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El único magistrado en la historia de Colombia en ser suspendido para enfrentar dos juicios, uno penal y otro político, perdió, de manera estruendosa, porque tuvo que retirarse, deshonrado, del alto tribunal al que pertenecía. La medida preventiva que se le impuso sacándolo de su cargo antes de concluir su periodo consistió en impedir que continuara ejerciendo sus funciones debido a una seria sospecha sobre su rectitud: habría utilizado su posición en la Corte Constitucional para aumentar su fortuna pues, presuntamente, tasó en $500 millones una tutela en que los interesados, a quienes les habría cobrado tal coima, se jugaban $26.000 millones. Una bicoca. ¡Pero Jorge Pretelt ganó por goleada! Nueve meses después de que el Senado votara a favor de la iniciación de su juicio político y del envío de su expediente a la Corte Suprema para someterlo a examen penal, no se ha movido una hoja en el primero y apenas si se ha sacudido en la otra. Viejo truco para vencer en los estrados: matar los procesos por dilación.
El Congreso olvidó, de inmediato, tamaño escándalo de corrupción y la Sala Penal de la Suprema hizo una audiencia preparatoria en abril, después de haberle cambiado su fecha dos veces —en enero y marzo—, y fijó la segunda cita del caso para octubre, es decir, seis meses más tarde. La “falta de disponibilidad” de agenda es la potente razón para explicar la nueva demora. Sin embargo, el investigado Jorge Pretelt ganó, ante todo, porque hoy puede darse el lujo de pasar por dueño de la mayoría de los votos de la corporación de la que fue expulsado y de teledirigir el sentido de sus fallos. Su cuerpo no está, pero su sombra cubre la Sala Plena de la Constitucional y sus aliados en esta hacen fiesta con la Carta Política cubiertos con la presunción de legitimidad de que él tanto disfrutó antes de que una grabación lo dejara al desnudo. En efecto, quienes mandan en ese tribunal son del mismo combo que quiere volver “trizas” lo que le huela a progreso, según confesión-reto de otro miembro del clan, Fernando Londoño. ¿Qué duda cabe de los nexos entre Pretelt y el también exmagistrado de ese tribunal, Rodrigo Escobar Gil, si hasta en la petición de la coima de los 500 “paquetes” habrían compartido delito? Así se desprende de la indagación que abrió la Fiscalía contra Escobar Gil, apoderado de la tutela del cuento por sugerencia del propio Pretelt, de acuerdo con el relato del principal testigo del caso.
Sigamos las señales: Escobar fue togado de la Constitucional desde 2001 hasta 2009. Su principal magistrado auxiliar, durante los ocho años de su periodo, fue Luis Guillermo Guerrero, actual presidente de la corte. Ambos, Escobar Gil y Guerrero, estudiaron, al tiempo, en la Javeriana. Allí trabaron una gran amistad y a ellos se les unió otro abogado conocido: Jaime Granados, apoderado del expresidente Uribe y de sus hijos. En un perfil que La Silla Vacía escribió sobre Guerrero se lee: “Buena parte de su campaña (en el Senado) a magistrado constitucional ha sido hecha por su principal padrino político, Escobar Gil, y el amigo de su padrino, el actual magistrado de la Corte, Jorge Pretelt. Con eso logró cautivar, además de (los votos de) sus paisanos nariñenses, a los costeños del Senado… (Guerrero) no negó haberse reunido con el procurador (Ordóñez), ni que este esté participando en su campaña”.
Ya se ha dicho, pero no sobra recordarlo: Guerrero contrajo matrimonio con la tía de otra magistrada de la Corte Constitucional, Gloria Ortiz Delgado. Significa que son parientes políticos y, supone uno, que no siempre conservarán la distancia que convendría para mantener los principios de legalidad e imparcialidad. Continuemos el rastro: por ausencia de titulares, dos magistrados auxiliares votaron el trascendental fallo que limitó el fast track del acuerdo con las Farc. José Antonio Cepeda es uno de ellos.¿A cuál despacho pertenece? Al de Luis Guillermo Guerrero. Iván Escrucería, el segundo auxiliar es… oriundo del Nariño, de Guerrero. Falta un dato: Álvaro Motta, el postulado con mayor opción a ser elegido para integrar la Corte, es de la entraña de… Guerrero. Y añadamos que también lo es de la de Ordóñez. ¡Pretelt ganó, pese al deshonor con que se fue! El laureanismo con su derecha recalcitrante se levantó de la tumba para interpretar la Constitución más progresista de América Latina, la que permite la paz. Que el cataclismo nos coja confesados.