El nombre de Alexánder Vega Rocha es desconocido para el 95 % de los colombianos. El otro 5 % que ha oído hablar de él está compuesto por políticos de todos los pelambres, algunos miembros de las cortes, unos cuantos periodistas y quienes han tenido nexos sanos o maliciosos con la Registraduría Nacional, o con ese nido de clientelismo llamado Consejo Nacional Electoral. En estos ámbitos, Vega sí es recordado, entre otras cosillas, por sus habilidades sociales: sabe hacer amigos agradecidos con él “para toda la vida”, dadas sus asombrosas atenciones. Si hubiera un concurso, como el que ahora se desarrolla para elegir registrador, pero con el fin de encontrar al campeón de la Lambonería (ese comportamiento criollo que el escritor Ricardo Silva ilustró, magistralmente, en su columna con tal título como un “patrimonio” colombiano que “seguirá dándose en un mundo en el que el trabajo serio no es suficiente propaganda”), Vega Rocha sería el súmmum de la misma.
Para infortunio del país, ser adulón no es la peor tacha que se le endilga a quien, hoy, encabeza la lista de candidatos a ocupar el trascendental cargo de rector y árbitro de las elecciones nacionales y regionales: Vega obtuvo, el fin de semana pasado, el puntaje más alto en un examen de conocimientos que se exige a los aspirantes a ser registrador nacional. Esa calificación, más otras cosillas, ponen a Vega como el candidato de mayor opción frente a sus electores, los presidentes de la Corte Constitucional, Corte Suprema y Consejo de Estado, este año, Gloria Ortiz, Lucy Jeannette Bermúdez y Álvaro Fernando García. Como dije, las otras cosillas preocupan mucho más. Su pobre hoja de vida es una de estas. En la que se ha publicado en prensa, se registra que es oriundo de Miraflores, Guaviare; que es abogado y que fue personero de Chía y coordinador de asuntos electorales de Bogotá. También se informa que ha litigado. Y punto. Miles de ciudadanos, con una carrera similar o muchísimo mejor que la del puntero del examen, jamás podrán conseguir un cupo laboral en la Registraduría. Pero el afortunado Vega encontró partido padrino: la U lo avaló, empujó su nombre y le hizo un cupo, en 2014, en el mal reputado Consejo Electoral.
Vega Rocha cumplió, ahí sí con “excelencia”, su tarea. Estando en el Consejo, se supo, por una de sus colegas que tampoco desbordaba virtud, que la Sala Penal de la Corte Suprema cuenta con evidencia judicial de una relación de llamadas de los señores Otto Bula y/o Bernardo Miguel Ñoño Elías al celular asignado a Alexánder Vega Rocha en momentos en que los dos primeros estaban, ya, involucrados penalmente en el escándalo de Odebrecht, y el segundo participaba de las decisiones del Consejo Electoral sobre la apertura o no de investigaciones a las campañas presidenciales de Óscar Iván Zuluaga y Juan Manuel Santos y su presunta financiación por parte de Odebrecht.
La comunicaciones perversas entre los móviles de Bula y/o el Ñoño —los investigados— y Vega —el juez— duraron ¡12 horas en total! (ver). Vega se enfureció y devolvió el golpe denunciando a su denunciante. Ésta retiró lo dicho en la oscuridad de esas salas en que no existe veeduría ciudadana, y sanseacabó. Pero el documento existe y es legal y legítimo. El cuasi registrador nacional es reconocido también por sus cercanías políticas, no solo con la U, por cierto el partido del Ñoño, al parecer su aliado, sino con todas las colectividades santistas o uribistas que lo buscaban, dependiendo de los asuntos que el Consejo Electoral tenía pendientes. Vega también ha hecho fama por sus presuntos amigos y amigas en las cortes. Las presidentas de la Corte Constitucional y del Consejo de Estado harían bien, además de cuidar las formas del concurso, en resolver dudas que flotan por su posible compromiso afectivo con Alexánder Vega: ¿Es cierto o falso que han sido invitadas más de una vez a almorzar por el aspirante Vega después de iniciado el proceso de selección? ¿Es cierto o falso que al menos a una de ellas Vega le ofreció tremenda fiesta de cumpleaños? ¿Es cierto o falso que quien es asistente de una de las dos presidentas también lo fue del aspirante Vega? Las respuestas a estas y otras preguntas son un derecho ciudadano y es legítimo formularlas. Hay muchas otras aristas oscuras que deben dilucidarse antes de la elección de registrador. Que no nos pase lo que ya sucedió, por no escuchar las advertencias, en la Fiscalía General.
Entre paréntesis. La presidenta del Consejo de Estado, Lucy Jeannette Bermúdez, respondió a llamada de esta columnista después del cierre físico del periódico de hoy. A mis preguntas, negó tener amistad con el aspirante Vega y aseguró que no ha sido homenajeada por él con fiestas o regalos. Aceptó, en cambio, haber sido ponente a favor de la elección de Vega en el Consejo Electoral hace 5 años, en demanda de nulidad de tal acto presentada ante la Sección Quinta del Consejo de Estado de la que ella hace parte.
El nombre de Alexánder Vega Rocha es desconocido para el 95 % de los colombianos. El otro 5 % que ha oído hablar de él está compuesto por políticos de todos los pelambres, algunos miembros de las cortes, unos cuantos periodistas y quienes han tenido nexos sanos o maliciosos con la Registraduría Nacional, o con ese nido de clientelismo llamado Consejo Nacional Electoral. En estos ámbitos, Vega sí es recordado, entre otras cosillas, por sus habilidades sociales: sabe hacer amigos agradecidos con él “para toda la vida”, dadas sus asombrosas atenciones. Si hubiera un concurso, como el que ahora se desarrolla para elegir registrador, pero con el fin de encontrar al campeón de la Lambonería (ese comportamiento criollo que el escritor Ricardo Silva ilustró, magistralmente, en su columna con tal título como un “patrimonio” colombiano que “seguirá dándose en un mundo en el que el trabajo serio no es suficiente propaganda”), Vega Rocha sería el súmmum de la misma.
Para infortunio del país, ser adulón no es la peor tacha que se le endilga a quien, hoy, encabeza la lista de candidatos a ocupar el trascendental cargo de rector y árbitro de las elecciones nacionales y regionales: Vega obtuvo, el fin de semana pasado, el puntaje más alto en un examen de conocimientos que se exige a los aspirantes a ser registrador nacional. Esa calificación, más otras cosillas, ponen a Vega como el candidato de mayor opción frente a sus electores, los presidentes de la Corte Constitucional, Corte Suprema y Consejo de Estado, este año, Gloria Ortiz, Lucy Jeannette Bermúdez y Álvaro Fernando García. Como dije, las otras cosillas preocupan mucho más. Su pobre hoja de vida es una de estas. En la que se ha publicado en prensa, se registra que es oriundo de Miraflores, Guaviare; que es abogado y que fue personero de Chía y coordinador de asuntos electorales de Bogotá. También se informa que ha litigado. Y punto. Miles de ciudadanos, con una carrera similar o muchísimo mejor que la del puntero del examen, jamás podrán conseguir un cupo laboral en la Registraduría. Pero el afortunado Vega encontró partido padrino: la U lo avaló, empujó su nombre y le hizo un cupo, en 2014, en el mal reputado Consejo Electoral.
Vega Rocha cumplió, ahí sí con “excelencia”, su tarea. Estando en el Consejo, se supo, por una de sus colegas que tampoco desbordaba virtud, que la Sala Penal de la Corte Suprema cuenta con evidencia judicial de una relación de llamadas de los señores Otto Bula y/o Bernardo Miguel Ñoño Elías al celular asignado a Alexánder Vega Rocha en momentos en que los dos primeros estaban, ya, involucrados penalmente en el escándalo de Odebrecht, y el segundo participaba de las decisiones del Consejo Electoral sobre la apertura o no de investigaciones a las campañas presidenciales de Óscar Iván Zuluaga y Juan Manuel Santos y su presunta financiación por parte de Odebrecht.
La comunicaciones perversas entre los móviles de Bula y/o el Ñoño —los investigados— y Vega —el juez— duraron ¡12 horas en total! (ver). Vega se enfureció y devolvió el golpe denunciando a su denunciante. Ésta retiró lo dicho en la oscuridad de esas salas en que no existe veeduría ciudadana, y sanseacabó. Pero el documento existe y es legal y legítimo. El cuasi registrador nacional es reconocido también por sus cercanías políticas, no solo con la U, por cierto el partido del Ñoño, al parecer su aliado, sino con todas las colectividades santistas o uribistas que lo buscaban, dependiendo de los asuntos que el Consejo Electoral tenía pendientes. Vega también ha hecho fama por sus presuntos amigos y amigas en las cortes. Las presidentas de la Corte Constitucional y del Consejo de Estado harían bien, además de cuidar las formas del concurso, en resolver dudas que flotan por su posible compromiso afectivo con Alexánder Vega: ¿Es cierto o falso que han sido invitadas más de una vez a almorzar por el aspirante Vega después de iniciado el proceso de selección? ¿Es cierto o falso que al menos a una de ellas Vega le ofreció tremenda fiesta de cumpleaños? ¿Es cierto o falso que quien es asistente de una de las dos presidentas también lo fue del aspirante Vega? Las respuestas a estas y otras preguntas son un derecho ciudadano y es legítimo formularlas. Hay muchas otras aristas oscuras que deben dilucidarse antes de la elección de registrador. Que no nos pase lo que ya sucedió, por no escuchar las advertencias, en la Fiscalía General.
Entre paréntesis. La presidenta del Consejo de Estado, Lucy Jeannette Bermúdez, respondió a llamada de esta columnista después del cierre físico del periódico de hoy. A mis preguntas, negó tener amistad con el aspirante Vega y aseguró que no ha sido homenajeada por él con fiestas o regalos. Aceptó, en cambio, haber sido ponente a favor de la elección de Vega en el Consejo Electoral hace 5 años, en demanda de nulidad de tal acto presentada ante la Sección Quinta del Consejo de Estado de la que ella hace parte.