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¡Cuánta falta nos hace Alfredo Iriarte! Desde su viaje sin retorno en 2002, echamos de menos su amable prosa, sentido del humor y erudición histórica. Haciendo conjeturas atrevidas, imagino un capítulo adicional de su espléndido Bestiario Tropical dedicado al ejercicio prepotente del poder que estamos presenciando y que en pocos meses ha conseguido la hazaña de lograr la contrición de buena parte de sus electores con una contundencia que envidiaría cualquier cura con los pecadores de su parroquia.
Aunque un hijo de Ciénaga de Oro ─titular de un ego tan grande y subterráneo como la catedral de sal del pueblo que le enseñó a leer, pero no a oír─ sería el protagonista del hipotético capítulo adicional del bestiario, Susana Gómez Castaño, la novata parlamentaria que llegó a la Cámara gracias a una conjunción cósmica sin precedentes, tendría cabida en otra de las obras de Iriarte: Cazuela de narraciones estrambóticas.
La legisladora Susana Boreal usufructúa ese apelativo que nos remonta a los vientos del ártico de manera magistral, pues produce con sus declaraciones y entrevistas esa sensación gélida que pone la piel de gallina y los pelos de punta. Supimos de su existencia en mayo de 2021 por cuenta de la protesta que se llevó a cabo en el Parque de Los Deseos de Medellín en la que dirigió a un grupo de 400 músicos y que a la postre le dio el cupo en la lista cerrada del Pacto Histórico a la Cámara por el departamento de Antioquia que ahora la tiene sentada en el capitolio.
Su presencia en los medios comenzó a crecer por cuenta de una prueba elemental para cualquier congresista en la que, de once preguntas que le formuló la abogada Ana Bejarano, falló en ocho. Este episodio no la descalifica, pero ha debido enseñarle que, más allá del activismo, el ejercicio de la actividad pública implica preparación y responsabilidad. Desconociendo que equivocarse por primera vez es un error, pero que hacerlo por segunda ocasión sobre la misma materia es una decisión, Susana ha motivado varios titulares de prensa que no la dejan bien parada.
La contratación de Christian Guzmán (cuyas calificaciones académicas son tan escasas como dudosa es su experiencia) para ocupar el cargo de asesor en la UTL Boreal es, en sí misma, una decisión cuestionable. Si a ella se le suma que el zángano tiene una relación cercana con la congresista, la transparencia de esa contratación se complica y si la justificación resulta ser una colección de ideas deshilvanadas, el resultado es desastroso.
No se había enfriado la discusión sobre la vinculación del novio-amigo cuando Susana confesó su afición por el consumo cotidiano de cannabis. O el nuevo asesor no le advirtió que la divulgación de las costumbres íntimas con fines propagandísticos no es aconsejable o Susana, con los humos subidos, no le prestó atención.
Ni fumar marihuana a diario ni contratar conocidos es ilegal. Sin embargo, vale la pena sugerirle a la congresista que tome la batuta para dirigirse a sí misma, pues de no hacerlo corre el riesgo de que su carrera política se trabe y termine entre concertinas en lugar de concertinos.
Por Francisco Torres Gutiérrez
