Algoritmos y arte: políticas culturales en la era de la inteligencia artificial

Pensar el arte en estos días implica un análisis sobre el uso y desarrollo de la tecnología. La plataformización ha hecho posible el acceso a cine, literatura, música o galerías de artes plásticas de manera virtual y, aunque las posibilidades de llegar a contenidos y públicos de todo el mundo han aumentado, los algoritmos de recomendación se han convertido en los curadores más grandes de nuestro tiempo. Además, hoy tenemos un nuevo reto con la inteligencia artificial generativa.

El 4 de mayo, en Colombia, más de 200 integrantes de la comunidad de las artes gráficas y visuales, el cómic, el dibujo, el diseño y la ilustración enviaron una carta abierta al gobierno nacional solicitando iniciar una conversación pública sobre el impacto de las herramientas generadoras de imágenes con Inteligencia Artificial Generativa (IAG) en el campo artístico y cultural del país. La iniciativa se dio en el marco de la inconformidad por las imágenes creadas con este tipo de herramientas que el 1ro de mayo fueron publicadas y compartidas por varios miembros del gobierno incluido el presidente Petro desde su cuenta oficial de X.

Los miedos planteados de manera justa en ese documento se exacerbaron con la IAG, pero estaban pendientes en la discusión de políticas culturales de Colombia desde hace varios años. La transformación digital del sector cultural inició hace rato, la concentración de ganancias en grandes plataformas como Spotify, Netflix, Meta o Amazon aumenta, mientras que la precarización del trabajo en las artes y la cultura se agudiza, entre otras, por el bajo poder de negociación que tienen creadores y creadoras frente a las condiciones que imponen estas grandes empresas. Muchos son los cuestionamientos que existen por los pagos injustos, los mecanismos de censura o las imposiciones que el algoritmo hace a los artistas y creadores del contenido que circula en redes.

Volviendo a la carta, aunque se deberían abarcar otros aspectos, la discusión sobre el arte y la IA se ha concentrado bastante en buscar mayores restricciones al derecho de autor. Se ha expandido la idea de que lograr el cobro por las obras usadas podría brindar soluciones a la precarización del sector, un tema que desde mi punto de vista es mucho más amplio y abarca políticas de cultura, de trabajo, de seguridad social, de tecnología, temas de transparencia y análisis económico sobre diversas medidas que podrían traer costos adicionales para un autor.

Para hablar de IAG, arte y derechos de autor debemos organizar la discusión: un aspecto son los datos de entrenamiento de los modelos, otro las discusiones sobre la titularidad de la obra que se hizo o se modificó con la herramienta y otro cuáles son los factores que determinan la originalidad en este proceso.

Por ejemplo, en relación con los datos de entrenamiento, se han preguntado ¿Cuánto de una obra se utiliza para entrenar un modelo? Según el escritor de ciencia ficción y crítico de la cultura digital, Cory Doctorow, aunque cada modelo varía, la cantidad de datos que se retienen de una obra es muy pequeña, para el caso de Midjourney explica que es aproximadamente un byte de información de cada imagen, algo así como un 0,0000033 % de la obra original, una cifra que llevada a los debates legales del derecho de autor no daría lugar a una protección, sin duda alguna, otro tema para pensar.

La IAG llegó a sacudir todo, hay opiniones y perspectivas divididas. Aquí algunas preguntas clave que considero pueden nutrir el diálogo: ¿Funcionaría aplicar modelos legislativos que emulen lo que pasa en países que están desarrollando herramientas masivas?, ¿nos interesa regular el mercado digital de bienes y servicios culturales como en los países del norte?, ¿qué implica el uso de estás herramientas para las creaciones colombianas?, ¿podríamos pensar en un ecosistema de datos local?, ¿cómo las grandes plataformas tecnológicas impactan nuestra diversidad de expresiones culturales?, ¿cómo enfrentar la pérdida y la transformación de los puestos de trabajo?, ¿cómo hablar de cultura en las discusiones sobre IA en Colombia?, ¿en dónde habrían nuevas formas de compensación y que costos adicionales podrían aparecer para un autor?.

Para Octavio Kulesz, asesor experto en inteligencia artificial y cultura en entornos digitales de UNESCO, es importante preparar nuestros sectores creativos ante esta nueva situación, promover el intercambio de conocimiento entre artistas, programadores, científicos de datos que piensen desde lo local, crear redes de trabajo y fortalecer capacidades. Según Kulesz, quedarnos atrás en este contexto podría generar una nueva brecha creativa y económica entre el norte y el sur global que profundice la precarización y la relación desigual.

El corazón de la carta colombiana expone la urgencia de iniciar una conversación que permita entender desde lo técnico qué sí es y qué no es la IA, pero sobre todo que nos lleve a reflexionar y a tomar medidas frente a los impactos que el uso de estas tecnologías tiene en los derechos culturales de personas usuarias y creadoras, y en los derechos laborales de quienes se están viendo afectados. Este debate coincide de buena manera con la intención que ha manifestado el ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes por abrir un diálogo nacional sobre la Ley General de Cultura y los nuevos aspectos que deben tenerse en cuenta.

Los derechos culturales en entornos digitales son discutidos desde hace varios años. La UNESCO en 2019, atendiendo la preocupación sobre cómo garantizar la diversidad de las expresiones culturales en los entornos digitales, lanzó una Hoja de Ruta Abierta que plantea cinco grandes puntos que incluyen: 1. adaptación de marcos regulatorios, 2. políticas de mercados que puedan garantizar la diversidad en el ecosistema digital, 3. acuerdos internacionales que fomenten un flujo equilibrado de bienes y servicios culturales en internet, 4. fortalecimiento de las competencias digitales y 5. la promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales en el mundo digital. Colombia está en mora de presentar resultados robustos en estos temas y esta puede ser la ocasión para ahondar en este proceso.

Desde Fundación Karisma, en donde coordino temas relacionados con cultura, conocimiento y tecnología, esperamos hacer aportes y pensar en conjunto iniciativas que sirvan para dar luz sobre estas nuevas dimensiones del mundo creativo que evolucionan a gran velocidad.

Pensar el arte en estos días implica un análisis sobre el uso y desarrollo de la tecnología. La plataformización ha hecho posible el acceso a cine, literatura, música o galerías de artes plásticas de manera virtual y, aunque las posibilidades de llegar a contenidos y públicos de todo el mundo han aumentado, los algoritmos de recomendación se han convertido en los curadores más grandes de nuestro tiempo. Además, hoy tenemos un nuevo reto con la inteligencia artificial generativa.

El 4 de mayo, en Colombia, más de 200 integrantes de la comunidad de las artes gráficas y visuales, el cómic, el dibujo, el diseño y la ilustración enviaron una carta abierta al gobierno nacional solicitando iniciar una conversación pública sobre el impacto de las herramientas generadoras de imágenes con Inteligencia Artificial Generativa (IAG) en el campo artístico y cultural del país. La iniciativa se dio en el marco de la inconformidad por las imágenes creadas con este tipo de herramientas que el 1ro de mayo fueron publicadas y compartidas por varios miembros del gobierno incluido el presidente Petro desde su cuenta oficial de X.

Los miedos planteados de manera justa en ese documento se exacerbaron con la IAG, pero estaban pendientes en la discusión de políticas culturales de Colombia desde hace varios años. La transformación digital del sector cultural inició hace rato, la concentración de ganancias en grandes plataformas como Spotify, Netflix, Meta o Amazon aumenta, mientras que la precarización del trabajo en las artes y la cultura se agudiza, entre otras, por el bajo poder de negociación que tienen creadores y creadoras frente a las condiciones que imponen estas grandes empresas. Muchos son los cuestionamientos que existen por los pagos injustos, los mecanismos de censura o las imposiciones que el algoritmo hace a los artistas y creadores del contenido que circula en redes.

Volviendo a la carta, aunque se deberían abarcar otros aspectos, la discusión sobre el arte y la IA se ha concentrado bastante en buscar mayores restricciones al derecho de autor. Se ha expandido la idea de que lograr el cobro por las obras usadas podría brindar soluciones a la precarización del sector, un tema que desde mi punto de vista es mucho más amplio y abarca políticas de cultura, de trabajo, de seguridad social, de tecnología, temas de transparencia y análisis económico sobre diversas medidas que podrían traer costos adicionales para un autor.

Para hablar de IAG, arte y derechos de autor debemos organizar la discusión: un aspecto son los datos de entrenamiento de los modelos, otro las discusiones sobre la titularidad de la obra que se hizo o se modificó con la herramienta y otro cuáles son los factores que determinan la originalidad en este proceso.

Por ejemplo, en relación con los datos de entrenamiento, se han preguntado ¿Cuánto de una obra se utiliza para entrenar un modelo? Según el escritor de ciencia ficción y crítico de la cultura digital, Cory Doctorow, aunque cada modelo varía, la cantidad de datos que se retienen de una obra es muy pequeña, para el caso de Midjourney explica que es aproximadamente un byte de información de cada imagen, algo así como un 0,0000033 % de la obra original, una cifra que llevada a los debates legales del derecho de autor no daría lugar a una protección, sin duda alguna, otro tema para pensar.

La IAG llegó a sacudir todo, hay opiniones y perspectivas divididas. Aquí algunas preguntas clave que considero pueden nutrir el diálogo: ¿Funcionaría aplicar modelos legislativos que emulen lo que pasa en países que están desarrollando herramientas masivas?, ¿nos interesa regular el mercado digital de bienes y servicios culturales como en los países del norte?, ¿qué implica el uso de estás herramientas para las creaciones colombianas?, ¿podríamos pensar en un ecosistema de datos local?, ¿cómo las grandes plataformas tecnológicas impactan nuestra diversidad de expresiones culturales?, ¿cómo enfrentar la pérdida y la transformación de los puestos de trabajo?, ¿cómo hablar de cultura en las discusiones sobre IA en Colombia?, ¿en dónde habrían nuevas formas de compensación y que costos adicionales podrían aparecer para un autor?.

Para Octavio Kulesz, asesor experto en inteligencia artificial y cultura en entornos digitales de UNESCO, es importante preparar nuestros sectores creativos ante esta nueva situación, promover el intercambio de conocimiento entre artistas, programadores, científicos de datos que piensen desde lo local, crear redes de trabajo y fortalecer capacidades. Según Kulesz, quedarnos atrás en este contexto podría generar una nueva brecha creativa y económica entre el norte y el sur global que profundice la precarización y la relación desigual.

El corazón de la carta colombiana expone la urgencia de iniciar una conversación que permita entender desde lo técnico qué sí es y qué no es la IA, pero sobre todo que nos lleve a reflexionar y a tomar medidas frente a los impactos que el uso de estas tecnologías tiene en los derechos culturales de personas usuarias y creadoras, y en los derechos laborales de quienes se están viendo afectados. Este debate coincide de buena manera con la intención que ha manifestado el ministro de las Culturas, las Artes y los Saberes por abrir un diálogo nacional sobre la Ley General de Cultura y los nuevos aspectos que deben tenerse en cuenta.

Los derechos culturales en entornos digitales son discutidos desde hace varios años. La UNESCO en 2019, atendiendo la preocupación sobre cómo garantizar la diversidad de las expresiones culturales en los entornos digitales, lanzó una Hoja de Ruta Abierta que plantea cinco grandes puntos que incluyen: 1. adaptación de marcos regulatorios, 2. políticas de mercados que puedan garantizar la diversidad en el ecosistema digital, 3. acuerdos internacionales que fomenten un flujo equilibrado de bienes y servicios culturales en internet, 4. fortalecimiento de las competencias digitales y 5. la promoción de los derechos humanos y las libertades fundamentales en el mundo digital. Colombia está en mora de presentar resultados robustos en estos temas y esta puede ser la ocasión para ahondar en este proceso.

Desde Fundación Karisma, en donde coordino temas relacionados con cultura, conocimiento y tecnología, esperamos hacer aportes y pensar en conjunto iniciativas que sirvan para dar luz sobre estas nuevas dimensiones del mundo creativo que evolucionan a gran velocidad.