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En vísperas del 45 aniversario de la histórica decisión del gobierno de Julio César Turbay de normalizar relaciones con la República Popular China, el canciller Luis Gilberto Murillo anunció oficialmente en Beijing que adheriríamos a la Iniciativa de la Franja y la Ruta, la propuesta china de globalización del desarrollo que nació de una propuesta china hecha en Kazakistán en 2013. Con ocasión del anuncio, en el país viene analizándose y discutiéndose sobre los alcances económicos y políticos de adherir al BRI.
Por estos días en Perú se inauguró, con presencia del presidente Xi Jinping, un proyecto BRI, el puerto de Chancay que transformará el transporte y la logística comercial del Pacífico suramericano.
La Franja y la Ruta es el principal mecanismo de cooperación Sur-Sur, compatible con los multilaterales y los del Norte. Pero como estrategia de globalización originada y liderada desde el Sur, no tiene precedentes en la historia y se conjuga con el rol de BRICS. Su desarrollo se basa en los principios de consulta intensiva, contribución conjunta y beneficio compartido. El objetivo es desarrollar en la práctica la comunidad de futuro compartido, encaja con los objetivos de desarrollo sostenible y la agenda 2030 “en concepto, indicadores y metas” como dice el Libro Blanco publicado por el gobierno chino en octubre del año pasado. Está inspirado en la experiencia de la Ruta de la Seda y la riqueza cultural y económica que emergió de ella hace 2.300 años.
La Franja y la Ruta ha permitido que países cuyo desarrollo se ha limitado por estar geográficamente aislados se conecten a las rutas terrestres y marítimas de la economía mundial. “From landlocked to landlinked” es un titular común cuando se habla de la conectividad resultado de la iniciativa.
Su presentación en sociedad fue en Kazakistán en 2013, un país sin salida al mar, hoy conectado por el corredor férreo de carga China-Europa, el corredor económico China-Centro Asia-Asia Occidental, la autopista Kyrgyzstan-Uzbekistan, el gasoducto China-Centroasia y el Centro de Cooperación Logística de Lianyungang. Kazakistán superó cuellos de botella significativos para desplegar su capacidad económica integral, su potencial turístico y energético.
Otro país aislado, pero esta vez muy pobre es Etiopía, que se conecta hoy a la economía mundial gracias al tren Addis Abeba–Djibouti y la terminal de contenedores de Doraleh.
Otro ejemplo es Laos, un país hermoso agobiado por el subdesarrollo resultado de no tener conexiones hacia las rutas del comercio internacional. La Franja y la Ruta le dio esa conectividad con el tren China-Laos, la Zona de Desarrollo Vientiane Saysettha y la Zona de Cooperación Económica Boten-Mohan Economic.
La Franja y la Ruta es mucho más que un acuerdo comercial o de logística. Tiene variantes en energía, salud, cultura, integración financiera. Hay variantes para museos, educación, salud, digitalización. El hospital Mahosot en Laos y la bellísima nueva Biblioteca Nacional de El Salvador (BINAES) son solo unos de los tantos ejemplos en que se despliega la Franja y la Ruta.
Aunque es una iniciativa originada por China, la Franja y la Ruta es un bien público mundial cuya configuración se va transformando por el modelo de cooperación consultiva que hace que termine siendo de todos los países participantes y que trae beneficios no fácilmente cuantificables porque se relacionan con el bienestar general, como la forma en que mejora la vida cotidiana la infraestructura o la tecnología de alta calidad, los espacios públicos, el medio ambiente, la cultura y la seguridad.
La adhesión final de Colombia debe producirse pronto, ojalá en febrero de 2025, coincidiendo con el 45 aniversario de normalización de relaciones diplomáticas. Esperemos que el memorando de adhesión sea un documento flexible para que sean los proyectos concretos, sus fases piloto y los ajustes subsiguientes donde, mediante la consulta intensiva propia de la Franja y la Ruta, se resuelvan las dudas y se decidan los ajustes que satisfagan los intereses de todas las partes en beneficio compartido.
Colombia lleva “analizando” la adhesión por tantos años que en realidad se ha paralizado, mientras los países de la región avanzaron: Perú construyó el puerto de Chancay, Argentina reactivó su programa de energía nuclear, El Salvador hizo la infraestructura cultural más moderna de la región y Chile suscribió un tratado de libre comercio que potenció sus exportaciones a China. En 2023, solo en valor, lo exportado en cerezas chilenas fue superior que el total de nuestras exportaciones.
Cuando a los vecinos les está yendo tan bien en la verbena hay que ponerse el traje y asistir; si no, oiremos después las historias de los que la están pasando bien.