”. Esta afirmación, dicha por el reconocido procesalista Ramiro Bejarano, en su cara, a Néstor Humberto Martínez hace unos años, y en presencia del entonces rector del Externado, Fernando Hinestrosa —jurista de todos los kilates (q. e. p. d.)—, debió dejar estupefacto a quien recibió esa bocanada de franqueza, no solo por la exactitud de esa frase que resultó profética, sino porque el personaje descrito en ella ha escalado hasta llegar a las cumbres del poder público, precisamente a punta de hipocresía y astucia. Que lo diga, hoy, Juan Manuel Santos, que le ofreció a “su amigo” Martínez Neira una silla en su gabinete ministerial. Poco después, no satisfecho con su rango ficticio de “superministro” al que ninguno de sus compañeros de gobierno le paró bolas, empleó toda clase de artilugios cuyos detalles conoceremos algún día, para ser incluido en la terna presidencial y, después, ser elegido fiscal general de la Nación por la Corte Suprema.
Que el expresidente Santos, que ha sufrido en carne propia su traición, diga si es mejor ser enemigo declarado que supuesto “amigo” de Martínez, ahora, cuando nos enteramos de sus maniobras que no se reducían a entrampar, tal vez de manera ilegal, al guerrillero rearmado Jesús Santrich. Lo que pretendía era hacer que el Acuerdo de Paz implosionara junto con la JEP, su pesadilla como pesadilla es para Uribe Vélez por las verdades que militares y terceros civiles están contando ahí. Que lo diga Santos, uno de cuyos teléfonos, el del presidente de la República en ejercicio, fue interceptado por miembros de la Fiscalía de Néstor Humberto Martínez, justo cuando la DEA y el señor fiscal montaban el proceso Santrich, si nos atenemos a la revelación del portal La Nueva Prensa según la cual “la interceptación a no menos de un teléfono asociado al entonces presidente Santos fue dispuesta el 14 de noviembre de 2017 por Luz Marina Tapia, fiscal 03 de la Dirección de Fiscalías Antinarcóticos y Lavado de Activos Especializada”. La Nueva Prensa informa también, para mayor exactitud, que “el expediente de este caso es el número 11001600006201700425” (ver). Tal supuesto proceso no condujo a ninguna investigación ni a juicios. Se trató de otro montaje. El modus operandi fue idéntico al del affaire Santrich: la interceptación a las llamadas telefónicas del jefe de Estado se ordenó “bajo el pretexto de contribuir con «una investigación que adelanta la DEA en la ciudad de Nueva York en contra de una organización transnacional, dedicada al lavado de activos producto del narcotráfico»”. Bueno, el expresidente Santos Calderón ya dijo algo al respecto. En entrevista con Yamid Amat, el exmandatario contesta que el Acuerdo no está en peligro: “Si resistió las mentiras y entrampamientos de Néstor Humberto y la DEA, aparentemente resiste todo, por fortuna”.
Los descubrimientos de sus trampas, lo único que no calculó, tienen a Martínez fuera de control y cada vez que abre la boca entra en más contradicciones: empezamos con que el fiscal general renunciaba porque Santrich quedó libre. Y ya vamos en que ¡el operativo de entrega controlada de cocaína lo hizo la DEA sin contarle a su Fiscalía y que él, tan sagaz, fue quien “pilló” a la agencia antidrogas! Eso fue lo que dijo en La W, en una entrevista catastrófica para él con María Jimena Duzán, a la que maltrató de manera infame a falta de argumentos convincentes.
Evidentemente, el operativo contra Santrich sirvió como disculpa. Tras la persecución al guerrillero rearmado, una acción de fácil aceptación general, Martínez Neira estaba organizando una conspiración contra el Ejecutivo del que él hizo parte. De un lado, sus funcionarios espiaban al presidente. Del otro, consta en al menos nueve grabaciones de audio cómo el sujeto Marlon Marín, usado por la DEA y Martínez como trompo de poner, trató de involucrar directamente en el envío de cocaína a Estados Unidos al vicepresidente, general Óscar Naranjo. El burdo intento de Marín, un pobre chisgarabís que vivía pidiendo prestado dinero a sus familiares pero que aparentaba tener acceso a toda clase de personajes y negocios multimillonarios, contra Naranjo, con quien simulaba tener acceso y trato, se refleja en una conversación cuando el agente de la DEA que se hace pasar por narcotraficante lo increpa, en vista de que Marín prometía la intervención de Naranjo y no salía con nada: “No, mire, hay un compromiso, ¿entiende? El famoso general marico ese que usted menciona, Naranjo... anda metido en esa chingada, que (usted dice), ‘que no sé qué, que aquí está, que hay que hablar bien con él’... ahí paramos porque se va a armar una de p... madre”. Y después de más “carameleo” de Marín, el agente le advierte: “Mire, compa, yo le digo algo: si estamos hablando del mismo que es el #2... si es ese señor, nosotros (DEA) sabemos que él sabe trabajar. Mis respetos para ese personaje... ese señor tiene mucha fama... A mí me pueden decir que él no tiene... que él no hizo nada... Y me pueden mandar a la chingada, ¿entiendes?” (escuchar audio 1 y 2). Marín no entendió. Siguió hablando de “la naranja podrida”. Pero si no era por instrucciones de la DEA, ¿entonces respondía a las órdenes de quién? Por lo visto el exfiscal no solo traicionó a sus “amigos” Santos y Naranjo. También a su patria. Lo dicho por el abogado Bejarano: mejor tenerlo como enemigo.