Un punto de quiebre en la historia judía
Vivianne Tesone
Lo primero que pensé en la madrugada del sábado, cuando apenas llegaban los primeros reportes de que algo estaba ocurriendo en el sur de Israel, fue “aquí vamos de nuevo”. Fue un pensamiento instintivo, creado por años de desgaste, de oír la misma historia, de dar las mismas batallas y de ese mecanismo de supervivencia humano que vuelve, con el tiempo, las dificultades en parte de la cotidianidad: aquí vamos de nuevo.
No podía estar más equivocada.
Lo supe cuando vi el primer vídeo de terroristas con metralletas manejando por las calles de una ciudad del sur de Israel y en los próximos días lo sabría una y otra vez con cada pedazo de información que se devela de esta masacre. El mundo judío tendrá un antes y un después del 7 de octubre del 2023.
No es la primera vez que nos vemos obligados a marcar nuestra historia con tragedias, pero para la generación que nació después del Holocausto, para quienes crecimos escuchando y diciendo “nunca más”, es un duro golpe pensar que ese “nunca” era demasiado optimista.
Desde el Holocausto el pueblo judío no había sufrido una tragedia igual, y hablo del pueblo judío en general porque esta masacre no solo afecta a quienes viven en Israel. ¿Cómo explicar que Israel además de ser un estado moderno, con todos los desafíos que ello conlleva, es también la esperanza y el hogar del pueblo judío? ¿Cómo explicar que aunque vivamos en la diáspora nuestras familias, nuestros amigos y nuestro corazón están allá también? ¿Cómo explicar que “Am Israel Jai”, ese lema que estamos todos poniendo en nuestras redes sociales, es la conexión que sentimos como pueblo, que cuando un judío es atacado, donde quiera que esté, todos sufrimos?
Desde el sábado en todas las comunidades e instituciones judías de la diáspora se incrementaron las medidas de seguridad. Rabinos llevaron acabo plegarias especiales para pedir por la seguridad de Estado de Israel, por el retorno de los rehenes y recitaron un rezo por los más de mil doscientos ciudadanos israelíes asesinados. Escuelas judías activaron programas para apoyar a sus alumnos y a sus familias. Instituciones iniciaron campañas de donación para recolectar fondos y apoyar a nuestros hermanos en Israel. Se elevaron banderas, se organizaron marchas y, sin importar el idioma que se hablara, entonamos todos en hebreo el Hatikva, el himno de Israel.
Hatikva significa esperanza. No es casualidad que ese sea el nombre del himno del Estado y del pueblo judío. Durante siglos de masacres y persecuciones la esperanza ha sido la guía de quienes recordamos cada año que fuimos esclavos del faraón en Egipto, que destruyeron el templo, que nos expulsaron de nuestra tierra y que sobrevivimos el Holocausto, pero aún así repetimos con esperanza “el año entrante en Jerusalem”.
Recordaremos el 7 de octubre también. Las imágenes y vídeos publicados quedaron grabados en nuestras mentes. Tendremos que cargar con esta memoria, como lo hemos hecho con muchas otras en nuestra historia, y defenderla de quienes ya, a pocos días de los hechos, la están negando y cuestionando.
El día a día sigue. Nuestras comunidades llevan a cabo rezos y celebran Shabat. Las escuelas judías continúan sus clases, las familias se reúnen, leemos noticias, mantenemos contacto con nuestra gente cercana en Israel, vamos al trabajo, lavamos los platos, pensamos dos veces en usar nuestra cadena con la estrella de David, en hacer ese comentario en redes, en identificarnos como judíos. Vamos a demostraciones de apoyo a Israel. Dormimos. Lloramos. Escribimos artículos. Existimos con la mente y el corazón siempre aquí y allá. Nos adaptamos a una nueva cotidianidad, a un mundo permanentemente cambiado… y seguimos adelante.
* Directora Adjunta de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia.
Lo primero que pensé en la madrugada del sábado, cuando apenas llegaban los primeros reportes de que algo estaba ocurriendo en el sur de Israel, fue “aquí vamos de nuevo”. Fue un pensamiento instintivo, creado por años de desgaste, de oír la misma historia, de dar las mismas batallas y de ese mecanismo de supervivencia humano que vuelve, con el tiempo, las dificultades en parte de la cotidianidad: aquí vamos de nuevo.
No podía estar más equivocada.
Lo supe cuando vi el primer vídeo de terroristas con metralletas manejando por las calles de una ciudad del sur de Israel y en los próximos días lo sabría una y otra vez con cada pedazo de información que se devela de esta masacre. El mundo judío tendrá un antes y un después del 7 de octubre del 2023.
No es la primera vez que nos vemos obligados a marcar nuestra historia con tragedias, pero para la generación que nació después del Holocausto, para quienes crecimos escuchando y diciendo “nunca más”, es un duro golpe pensar que ese “nunca” era demasiado optimista.
Desde el Holocausto el pueblo judío no había sufrido una tragedia igual, y hablo del pueblo judío en general porque esta masacre no solo afecta a quienes viven en Israel. ¿Cómo explicar que Israel además de ser un estado moderno, con todos los desafíos que ello conlleva, es también la esperanza y el hogar del pueblo judío? ¿Cómo explicar que aunque vivamos en la diáspora nuestras familias, nuestros amigos y nuestro corazón están allá también? ¿Cómo explicar que “Am Israel Jai”, ese lema que estamos todos poniendo en nuestras redes sociales, es la conexión que sentimos como pueblo, que cuando un judío es atacado, donde quiera que esté, todos sufrimos?
Desde el sábado en todas las comunidades e instituciones judías de la diáspora se incrementaron las medidas de seguridad. Rabinos llevaron acabo plegarias especiales para pedir por la seguridad de Estado de Israel, por el retorno de los rehenes y recitaron un rezo por los más de mil doscientos ciudadanos israelíes asesinados. Escuelas judías activaron programas para apoyar a sus alumnos y a sus familias. Instituciones iniciaron campañas de donación para recolectar fondos y apoyar a nuestros hermanos en Israel. Se elevaron banderas, se organizaron marchas y, sin importar el idioma que se hablara, entonamos todos en hebreo el Hatikva, el himno de Israel.
Hatikva significa esperanza. No es casualidad que ese sea el nombre del himno del Estado y del pueblo judío. Durante siglos de masacres y persecuciones la esperanza ha sido la guía de quienes recordamos cada año que fuimos esclavos del faraón en Egipto, que destruyeron el templo, que nos expulsaron de nuestra tierra y que sobrevivimos el Holocausto, pero aún así repetimos con esperanza “el año entrante en Jerusalem”.
Recordaremos el 7 de octubre también. Las imágenes y vídeos publicados quedaron grabados en nuestras mentes. Tendremos que cargar con esta memoria, como lo hemos hecho con muchas otras en nuestra historia, y defenderla de quienes ya, a pocos días de los hechos, la están negando y cuestionando.
El día a día sigue. Nuestras comunidades llevan a cabo rezos y celebran Shabat. Las escuelas judías continúan sus clases, las familias se reúnen, leemos noticias, mantenemos contacto con nuestra gente cercana en Israel, vamos al trabajo, lavamos los platos, pensamos dos veces en usar nuestra cadena con la estrella de David, en hacer ese comentario en redes, en identificarnos como judíos. Vamos a demostraciones de apoyo a Israel. Dormimos. Lloramos. Escribimos artículos. Existimos con la mente y el corazón siempre aquí y allá. Nos adaptamos a una nueva cotidianidad, a un mundo permanentemente cambiado… y seguimos adelante.
* Directora Adjunta de la Confederación de Comunidades Judías de Colombia.