Por: Vicky Chehebar*
El primer Día Internacional de la Mujer se realizó en el año 1911. En aquel entonces, millones de mujeres se movilizaron para exigir el acceso al voto, al estudio y el trabajo. En los más de cien años que han transcurrido las cosas han cambiado, y mucho. Aun así, los cambios no han sido rápidos ni sencillos, y lejos estamos todavía de la igualdad.
A muchos sorprende que aún después de los cambios, las mujeres no ocupen de manera inmediata los nuevos espacios disponibles. Entonces reducen estas ausencias a “falta de interés”, y continúan haciendo de las mesas de toma de decisiones un club de unos pocos. A ellos les digo: abrir las puertas no es suficiente. Debemos adaptar estructuras, lenguaje, hábitos y espacios desarrollados en función de los deseos y necesidades de los hombres en otros que incluyan y contemplen a las mujeres. Hay ajustes sencillos y otros más complejos. Las estrategias pueden y deben variar en cada ámbito, respondiendo a necesidades actuales. Esa, señoras y señores, es la verdadera carta de bienvenida.
Hace algunos años comencé a formar parte del Comité Ejecutivo de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia. La elección de participar de este espacio, en oposición de otros cuya misión me motivaban por igual, resultó sencilla por varias cuestiones. En primer lugar, la cultura de respeto y diversidad que abrió la puerta de este espacio a todos aquellos interesados en trabajar por su comunidad, sin importar el género. Pero había, más allá de las palabras, un aspecto sencillo que me confirmó que no se trataba solo de palabras vacías sino de gestos de apertura concretos: las reuniones de Comité no tenían lugar en el tan habitual horario de las tardes, sino que se desarrollaban en desayunos y almuerzos. Un pequeño gesto que sin duda promovió mi incorporación, y que otras mujeres me acompañen en el Comité tiempo después.
Los horarios son tan solo un ejemplo de los incontables aspectos que todavía mantienen la puerta cerrada para la participación de las mujeres en diversos espacios de liderazgo. Sería inocente creer que todos los obstáculos serán tan sencillos de superar. Como Comisionada de Género del Congreso Judío Latinoamericano, soy consciente de que aún tenemos complejos desafíos por delante. Sin embargo, cuando releo la historia de aquellas primeras mujeres una cosa es muy clara: ya no se trata de por qué reclamamos igualdad, sino de cómo vamos a hacer para lograrla.
* Comisionada para la igualdad de género del Congreso Judío Latinoamericano.
Por: Vicky Chehebar*
El primer Día Internacional de la Mujer se realizó en el año 1911. En aquel entonces, millones de mujeres se movilizaron para exigir el acceso al voto, al estudio y el trabajo. En los más de cien años que han transcurrido las cosas han cambiado, y mucho. Aun así, los cambios no han sido rápidos ni sencillos, y lejos estamos todavía de la igualdad.
A muchos sorprende que aún después de los cambios, las mujeres no ocupen de manera inmediata los nuevos espacios disponibles. Entonces reducen estas ausencias a “falta de interés”, y continúan haciendo de las mesas de toma de decisiones un club de unos pocos. A ellos les digo: abrir las puertas no es suficiente. Debemos adaptar estructuras, lenguaje, hábitos y espacios desarrollados en función de los deseos y necesidades de los hombres en otros que incluyan y contemplen a las mujeres. Hay ajustes sencillos y otros más complejos. Las estrategias pueden y deben variar en cada ámbito, respondiendo a necesidades actuales. Esa, señoras y señores, es la verdadera carta de bienvenida.
Hace algunos años comencé a formar parte del Comité Ejecutivo de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia. La elección de participar de este espacio, en oposición de otros cuya misión me motivaban por igual, resultó sencilla por varias cuestiones. En primer lugar, la cultura de respeto y diversidad que abrió la puerta de este espacio a todos aquellos interesados en trabajar por su comunidad, sin importar el género. Pero había, más allá de las palabras, un aspecto sencillo que me confirmó que no se trataba solo de palabras vacías sino de gestos de apertura concretos: las reuniones de Comité no tenían lugar en el tan habitual horario de las tardes, sino que se desarrollaban en desayunos y almuerzos. Un pequeño gesto que sin duda promovió mi incorporación, y que otras mujeres me acompañen en el Comité tiempo después.
Los horarios son tan solo un ejemplo de los incontables aspectos que todavía mantienen la puerta cerrada para la participación de las mujeres en diversos espacios de liderazgo. Sería inocente creer que todos los obstáculos serán tan sencillos de superar. Como Comisionada de Género del Congreso Judío Latinoamericano, soy consciente de que aún tenemos complejos desafíos por delante. Sin embargo, cuando releo la historia de aquellas primeras mujeres una cosa es muy clara: ya no se trata de por qué reclamamos igualdad, sino de cómo vamos a hacer para lograrla.
* Comisionada para la igualdad de género del Congreso Judío Latinoamericano.