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Tenaza a la oposición y a la libertad de expresión

Cecilia Orozco Tascón
13 de mayo de 2020 - 05:00 a. m.
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En ese mecanismo formidable de comunicación llamado Twitter, diseñado para publicar micromensajes que cualquiera puede leer en el planeta, se han colado miles de delincuentes embozados, osados para calumniar o intimidar, cobardes a la hora de descubrir su identidad. Unos escriben porque su mente torcida se los manda o por la paga; otros trabajan en manada y bajo órdenes de criminales con plata que los ponen a sueldo para que repliquen, por centenares, los insultos prefabricados que les escriben. En días pasados, el único senador expresidente de la República que tiene Colombia, quien, además, es el jefe político de Iván Duque, trinó en Twitter y tronó de la ira contra otro senador que, si bien tiene poder parlamentario, es como hormiga que se le planta a un elefante: Roy Barreras.

Apenas el Centro Democrático anunció mediante comunicado que Uribe Vélez denunciaría a Barreras, empezaron las amenazas contra el denunciado: “Perro hp… tu final va hacer (sic) lo lo peor… Basura hp”; “Las águilas negras están merodeando así como los chulos merodean la mortecina”; “Uy Roy perdiste empieza a mirar que (sic) país te asila… te van a matar ATI (sic) y a tu familia… disfruta los días que te quedan ten mucho cuidado….”; “@RoyBarreras tiene ya sus días contados!! …”.

El comunicado del partido de gobierno informa, además, que Uribe Vélez será representado por Abelardo de la Espriella, que se describe, en su página de internet, como “abogado, escritor y cantante” y quien advierte que su nombre “es una marca registrada”. En las facultades de Derecho suele comentarse que la fama de los profesionales de las leyes crece o decrece según la calidad de sus clientes. Puede ser al contrario: a una persona en necesidad de ser asistida legalmente la califican bien o mal por el abogado que escoja. Como sea, el doctor Uribe ha ido pasando, a lo largo de su larga trayectoria político-judicial, de unos especialistas que ejercen el derecho penal de manera más o menos ortodoxa, a otros que en ciertos sectores se conocen como “más aventados”. De Lombana o Granados, por ejemplo, a Cadena. Sin embargo, este tiene ahora tantos líos que no cuenta con tiempo para los de otros.

De la Espriella infunde casi tanto miedo como su defendido pues ha acumulado factores económicos, políticos y sociales que lo hacen intocable. Nadie o muy pocos arriesgarían su pellejo oponiéndosele a este par, ya no en los estrados en donde se le considera imbatible por sus influencias, sino en el debate parlamentario, en unos medios tradicionales o en los portales alineados a su medida. De la Espriella tiene otros abogados que trabajan a sueldo para él; fortuna inmensa, de acuerdo con lo que deja saber; amigos políticos en el partido de Uribe y el del presidente Duque, aliados estratégicos y hasta periodistas reales que le hacen el favor.

Él defiende gente que también genera temor por los crímenes que ha cometido. Y, pese a ello, todo un exjefe de Estado lo privilegia seleccionándolo como su abogado; la vicepresidenta Ramírez y el ministro de Defensa le otorgan el mismo honor no tanto por ellos como por sus cargos oficiales. Se diría que De la Espriella es la agencia jurídica del gobierno Duque y de su partido. Entre tanto, del otro lado, este actor de las disputas legales es o ha sido el denunciante y atacante público de congresistas de la oposición: además de Roy Barreras, de Gustavo Petro, Gustavo Bolívar, Iván Cepeda, Ángela María Robledo, que yo recuerde aunque puede haber más; es, por si no fuera suficiente protagonismo, el que inicia acciones de tutela e interpone denuncias penales y demandas civiles contra periodistas que no juegan en su cancha: la cuenta incompleta resulta en 14 encartados por De la Espriella en todo el país entre directores, columnistas, investigadores, comentaristas y directivos de organizaciones gremiales.

Lo curioso es que este personaje fue descrito de una manera vergonzosa, en 2010 (época en que empezaba a construir riqueza), por alias el Tuso Sierra, ahora, paradójicamente, testigo a favor de su cliente Uribe; recibió fuertes calificativos del narcotraficante Mono Abello con quien tuvo lazos de amistad, según dijo el convicto. El excomisionado de Paz de su representado, Luis Carlos Restrepo, tampoco calló su opinión al respecto: “Me di cuenta de que (Carlos Alonso Lucio) estaba del lado de Macaco (jefe paramilitar), lo mismo que Abelardo de la Espriella… Yo no sabía quién era (este)… después entendí que era como un mensajero de ellos (… y que) chicaneaban mucho con el abogado. Decían que (él) tenía ingreso a niveles altos del Estado (en el gobierno Uribe). Cosas malucas se decían…” (ver).

El apoderado del jefe del presidente Duque, de la vicepresidenta y de uno de los principales ministros, quien además denuncia y demanda a parlamentarios de la oposición política y a un grupo notable de periodistas independientes, es, en realidad, mucho más que un abogado polémico: es el actor principal de una gran operación de silenciamiento social. Así que, senador Barreras, prepárese porque no la tiene nada fácil. Escribo esta columna al oído de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y de su relator especial para la Libertad de Expresión.

Entre paréntesis. Esta columnista fue demandada civilmente y denunciada penalmente por el aludido en este comentario; el subdirector de Noticias Uno y uno de sus periodistas fueron demandados dos veces y tres veces denunciados por la misma persona.

 

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