En una entrevista que hizo la periodista Natalia Orozco para su programa Fuerza Latina, la escritora y creadora de Sílaba Editores, Lucía Donadio, afirmó: “Los libros a mí me han salvado la vida siempre, me sostienen”. Habló de esas conversaciones intensas que es posible tener con los libros y dijo que “cuando uno escribe desde el alma está escribiendo algo singular”.
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En una entrevista que hizo la periodista Natalia Orozco para su programa Fuerza Latina, la escritora y creadora de Sílaba Editores, Lucía Donadio, afirmó: “Los libros a mí me han salvado la vida siempre, me sostienen”. Habló de esas conversaciones intensas que es posible tener con los libros y dijo que “cuando uno escribe desde el alma está escribiendo algo singular”.
No es la primera vez que Lucía es fuente de inspiración para esta columna. En junio del año pasado escribí en “Recordar para no dejar morir” sobre su novela Adiós al mar del destierro. Y en esa entrevista para Natalia, que conmueve por el rol de Lucía como editora, escritora y como la madre que perdió a su único hijo, Camilo Duque Donadio, ella ha vuelto a sacudir las ideas bellas sobre los libros, que a veces se esfuman entre tantas noticias desesperanzadoras.
Cuando Lucía habla, vuelve su vista atrás para atraer desde la memoria los momentos que le dan sentido a su vida y que también ahondan sus temores y tristezas. Oí la entrevista a la que estoy haciendo referencia justo cuando estaba preparando el encuentro para el Hay Festival con el escritor Juan Gabriel Vásquez y el director de cine Sergio Cabrera, a propósito de la más reciente novela Volver la vista atrás.
En ella, Juan Gabriel ubica a Sergio y a su familia en varios momentos, siendo los más intensos aquellos al final de los años 60 cuando vivían en Pekín y luego en los 70 con su retorno a Colombia; todo ocurría en esos tiempos en los que el mundo estaba convulsionado por la guerra contra el comunismo y en nuestro país ya tenían fuerza las ideas que les dieron forma a las guerrillas.
Sergio Cabrera volvió su vista atrás gracias al ingenio del novelista colombiano y nos confesó las ilusiones de su juventud, los eslabones quebrados de la relación construida con su padre, Fausto Cabrera, sus lealtades en cuanto a sus amores más profundos y los silencios que condujeron a varias frustraciones. Lo más notorio es que nos permitió entender cuál fue su formación de pensamiento, que a su vez explica el proceso creativo que hemos visto en sus películas.
Sobre la importancia de este libro en la vida del autor y pensando en lo que expresó Lucía Donadio, Juan Gabriel escribió en las notas al final de la novela: “La escritura dio orden y propósito a los días caóticos de la cuarentena, y en más de un sentido me permitió conservar una cierta cordura en medio de aquella vida centrífuga. En otras palabras, ordenar un pasado ajeno fue la manera más eficaz de lidiar con el desorden de mi presente”.
¡Qué poder tienen los libros!
Quiero usar Volver la vista atrás para proponerles algo íntimo: ¿qué tal si volvemos la vista atrás, como lo hizo Sergio Cabrera? ¿Qué encontraríamos? ¿Qué nos gustaría? ¿Qué repetiríamos? ¿De qué nos arrepentiríamos?
Y quiero retomar las palabras de Lucía Donadio para invitarlos a pensar como lectores: ¿algún libro les ha salvado la vida?
Que este sea el momento para decirles a Lucía, a Juan Gabriel y a todas las escritoras y escritores que gracias a sus creaciones literarias muchos hemos vuelto nuestra vista atrás para reencontrarnos y, cuando no se ha tratado de reencuentros, para imaginar otros mundos posibles o para sufrir las realidades que la ficción es capaz de narrar.
La evidencia de cada párrafo creado les apacigua la vida a los escritores, y a los lectores nos cambia un pedacito de nuestro mundo cada novela publicada. Cuando la vida nos pese, volvamos siempre a los libros.
* Periodista.