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Por: Marisol Dalmazzo Peillard*
A propósito del Día Mundial de las Ciudades, celebrado el pasado 31 de octubre, es importante reflexionar acerca de las limitaciones y los obstáculos a los que se enfrentan las mujeres y diversidades sexuales en su vida cotidiana para alcanzar sus derechos a la ciudad y el territorio, así como resaltar los esfuerzos que han realizado las mujeres de varias organizaciones sociales y feministas de Bogotá y del Consejo Consultivo de Mujeres del Distrito para que las administraciones de las últimas décadas escuchen sus voces.
Cabe señalar que la estructura urbana impacta de manera diferencial en hombres y mujeres, debido a la división sexual del trabajo, todavía vigente (hombres en lo público y mujeres a cargo de las tareas del cuidado), a pesar de los avances en sus derechos. Si bien las mujeres se han incorporado de manera creciente a la población económicamente activa, continúan mayoritariamente a cargo de las tareas de cuidado en la familia y la comunidad, lo que les genera serios recargos y pobreza de tiempo y recursos, que limitan su autonomía económica.
De acuerdo con el DANE, antes de la pandemia las mujeres destinaban 6,50 horas a actividades de trabajo no remunerado. En la pandemia destinaron ocho horas, debido a las altas demandas de cuidado que trajo el cierre de guarderías, escuelas y centros para adultos mayores, lo que obligó a muchas mujeres a dejar sus trabajos y estudios; en cambio, los hombres no incrementaron el tiempo de trabajo no remunerado. La incidencia de pobreza en hogares liderados por mujeres con menores de edad a cargo es del 55,3 %, mientras que en los liderados por hombres con menores de edad es del 44 %. La situación es más crítica en hogares pobres bajo responsabilidad única de las mujeres, quienes deben sumar horas de trabajo remunerado con horas de trabajo no remunerado del cuidado (tareas escolares, mantenimiento del hogar, sostenimiento emocional y trabajo comunitario).
El análisis de género del territorio ha permitido desarrollar nuevos conceptos y apuestas, como la infraestructura para la vida cotidiana y ciudades de proximidad o ciudades cuidadoras (CEPAL, 2017), orientadas a facilitar a las mujeres el acceso a servicios y equipamientos para el cuidado de las personas dependientes a su cargo en sus barrios y liberar su tiempo en función de la ampliación de oportunidades laborales, culturales y de participación ciudadana.
Las mujeres en los territorios han expresado en sus agendas factores inherentes al urbanismo que incrementan la pobreza de tiempo y recursos a la que están sujetas: la distancia entre los barrios pobres periféricos a las fuentes de empleo y servicios y equipamientos las impacta en mayor tiempo de desplazamiento en transporte público (más de dos horas en Bogotá); las deficientes condiciones habitacionales en los barrios periféricos y centrales les dificultan la realización de tareas domésticas; la violencia e inseguridad para las mujeres y diversidades sexuales en el espacio público limita su movilidad, el uso libre del territorio y sus oportunidades; los impactos ambientales en los barrios recargan las tareas domésticas, producen pérdida de medios de vida y graves afectaciones a la vivienda. Esto se agrava con los enormes déficits de servicios en las zonas rurales.
Al respecto, el Sistema Distrital de Cuidado (sistemadecuidado.gov.co) y las manzanas de cuidado de Bogotá, establecidas por la actual administración y plasmadas en el nuevo Plan de Ordenamiento Territorial, representan un importante avance. Acogen, además, los procesos de incidencia y acuerdos llevados a cabo por las mujeres organizadas con la actual Alcaldía, buscando la garantía del derecho a la ciudad para las mujeres y diversidades sexuales, en cumplimiento con los Objetivos de Desarrollo Sostenible 5 y 11, principalmente.
*Directora de la Fundación AVP para el Desarrollo Social, Red Mujer y Hábitat de América Latina y el Caribe (Colombia).