En 2024, dos novelas emblemáticas de la literatura colombiana celebraron importantes aniversarios: Delirio, de Laura Restrepo, cumplió 20 años de ser publicada, y Rosario Tijeras, escrita por Jorge Franco, cumplió 25 años.
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En 2024, dos novelas emblemáticas de la literatura colombiana celebraron importantes aniversarios: Delirio, de Laura Restrepo, cumplió 20 años de ser publicada, y Rosario Tijeras, escrita por Jorge Franco, cumplió 25 años.
Con Delirio, Laura entró a la lista del Premio Alfaguara en 2004 y del Grinzane Cavour en 2006; con Rosario Tijeras, Jorge ganó la Beca Nacional de Novela del Ministerio de Cultura y el Premio Internacional de Novela Dashiell Hammett 2000. Las dos novelas han sido traducidas a decenas de idiomas, y quizás el premio mayor para los dos escritores es que, pasado el tiempo, sus historias siguen siendo leídas y las estrellas de clubes de lectura, de debates en ferias del libro y en clases de colegios y universidades, con lo cual se demuestra la profundidad del país que narraron.
Rosario es la protagonista de la novela de Franco. Es una mujer que vive en la cultura de los narcos y sicarios de final de los años ochenta y el comienzo de los noventa en los barrios de Medellín. Fue abusada y tiene el apodo Tijeras porque le cortó los testículos a uno de sus violadores. El hermano mayor la convirtió en asesina y prostituta.
Agustina es la protagonista de la novela de Restrepo. Es una mujer con un trastorno psicológico profundo que se manifiesta en episodios de delirio y desorientación asociados a traumas relacionados con su familia. Alrededor de ella gravitan otros personajes que viven en la Colombia de los tiempos de Pablo Escobar y con los que la escritora hila lazos de amor, maltrato, locura y también sobre la historia del país, las clases sociales, las apariencias y la forma como el narcotráfico permeó la moral y las acciones de muchos colombianos.
Desde la ficción, Laura Restrepo y Jorge Franco coincidieron en las épocas que narraron y en su mirada crítica a la manera como el narcotráfico rompió a Colombia y se metió en las entrañas de todos los estratos sociales, profesiones, mujeres y hombres de todas las edades que se vincularon de variadas formas al delito y al endiosamiento del dinero fácil.
En distintas entrevistas que los autores han dado a propósito del aniversario de sus obras, surge otra coincidencia. Laura y Jorge piensan que, ciertamente, Colombia ha cambiado para bien en muchos aspectos y que el paso de los años ha demostrado la voluntad de reconstrucción. Sin embargo, los dos llegan a una conclusión que no es sorpresiva y que no por ello es aceptable y menos dolorosa: lo que ha frenado el cambio real como país es que el narcotráfico está más vivo que nunca y la cultura que nació con ese flagelo sigue siendo parte del sello colombiano, incluido el nulo valor que tiene la vida.
Laura y Jorge recogieron en Delirio y Rosario Tijeras la memoria de lo que desde su origen se vislumbró como la peor de las maldiciones y que hoy, no desde la ficción sino desde la realidad, sigue trazando el camino de nuestra historia. Narcotráfico, consumo de drogas ilícitas, enfermedad mental no tratada y machismo. Si algo de pudor nos queda como colombianos, lo mínimo que debería provocarnos esa evidencia es vergüenza.
La solución es utópica y repetitiva, pero de las utopías y la repetición también surgen sueños: empecemos, por ejemplo, revisando los entornos sociales, familiares, de amigos, la información que consumimos y lo que pasa en los colegios. Observemos en esos espacios qué tan cercanos y evidentes son los comportamientos de la cultura traqueta y preguntémonos: ¿nos importa? ¿Nos gusta? ¿Podríamos evitarlo?
Si no es desde ahí, desde lo más básico, no hay Estado que valga, y lo que eso va a significar es que en 20 años volveremos a vernos al espejo como otra Rosario y otra Agustina.