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El 5 de julio de 2023, la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia anunció al argentino-israelí Yeruham Scharovsky como su nuevo director artístico y maestro titular. Scharovsky ha dirigido orquestas como la Sinfónica de Jerusalén, la Sinfónica de Moscú y la Sinfónica de Israel, y el 3 de agosto, se estrenó como director de la Sinfónica Nacional de Colombia en un concierto en honor a los 75 años de la independencia del Estado de Israel, en el Teatro Colón de Bogotá, en el que los israelíes Tomer Lev y Lior Lifshitz fueron solistas, y en el que la Sinfónica Nacional de Colombia interpretó, entre otras obras, Hatikva (la esperanza), el himno nacional de Israel.
Este concierto marcó el inicio de un acuerdo de colaboración cultural entre Colombia e Israel, que incluye un convenio académico por el que músicos colombianos serán becados en la Escuela de Música Buchmann-Mehta de la Universidad de Tel Aviv. El acuerdo fue firmado por Juan Antonio Cuéllar, gerente de la Sinfónica, y Tomer Lev, y fungieron de testigos de la firma Jorge Zorro, entonces ministro encargado de Cultura, y Gali Dagan, actual embajador de Israel en Colombia, además de Scharovsky. El acuerdo auguró una época feliz en las relaciones de los dos estados, que se debía en gran parte a las labores del embajador Dagan.
Entonces ocurrió el 7 de octubre. Petro no quiso condenar la masacre perpetrada por Hamás. Luego comparó lo que pasaba en la Franja de Gaza con lo que los nazis hicieron en Auschwitz, con una serie de argumentos y analogías que, según distintas instituciones internacionales, eran antisemitas e incurrían en el negacionismo del Holocausto. Esta situación llevó a una confrontación entre Petro y Gali Dagan en las redes sociales, a la llamada a consultas de la embajadora colombiana en Israel y a una serie de comunicaciones erráticas y ambiguas del gobierno colombiano que parecían expulsar a Dagan de Colombia. A pesar de la animosidad y de las comunicaciones confusas del gobierno, Dagan sigue siendo hoy el embajador de Israel en Colombia, y ha continuado con distintos proyectos de cooperación que se habían iniciado antes de la masacre del 7 de octubre.
En medio de todo este caos diplomático, Yeruham Scharovsky ha seguido al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia, y la ha dirigido en distintos conciertos que, podría decirse, obedecen a los intereses de la nación colombiana y a los proyectos de nuestro actual gobierno. Por ejemplo, la ha dirigido en distintas ciudades colombianas en conciertos organizados en un esfuerzo del Ministerio de Cultura por acercar la Orquesta a las regiones. La dirigió también el 25 de septiembre en la eucaristía por la muerte de Fernando Botero en la Catedral Primada de Bogotá.
Más recientemente, el 1 de febrero de 2024, la dirigió en un concierto en el Auditorio León de Greiff de la Universidad Nacional, en Bogotá, con el que la Orquesta inauguró su temporada del 2024. La entrada era libre, y el programa constaba del Concierto para violín de Chaikovsky. El solista fue el violinista israelí Michael Shaham.
Antes de que la orquesta empezara a tocar, un grupo de asistentes interrumpió el desarrollo del concierto: levantaron una bandera palestina y gritaron arengas evidentemente dirigidas a los dos artistas israelíes que estaban sobre el escenario, entre las que se oyeron “Colombia no apoya genocidas” y “Fuera Israel, fuera de Colombia”. Por impedir el comienzo del concierto, los manifestantes fueron retirados del público. La presentación pudo entonces seguir su curso sin inconvenientes.
En X, antes Twitter, algunas cuentas defendieron a los manifestantes. Palestina Hoy se preguntó, en evidente desconocimiento de las relaciones diplomáticas y el acuerdo de cooperación que hicieron posible el concierto del 1 de febrero, “¿Con qué criterio se invita a representantes israelíes cuando este país destruye sistemáticamente la cultura y artes de Palestina?”. Otros, como @YStevenGM18, justificaron la protesta como una “acción de BOICOT cultural y académico al Sionismo (sic)”, con el argumento de que la Universidad Nacional “no debe ceder espacios a quienes justifiquen la masacre y Genocidio (sic) en Gaza” como “el director de la Orquesta Filarmónica de Jerusalén (sic), Yeruham Scharovsky”.
Fue evidente en el auditorio que la acusación de genocidas se lanzó contra Scharovsky y Shaham. Es difícil encontrar una justificación para tal acusación que no sea la nacionalidad de los artistas. Quizás, los manifestantes y sus defensores consideran a Scharovsky “un genocida” porque se ha expresado en algunas ocasiones como alguien que ama a su país, una expresión y un sentimiento a los que tienen derecho todos los habitantes del planeta: para Scharovsky, es loable que Israel se destque por su compromiso con el arte y la tecnología aun en medio de la guerra y de la amenaza constante de sus vecinos. O quizás lo consideran “un genocida” porque el pasado 10 de octubre, tres días después del ataque de Hamás, lloró mientras dirigía a la Orquesta Sinfónica Nacional de Colombia en Bucaramanga. Entre las víctimas de Hamás había amigos y conocidos de Scharovsky, quien dijo después del concierto que “la música me ha salvado del dolor”.
Al margen de la justificación que hayan tenido los manifestantes para acusar a Scharovsky y a Shaham de genocidas, y al margen del hecho de que fueron retirados porque sus arengas impedían el comienzo del concierto, la reacción más desconcertante ante estos hechos fue la del presidente Gustavo Petro. En X, Petro calificó el retiro de los manifestantes de “censura”. “Nosotros tenemos relaciones diplomáticas con el Estado Palestino, su bandera como la de todos los estados con los que hemos establecido relaciones diplomáticas debe ser respetada. Colombia es un país de libertades y derechos y en la universidad pública no cabe la censura. Cultura y libertad son sinónimos”, publicó el presidente.
La respuesta de Petro desconcierta, primero, por el total desconocimiento del contexto en el que ocurrió la protesta y el retiro de los manifestantes. No deja de ser extraño que Petro crea que un auditorio en el que un concierto de música sinfónica está por empezar es un lugar en el que las banderas de los estados con los que Colombia tiene relaciones diplomáticas deban mostrarse en medio de gritos, a costa de dos músicos israelíes que estaban siendo atacados e injuriados por los manifestantes, a costa de una orquesta adscrita al Estado colombiano que no podía empezar su función, y a costa del público que había entrado al auditorio a oír música, no a oír arengas políticas. También es desconcertante que Petro sugiera que dar alaridos en un auditorio para boicotear un concierto —es decir, gritar para que el otro no pueda hablar o, en este caso, sonar— es un ejercicio legítimo de la libertad de expresión.
Pero lo que más desconcierta de la respuesta del presidente es que este se trató de un acto de boicot contra un evento cultural posibilitado por un acuerdo de cooperación firmado por su gobierno, y del que se ha beneficiado la nación colombiana en múltiples oportunidades y en muchos sentidos. Lo menos que podía esperarse de un verdadero jefe de Estado era una muestra de solidaridad y apoyo para Scharovsky y Shaham. Petro, justamente, tiene un acuerdo con Israel que ha traído música, cultura y oportunidades para los colombianos, y era de esperarse que defendiera el derecho de estos músicos a presentarse y a trabajar por el arte en nuestro país.
Nadie niega el derecho de los manifestantes a protestar en contra de las acciones del ejército israelí en Gaza o a solidarizarse con la causa del pueblo palestino. Nadie niega su derecho a izar o a sostener la bandera palestina. Pero a interrumpir un concierto con gritos no tiene derecho nadie. Y hacerlo solo porque entre los músicos hay dos israelíes es un acto de xenofobia, contra el que, por todo el contexto en el que se dio, debía esperarse un pronunciamiento del presidente cuyo gobierno trajo a esos músicos a Colombia en primera instancia.