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Denunciar un acoso o un abuso sexual significa someterse a la tragedia del efecto bumerán: hablamos de una acción que produce un resultado que se devuelve en contra de quien la llevó a cabo.
Eso pasó con el acoso sexual contra dos jugadoras de la selección colombiana sub-17, que reveló la Liga Contra el Silencio. Además de las jóvenes que se atrevieron a hablar, conocimos luego el testimonio de John Cano, padre de una ellas, quien sustentó la gravedad de los hechos contra el preparador físico de la selección, Sigifredo Alonso, a quien sacaron del equipo pero sin que la Federación jamás le diera la cara al señor Cano.
El técnico Didier Luna dijo que sí oyó “comentarios” pero que nunca nada oficial y confirmó que Alonso se fue pero no admitió que por acoso. Conclusión: ese es un tipo al que dejaron ir sin investigar. ¿Qué quiere decir? Que las denuncias de la menor contra él fueron menospreciadas.
Carolina Rozo, fisioterapeuta desde el 2017 hasta abril de 2018 en el cuerpo médico de la selección, denunció en La W que el técnico Didier Luna “tenía una afectuosidad con las niñas que no era normal, intentaba besarlas, coger su cara y hasta cogerles la cola. En medio de un trabajo acercaba a las niñas a la cara de él y les decía: “¿No me puede besar? ¿O es que le da miedo?”.
Rozo ratificó el acoso sexual de Sigifredo Alonso contra la jugadora menor de edad y también denunció el caso de acoso de Luna contra ella misma: “Un día se acerca con una foto mía y me dice ‘esta es la mujer que yo quiero para mí, no te descuides porque te voy a robar un beso’”. Como la fisioterapeuta se negó a cualquier pretensión del entrenador, fue víctima de acoso laboral. Rozo denunció a Luna ante la Federación, pero “todo el cuerpo técnico se puso en contra mía”, aseguró.
Para cerrar el círculo de negligencia y encubrimiento de los machitos responsables de la Federación, Álvaro González, vicepresidente segundo del comité ejecutivo, afirmó que esas denuncias, más las de otras jugadoras que hablaron de corrupción, discriminación y malos tratos, eran retaliaciones porque “no vamos a seguir manejando a partir de la fecha, mientras no sea necesario ni ordenado por FIFA, selecciones femeninas de categoría mayores”.
Las denuncias, para él, son “solo un afán desmedido de figuración y protagonismo inmerecido”. Me encantaría oír una charla de González con el presidente Iván Duque para saber si son compatibles sus declaraciones con la intención de pedir la sede del Mundial de Fútbol Femenino en el 2023. Recordemos que Duque habló del liderazgo de la mujer en el desarrollo deportivo del país.
Entre enero y agosto de 2018, Medicina Legal conoció 15.408 denuncias por delitos sexuales contra menores de edad: 2.000 casos contra bebés de 0 a 4 años; 4.301 contra menores de 5 a 9; 5.686 contra menores de 10 a 13, y 3.421 contra menores de 14 a 17. El total de casos en ese periodo de tiempo fue de 17.574, 2.368 más que en 2017. El promedio de impunidad es del 90 %. Ese es el porcentaje que en esta coyuntura encubre de forma efectiva al comité ejecutivo, técnicos, jugadores, hinchas, periodistas e instituciones de la justicia.
Las deportistas quedaron abandonadas a su suerte, al igual que la fisioterapeuta y quién sabe cuántas (y cuántos) jóvenes más que por miedo y al ver a los machos hablando contra ellas (y ellos) deciden que callar es la mejor opción. Todos los días se nos devuelve el bumerán ante la mirada indolente de la sociedad que siempre se las arregla para silenciar.
* Periodista.