Suena raro eso de buscar caricias en los libros, pero igual, les quiero proponer romper los límites de la imaginación para lograrlo.
En una entrevista en El País de España, Oren Teicher, representante de 2.400 librerías independientes en Estados Unidos, habló sobre el renacer de esos espacios y señaló: “cualquiera puede vender un libro, pero pocos pueden hacer de la venta una experiencia”. Me detengo en esta frase para contarles lo que nos ha pasado en Árbol de Libros, la librería que creamos con mi esposo hace un año en la ciudad de Armenia, Quindío.
Caso 1. Una clienta de 13 años me dijo: “quiero empezar a trabajar rápido para ganar plata y comprarme todos los libros”. Ella va al menos dos veces al mes, hace muchas preguntas, comparte lo que siente con lo que lee, y su cuerpo, todo, habla con emoción del poder transformador de los libros en su formación.
Caso 2. Un cliente desde Bogotá nos escribió cerca de la Navidad porque quería regalar libros a sus familiares más cercanos. Le pedimos una descripción de cada uno y, sobre esa base, le recomendamos un par de títulos para cada cual. Los escogió, se los mandamos al lugar que nos indicó y luego nos envió fotos de algunos de ellos felices con sus regalos.
Caso 3. Una clienta nos buscó para preguntarnos qué le podía regalar a unos papás que acababan de enterrar a su hijo de cinco años. Se fue con dos textos y con un alivio en el corazón.
Caso 4. Una clienta dijo que quería sorprender a su amiga de 35 años con un libro infantil sobre los duelos. Me encantó que pensara en un texto escrito para niños con el objetivo de dárselo a una persona adulta. Le sugerimos varias cosas y se fue feliz.
Caso 5. Una mamá nos pidió apoyo con su hijo que se ha sometido a varias cirugías. Ella quiere un libro que lo ayude a entender su cuerpo con cicatrices.
Cito solo cinco casos de cientos que vivimos y que sustentan lo que afirma Teicher, y es que ciertamente el encanto de una librería independiente es que en ellas compartimos experiencias. Pero mis ejemplos van más allá: quiero demostrar que las personas están ávidas de narrativas para acariciar a su ser amado o a ellas mismas. Y ese poder, el de acariciar la mente y el corazón, lo tienen los libros.
Un país violento, que además todos los días da muestras de brutalidad y de estadísticas sociales desalentadoras, tiene al mismo tiempo una población que busca el contacto físico con los libros. Pongo como ejemplo el Quindío: en 2018 tuvo el mayor índice de desempleo en el país, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística; el Observatorio de Drogas de Colombia concluyó que presenta el mayor uso de alucinógenos comparado con el resto de Colombia. La Secretaría de Salud reportó, en 2017, 1.231 casos de madres gestantes adolescentes, y 133 casos de suicidio registrados en los últimos dos años y medio.
Fácil pensar que con esos indicadores pocos aquí estarían pensando en leer. Y no, justamente por eso creamos Árbol de Libros, y es que a la librería o a los encuentros de literatura en el país llega gente de todas las edades y oficios y, lo más extraordinario, ¡llenan los lugares! Que no nos quepa la duda, la gente sí lee y quiere espacios para lograrlo. Los seres humanos necesitamos caricias para vivir bonito, dejemos entonces que los libros hagan también esa tarea.
* Periodista.
Suena raro eso de buscar caricias en los libros, pero igual, les quiero proponer romper los límites de la imaginación para lograrlo.
En una entrevista en El País de España, Oren Teicher, representante de 2.400 librerías independientes en Estados Unidos, habló sobre el renacer de esos espacios y señaló: “cualquiera puede vender un libro, pero pocos pueden hacer de la venta una experiencia”. Me detengo en esta frase para contarles lo que nos ha pasado en Árbol de Libros, la librería que creamos con mi esposo hace un año en la ciudad de Armenia, Quindío.
Caso 1. Una clienta de 13 años me dijo: “quiero empezar a trabajar rápido para ganar plata y comprarme todos los libros”. Ella va al menos dos veces al mes, hace muchas preguntas, comparte lo que siente con lo que lee, y su cuerpo, todo, habla con emoción del poder transformador de los libros en su formación.
Caso 2. Un cliente desde Bogotá nos escribió cerca de la Navidad porque quería regalar libros a sus familiares más cercanos. Le pedimos una descripción de cada uno y, sobre esa base, le recomendamos un par de títulos para cada cual. Los escogió, se los mandamos al lugar que nos indicó y luego nos envió fotos de algunos de ellos felices con sus regalos.
Caso 3. Una clienta nos buscó para preguntarnos qué le podía regalar a unos papás que acababan de enterrar a su hijo de cinco años. Se fue con dos textos y con un alivio en el corazón.
Caso 4. Una clienta dijo que quería sorprender a su amiga de 35 años con un libro infantil sobre los duelos. Me encantó que pensara en un texto escrito para niños con el objetivo de dárselo a una persona adulta. Le sugerimos varias cosas y se fue feliz.
Caso 5. Una mamá nos pidió apoyo con su hijo que se ha sometido a varias cirugías. Ella quiere un libro que lo ayude a entender su cuerpo con cicatrices.
Cito solo cinco casos de cientos que vivimos y que sustentan lo que afirma Teicher, y es que ciertamente el encanto de una librería independiente es que en ellas compartimos experiencias. Pero mis ejemplos van más allá: quiero demostrar que las personas están ávidas de narrativas para acariciar a su ser amado o a ellas mismas. Y ese poder, el de acariciar la mente y el corazón, lo tienen los libros.
Un país violento, que además todos los días da muestras de brutalidad y de estadísticas sociales desalentadoras, tiene al mismo tiempo una población que busca el contacto físico con los libros. Pongo como ejemplo el Quindío: en 2018 tuvo el mayor índice de desempleo en el país, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística; el Observatorio de Drogas de Colombia concluyó que presenta el mayor uso de alucinógenos comparado con el resto de Colombia. La Secretaría de Salud reportó, en 2017, 1.231 casos de madres gestantes adolescentes, y 133 casos de suicidio registrados en los últimos dos años y medio.
Fácil pensar que con esos indicadores pocos aquí estarían pensando en leer. Y no, justamente por eso creamos Árbol de Libros, y es que a la librería o a los encuentros de literatura en el país llega gente de todas las edades y oficios y, lo más extraordinario, ¡llenan los lugares! Que no nos quepa la duda, la gente sí lee y quiere espacios para lograrlo. Los seres humanos necesitamos caricias para vivir bonito, dejemos entonces que los libros hagan también esa tarea.
* Periodista.