Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.

Simulacros de infelicidad

Luis Fernando Charry

05 de abril de 2025 - 12:05 a. m.

¿Será verdad que los poemas, como dijo Gombrowicz en una conferencia (el título era, si no estoy mal, “Contra los poetas”), siempre son “simulacros de infelicidad”? No me parece una mala definición. Pero a lo mejor los lectores de poesía dirán otras cosas y los poetas dirán otras; y al final, con varios tragos encima, como se acostumbra a la hora de discutir estos asuntos trascendentales, no se pondrán de acuerdo y la discusión se aplazará hasta la siguiente noche de descontrol etílico. (¿Y si todos son abstemios? Peor. Todo será más complejo. Y un poco más aburrido). En cualquier caso, los lectores y los poetas deberán aportar pruebas.

Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO

¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar

PUBLICIDAD

Yo he preparado algunas: “¡Ni una palabra de dolor blasfemo! / Sé altivo, sé gallardo en la caída, / y ve, poeta, con desdén supremo/ todas las injusticias de la vida. / No busques la constancia en los amores, / no pidas nada eterno a los mortales, / y haz, artista, con todos tus dolores, / excelsos monumentos sepulcrales. (“Pax animae”, Gutiérrez Nájera.) “De todo lo que he amado en este mundo / Guardo, como perenne recompensa, / Dentro del corazón, tedio profundo, / Dentro del pensamiento, sombra densa. (“Nihilismo”, Julián del Casal). “Anoche, estando solo y ya medio dormido, / mis sueños de otras épocas se me han aparecido. / Los sueños de esperanzas, de glorias, de alegrías / y de felicidades que nunca han sido mías / se fueron acercando en lentas procesiones / y de la alcoba oscura poblaron los rincones” (“Midnight Dreams”, José Asunción Silva).

En estos ejemplos hay ejes temáticos que reinciden con ligeras variaciones. Así, Gutiérrez Nájera aborda la fugacidad de todas las cosas, en especial el paso del tiempo, la vacilación ante el encuentro con la muerte (o la escritura misma bajo el acecho de la mortalidad), y también alude a una especie de “estoicidad” frente a la vida, de la cual nada espera. De esta colección de atributos oscuros se desprende un cierto costado pesimista. En los versos de del Casal, ese enfrentamiento con la proximidad de la muerte se agudiza como una obsesión a la que se debe volver para recargar fuerzas ante cualquier fatalidad. Con razón José Olivio Jiménez, en la Antología crítica de la poesía modernista hispanoamericana, lo describió en los siguientes términos: “Por su personalidad, y por la tonalidad espiritual de su obra, hubiese podido figurar, con todos los derechos, entre los raros de Rubén Darío –quien lo conoció personalmente en su breve paso por La Habana (1892), y le llamara, en justa apreciación poética de su atormentado mundo interior, ‘hondo y exquisito príncipe de las melancolías’ y ‘desdichado ruiseñor del bosque de la Muerte’”. A esta mezcla de pesimismo y muerte se viene a sumar el sinsentido de la vida en Silva, enmarcado en un desenfreno nostálgico por la infancia, por ese tiempo sin tiempo al cual ya solo puede volver a través de ensoñaciones periódicas. En su caso todas las ensoñaciones flotan en un paisaje donde se perfila un repertorio de objetos, de sombras, de rostros desfigurados y opacos bajo un manto de bruma.

Read more!

¿Será entonces verdad que los poemas siempre son “simulacros de infelicidad”? Los lectores y los poetas tienen la última palabra.

Por Luis Fernando Charry

Escritor, periodista y editor
Conoce más
Ver todas las noticias
Read more!
Read more!
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta  política.