Un nuevo modelo solidario de desarrollo
Clara López Obregón
Antes de la pandemia, el modelo neoliberal surgido del Consenso de Washington estaba haciendo agua. En muchos países de América Latina comenzaba a aumentar la pobreza y el menguado crecimiento económico no estaba generando el empleo esperado. El COVID-19 aceleró la crisis del modelo, pero muchos gobiernos de la región parecen empeñados en regresar a más de lo mismo, de la política económica que viene mostrando que ya no funciona, si es que alguna vez funcionó. La realidad es que las desigualdades se han profundizado, la exclusión social se ha normalizado y el tan mentado crecimiento económico de la región alcanzó, en promedio, el 2,7 % anual a partir del cambio de siglo, cuando entre 1950 y 1980 el modelo de industrialización promovido desde el Estado promedió un 5,5 % anual, el doble del obtenido por el llamado éxito neoliberal.
En este contexto, el Grupo de Puebla, que congrega a casi una centena de líderes de 19 países, se reunió en Ciudad de México la semana pasada para acordar las bases de un nuevo modelo solidario de desarrollo, a partir de documentos que se venían trabajando a lo largo de 2021. Con el texto adoptado se presenta la propuesta de una nueva hoja de ruta latinoamericana compuesta de seis ejes articuladores, a saber: i) la búsqueda de la igualdad como valor central del desarrollo y la reducción de las asimetrías globales; ii) el incremento del valor y la productividad; iii) una nueva economía diversificada que supere el extractivismo, incorpore el conocimiento y promueva desde el Estado la reindustrialización y la soberanía alimentaria; iv) la transición ecológica, incluida la energética; v) una nueva institucionalidad democrática, y vi) la integración regional que refuerce a través de la acción conjunta la soberanía de nuestros países.
La reactivación en la pospandemia exige el fortalecimiento del papel del Estado y su capacidad de promover estímulos fiscales y monetarios para la reconstrucción de las economías nacionales y la generación urgente de empleos. Las inversiones y financiación públicas serán indispensables para inducir las inversiones privadas e incentivar el relanzamiento del crecimiento económico, por lo que los países deben recorrer el camino de hacer progresivos sus sistemas tributarios, indispensables para reversar las tremendas desigualdades y conseguir la inclusión social.
Es inaplazable abordar el tema del cambio climático como desafío central y garantizar la salud como un bien público universal, empezando por insistir en que se suspendan los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas para que puedan ser equitativamente producidas y distribuidas.
En resumen, “el Grupo de Puebla propone un nuevo modelo de desarrollo solidario como la hoja de ruta del progresismo latinoamericano y caribeño con miras al abandono definitivo del anacrónico modelo neoliberal. Este último, con su vocación extractivista, ha dejado efectos difícilmente reversibles sobre el medioambiente, ha significado alarmantes niveles de concentración de la riqueza que nos convierten en la zona más desigual del planeta y ha atrofiado los circuitos de redistribución”.
Antes de la pandemia, el modelo neoliberal surgido del Consenso de Washington estaba haciendo agua. En muchos países de América Latina comenzaba a aumentar la pobreza y el menguado crecimiento económico no estaba generando el empleo esperado. El COVID-19 aceleró la crisis del modelo, pero muchos gobiernos de la región parecen empeñados en regresar a más de lo mismo, de la política económica que viene mostrando que ya no funciona, si es que alguna vez funcionó. La realidad es que las desigualdades se han profundizado, la exclusión social se ha normalizado y el tan mentado crecimiento económico de la región alcanzó, en promedio, el 2,7 % anual a partir del cambio de siglo, cuando entre 1950 y 1980 el modelo de industrialización promovido desde el Estado promedió un 5,5 % anual, el doble del obtenido por el llamado éxito neoliberal.
En este contexto, el Grupo de Puebla, que congrega a casi una centena de líderes de 19 países, se reunió en Ciudad de México la semana pasada para acordar las bases de un nuevo modelo solidario de desarrollo, a partir de documentos que se venían trabajando a lo largo de 2021. Con el texto adoptado se presenta la propuesta de una nueva hoja de ruta latinoamericana compuesta de seis ejes articuladores, a saber: i) la búsqueda de la igualdad como valor central del desarrollo y la reducción de las asimetrías globales; ii) el incremento del valor y la productividad; iii) una nueva economía diversificada que supere el extractivismo, incorpore el conocimiento y promueva desde el Estado la reindustrialización y la soberanía alimentaria; iv) la transición ecológica, incluida la energética; v) una nueva institucionalidad democrática, y vi) la integración regional que refuerce a través de la acción conjunta la soberanía de nuestros países.
La reactivación en la pospandemia exige el fortalecimiento del papel del Estado y su capacidad de promover estímulos fiscales y monetarios para la reconstrucción de las economías nacionales y la generación urgente de empleos. Las inversiones y financiación públicas serán indispensables para inducir las inversiones privadas e incentivar el relanzamiento del crecimiento económico, por lo que los países deben recorrer el camino de hacer progresivos sus sistemas tributarios, indispensables para reversar las tremendas desigualdades y conseguir la inclusión social.
Es inaplazable abordar el tema del cambio climático como desafío central y garantizar la salud como un bien público universal, empezando por insistir en que se suspendan los derechos de propiedad intelectual sobre las vacunas para que puedan ser equitativamente producidas y distribuidas.
En resumen, “el Grupo de Puebla propone un nuevo modelo de desarrollo solidario como la hoja de ruta del progresismo latinoamericano y caribeño con miras al abandono definitivo del anacrónico modelo neoliberal. Este último, con su vocación extractivista, ha dejado efectos difícilmente reversibles sobre el medioambiente, ha significado alarmantes niveles de concentración de la riqueza que nos convierten en la zona más desigual del planeta y ha atrofiado los circuitos de redistribución”.