El síntoma más claro de que la vieja clase política renovó su poderío sobre las regiones con los resultados del domingo 29 de octubre no es solo la recaptura de alcaldías y gobernaciones por parte de los clanes Char, Gnecco, Blel-Montes-Arana, Toro y Barreto, entre otros; el primer manotazo en el pupitre con que el país ingenuo despertó de su sueño de modernizar el manejo de los asuntos públicos cuando llevó al Congreso a unos grupitos de jóvenes activistas e “influenciadores” —que, a decir verdad, no han hecho la diferencia— fue la reciente elección, como presidente del Senado, de un personaje gris en materias parlamentarias y opaco en su conducta personal. Su apellido Name es de ingrata recordación nacional aunque en la costa Atlántica mantenga vigencia de poder por sus alianzas con gente poco santa como los “padrinos” Char. Los fallecidos David y José Name Terán (este, presidente del Congreso entre 1984 y 1985) fueron famosos en Barranquilla por su división del trabajo: mientras el primero firmaba millonarios contratos con el Estado, el segundo los viabilizaba desde el Capitolio con sus chantajes legislativos a la Casa de Nariño. El hijo de José, el senador actual José Name Cardozo, presidente del Congreso entre 2014 y 2015, conserva los “modos” políticos de sus antecesores, motivo por el cual es un ser inamovible en la cámara alta: lleva 17 años de reelecciones. Y a la Colombia del 2023 se le añade el tercer Name rector de las plenarias del Senado: Iván, primo de Name Cardozo, obtuvo el pasado 20 de julio 54 votos por su presidencia contra 50 de Angélica Lozano, la otra aspirante, a quien, incluso, unos integrantes de su partido Alianza Verde se le “voltearon” a última hora con el objeto de darle el triunfo, por arte de las componendas de los partidos Centro Democrático, Conservador, Cambio Radical y la U, al Name que nos ha tocado en suerte a los ciudadanos de hoy.
Han pasado 39 años y el Legislativo sigue atascado en el mismo apellido. ¿Cuál modernización? El Name versión presente intenta hacerle creer a Colombia que ha construido su propio reino sin apoyo barranquillero por residir en Bogotá. Nada más engañoso. Al menos, las prácticas del clientelismo ramplón de sus parientes permanecen intactas en él: escampó en el Concejo de Bogotá después de un intento fallido de regresar a la Cámara de Representantes en los 90 y le quedó gustando el refugio capitalino porque dejó allí, en calidad de sucesores, a su hermano Darío (1998-2000); a su esposa, María Clara (2001-2007), y a su hija María Clara Name Ramírez, reelegida tres veces en esa corporación local (2011-2023). Tamaño capital no se amasa así no más. Dos semanas después de la repentina votación ganadora en el Senado, la revista virtual Raya publicó una denuncia documentada con papeles oficiales de un expediente judicial que nunca se tramitó en la Fiscalía, en que el nombre de Iván Name se vincula a la compra de votos para sus reelecciones al Senado en 2018 y 2022, principalmente en Chocó (ver). Alguien diría que el número de electores de ese departamento no es significativo. No es cierto: el flamante presidente del Senado que anda de correría nacional para promocionar su loca propuesta de convertir a Colombia en un Estado de comunidades autónomas casi no logra repetir curul el año pasado: fue el último de la lista verde con credencial. Como si fuera poco, el columnista de la revista Cambio, Yohir Akerman, reveló otros documentos de la Fiscalía en los que reposan las declaraciones de miembros de la banda criminal de los Rastrojos Costeños. De acuerdo con tales testigos, la relación del presidente del Congreso con esa organización delictiva tiene que ver con la financiación de sus campañas y la compra de votos (ver). La foto periodística del líder 2023 de la Rama Legislativa no es agradable. Gracias a los congresistas de los partidos tradicionales, que dizque protegen la institucionalidad de Colombia, nos tapamos la cara cuando alguien lo menciona.
El síntoma más claro de que la vieja clase política renovó su poderío sobre las regiones con los resultados del domingo 29 de octubre no es solo la recaptura de alcaldías y gobernaciones por parte de los clanes Char, Gnecco, Blel-Montes-Arana, Toro y Barreto, entre otros; el primer manotazo en el pupitre con que el país ingenuo despertó de su sueño de modernizar el manejo de los asuntos públicos cuando llevó al Congreso a unos grupitos de jóvenes activistas e “influenciadores” —que, a decir verdad, no han hecho la diferencia— fue la reciente elección, como presidente del Senado, de un personaje gris en materias parlamentarias y opaco en su conducta personal. Su apellido Name es de ingrata recordación nacional aunque en la costa Atlántica mantenga vigencia de poder por sus alianzas con gente poco santa como los “padrinos” Char. Los fallecidos David y José Name Terán (este, presidente del Congreso entre 1984 y 1985) fueron famosos en Barranquilla por su división del trabajo: mientras el primero firmaba millonarios contratos con el Estado, el segundo los viabilizaba desde el Capitolio con sus chantajes legislativos a la Casa de Nariño. El hijo de José, el senador actual José Name Cardozo, presidente del Congreso entre 2014 y 2015, conserva los “modos” políticos de sus antecesores, motivo por el cual es un ser inamovible en la cámara alta: lleva 17 años de reelecciones. Y a la Colombia del 2023 se le añade el tercer Name rector de las plenarias del Senado: Iván, primo de Name Cardozo, obtuvo el pasado 20 de julio 54 votos por su presidencia contra 50 de Angélica Lozano, la otra aspirante, a quien, incluso, unos integrantes de su partido Alianza Verde se le “voltearon” a última hora con el objeto de darle el triunfo, por arte de las componendas de los partidos Centro Democrático, Conservador, Cambio Radical y la U, al Name que nos ha tocado en suerte a los ciudadanos de hoy.
Han pasado 39 años y el Legislativo sigue atascado en el mismo apellido. ¿Cuál modernización? El Name versión presente intenta hacerle creer a Colombia que ha construido su propio reino sin apoyo barranquillero por residir en Bogotá. Nada más engañoso. Al menos, las prácticas del clientelismo ramplón de sus parientes permanecen intactas en él: escampó en el Concejo de Bogotá después de un intento fallido de regresar a la Cámara de Representantes en los 90 y le quedó gustando el refugio capitalino porque dejó allí, en calidad de sucesores, a su hermano Darío (1998-2000); a su esposa, María Clara (2001-2007), y a su hija María Clara Name Ramírez, reelegida tres veces en esa corporación local (2011-2023). Tamaño capital no se amasa así no más. Dos semanas después de la repentina votación ganadora en el Senado, la revista virtual Raya publicó una denuncia documentada con papeles oficiales de un expediente judicial que nunca se tramitó en la Fiscalía, en que el nombre de Iván Name se vincula a la compra de votos para sus reelecciones al Senado en 2018 y 2022, principalmente en Chocó (ver). Alguien diría que el número de electores de ese departamento no es significativo. No es cierto: el flamante presidente del Senado que anda de correría nacional para promocionar su loca propuesta de convertir a Colombia en un Estado de comunidades autónomas casi no logra repetir curul el año pasado: fue el último de la lista verde con credencial. Como si fuera poco, el columnista de la revista Cambio, Yohir Akerman, reveló otros documentos de la Fiscalía en los que reposan las declaraciones de miembros de la banda criminal de los Rastrojos Costeños. De acuerdo con tales testigos, la relación del presidente del Congreso con esa organización delictiva tiene que ver con la financiación de sus campañas y la compra de votos (ver). La foto periodística del líder 2023 de la Rama Legislativa no es agradable. Gracias a los congresistas de los partidos tradicionales, que dizque protegen la institucionalidad de Colombia, nos tapamos la cara cuando alguien lo menciona.