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                                                                                                                                  La certeza de seguir siendo maestros

                                                                                                                                  Por: Cecilia Dimaté*

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En medio de la monumental incertidumbre generada por la COVID-19, la educación ha sido interpelada y afectada, ya sea por la importancia que tiene para la formación de los ciudadanos o, simplemente, porque es destinataria ad hoc de todos los reclamos que la sociedad formula cuando se siente atacada, fracasada o impotente. Pero la incertidumbre no tiene excepciones. Eso lo empezó a comprender la escuela, hace ya algunos años, porque la cotidianidad del maestro siempre acarrea sorpresas: un niño triste, una pregunta inesperada, un padre enojado por la tarea en casa incomprendida y un sinfín de situaciones que obligan al educador a trabajar con las certezas transitorias de su saber, pero con cierto nivel de incertidumbre periódicamente renovada. 

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  La COVID-19 exigió que la naturaleza pública del maestro superara los linderos del espacio laboral, pues hasta ahora no había sido obligado a abrir su casa; con generosidad, abrió la puerta para recibir a todos en la improvisada aula de clase en que ha convertido su hogar y desde la cual atiende a sus estudiantes. Estos pueden llegar a ser muchos; veinte, cuarenta, cien o más íconos en la pantalla representan ahora a sus discípulos; veinte, cuarenta, cien o más angustias, afectos, rencores, preocupaciones; seres motivados o desinteresados, que esperan que su maestro los convenza, les enseñe, los atienda, los entienda. 

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Corren tiempos angustiosos y agobiantes, por lo que se hace imprescindible, como maestros, darnos un respiro, y que la sociedad nos ofrezca la oportunidad de seguir dando lo mejor que tenemos: nuestra subjetividad, nuestra reflexión, nuestro saber, es decir, nuestro ser mismo, que va más allá de cualquier remuneración o reconocimiento, legítimamente obtenidos.  Nos va la vida en ello, expresaba Luis Eduardo Aute, el cantautor que nos acaba de dejar: Cierto que hui de los fastos y los oropeles, y que jamás puse en venta ninguna quimera; siempre evité ser un súbdito de los laureles, porque vivir era un vértigo y no una carrera…

                                                                                                                                  *Decana de la Facultad de Ciencias de la Educación, docente de la Maestría en Educación y de la Maestría en Economía y Política de la Educación de la Universidad Externado de Colombia.

                                                                                                                                  No ad for you

                                                                                                                                  Por: Cecilia Dimaté*

                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  En medio de la monumental incertidumbre generada por la COVID-19, la educación ha sido interpelada y afectada, ya sea por la importancia que tiene para la formación de los ciudadanos o, simplemente, porque es destinataria ad hoc de todos los reclamos que la sociedad formula cuando se siente atacada, fracasada o impotente. Pero la incertidumbre no tiene excepciones. Eso lo empezó a comprender la escuela, hace ya algunos años, porque la cotidianidad del maestro siempre acarrea sorpresas: un niño triste, una pregunta inesperada, un padre enojado por la tarea en casa incomprendida y un sinfín de situaciones que obligan al educador a trabajar con las certezas transitorias de su saber, pero con cierto nivel de incertidumbre periódicamente renovada. 

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  PUBLICIDAD

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                                                                                                                                  La COVID-19 exigió que la naturaleza pública del maestro superara los linderos del espacio laboral, pues hasta ahora no había sido obligado a abrir su casa; con generosidad, abrió la puerta para recibir a todos en la improvisada aula de clase en que ha convertido su hogar y desde la cual atiende a sus estudiantes. Estos pueden llegar a ser muchos; veinte, cuarenta, cien o más íconos en la pantalla representan ahora a sus discípulos; veinte, cuarenta, cien o más angustias, afectos, rencores, preocupaciones; seres motivados o desinteresados, que esperan que su maestro los convenza, les enseñe, los atienda, los entienda. 

                                                                                                                                  Read more!

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                                                                                                                                  Corren tiempos angustiosos y agobiantes, por lo que se hace imprescindible, como maestros, darnos un respiro, y que la sociedad nos ofrezca la oportunidad de seguir dando lo mejor que tenemos: nuestra subjetividad, nuestra reflexión, nuestro saber, es decir, nuestro ser mismo, que va más allá de cualquier remuneración o reconocimiento, legítimamente obtenidos.  Nos va la vida en ello, expresaba Luis Eduardo Aute, el cantautor que nos acaba de dejar: Cierto que hui de los fastos y los oropeles, y que jamás puse en venta ninguna quimera; siempre evité ser un súbdito de los laureles, porque vivir era un vértigo y no una carrera…

                                                                                                                                  *Decana de la Facultad de Ciencias de la Educación, docente de la Maestría en Educación y de la Maestría en Economía y Política de la Educación de la Universidad Externado de Colombia.

                                                                                                                                  No ad for you

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