Cultura y arte ancestral por coca: el valor del conocimiento tradicional de las comunidades negras del Pacífico
Por Audrey Mena
Las comunidades étnicas que habitan los territorios del Pacífico colombiano han sido históricamente impactadas por el conflicto armado, pero también por el abandono del Estado, dejándolas en una difícil situación de empobrecimiento, desigualdad y grave vulneración de sus derechos fundamentales. En la actualidad, tras la firma del Acuerdo de Paz, continúan las violaciones a los derechos humanos, a los líderes y lideresas los han silenciando, y muchas de las familias negras e indígenas habitantes de estos territorios se han visto en la necesidad de sembrar hoja de coca como medio de subsistencia, modificando sus tradiciones y cultura para poder pervivir en medio de este complejo orden social impuesto.
Ciertamente, para que se garantice una paz territorial, es necesario que estas comunidades puedan vivir e integrarse de manera lícita a la economía colombiana. Por esto es necesario pensar cómo los retos sociales del Pacífico pueden representar también grandes oportunidades para integrar a estas poblaciones de modo transparente, respetando sus tradiciones y su patrimonio, a estrategias de desarrollo alternativo, que les permitan cambiar las condiciones de los territorios que hoy presentan una alta vulnerabilidad frente a los cultivos ilícitos.
A propósito de esto, el actual presidente ha promovido, en sus discursos públicos, la necesidad de establecer en Colombia una política económica basada en el fortalecimiento de la creatividad, el talento y la innovación; que son los principales recursos e insumos en que se enmarca la economía naranja, término, que se ha convertido en una tendencia global en los negocios. Esto sin mucho eco en comunidades que día a día tienen que padecer de amplias vicisitudes para obtener el diario; claramente pensado desde la perspectiva de una sociedad colombiana a la que le es difícil imaginar a las comunidades negras e indígenas como sinónimo de creatividad, talento e innovación más allá de algo folclórico o enmarcado en el escenario de “aceptación cultural”.
Lo cierto es que los territorios colectivos de las comunidades negras e indígenas del Pacífico colombiano han sido escenarios singulares por la diversidad cultural, expresada en la multiplicidad de rasgos diferenciados de procedencia africana de sus poblaciones, y por las culturas indígenas embera, tule, zenú, nasa, inga y awá. En estas comunidades, mujeres y hombres siempre han jugado un papel importante en la salvaguarda y transmisión de tradiciones, reglas de conducta y destrezas, que se consideran indispensables para mantener la cohesión de la familia y su posición en sus sistemas sociales tradicionales. Precisamente, estos sistemas tradicionales de conocimiento sobre la biodiversidad han constituido un conjunto complejo y socialmente regulado de valores, prácticas, tecnologías e innovaciones desarrolladas históricamente en su relación con la biodiversidad de la cual dependen de manera directa para poder vivir.
En este sentido, el sector creativo tiene un gran impacto en la economía de cualquier país y se trata de apoyar, entonces, a las comunidades de estos territorios en la implementación de sus propias visiones de desarrollo ecológico, económico y social, partiendo de sus connotaciones y formas tradicionales de producción de la cultura, y del conocimiento de estas que se materializa en conocimiento medicinal y expresiones materiales del arte y las prácticas culturales las cuales sí han demostrado garantía de permanencia y desarrollo de la diversidad natural y cultural en el planeta tierra.
Por Audrey Mena
Las comunidades étnicas que habitan los territorios del Pacífico colombiano han sido históricamente impactadas por el conflicto armado, pero también por el abandono del Estado, dejándolas en una difícil situación de empobrecimiento, desigualdad y grave vulneración de sus derechos fundamentales. En la actualidad, tras la firma del Acuerdo de Paz, continúan las violaciones a los derechos humanos, a los líderes y lideresas los han silenciando, y muchas de las familias negras e indígenas habitantes de estos territorios se han visto en la necesidad de sembrar hoja de coca como medio de subsistencia, modificando sus tradiciones y cultura para poder pervivir en medio de este complejo orden social impuesto.
Ciertamente, para que se garantice una paz territorial, es necesario que estas comunidades puedan vivir e integrarse de manera lícita a la economía colombiana. Por esto es necesario pensar cómo los retos sociales del Pacífico pueden representar también grandes oportunidades para integrar a estas poblaciones de modo transparente, respetando sus tradiciones y su patrimonio, a estrategias de desarrollo alternativo, que les permitan cambiar las condiciones de los territorios que hoy presentan una alta vulnerabilidad frente a los cultivos ilícitos.
A propósito de esto, el actual presidente ha promovido, en sus discursos públicos, la necesidad de establecer en Colombia una política económica basada en el fortalecimiento de la creatividad, el talento y la innovación; que son los principales recursos e insumos en que se enmarca la economía naranja, término, que se ha convertido en una tendencia global en los negocios. Esto sin mucho eco en comunidades que día a día tienen que padecer de amplias vicisitudes para obtener el diario; claramente pensado desde la perspectiva de una sociedad colombiana a la que le es difícil imaginar a las comunidades negras e indígenas como sinónimo de creatividad, talento e innovación más allá de algo folclórico o enmarcado en el escenario de “aceptación cultural”.
Lo cierto es que los territorios colectivos de las comunidades negras e indígenas del Pacífico colombiano han sido escenarios singulares por la diversidad cultural, expresada en la multiplicidad de rasgos diferenciados de procedencia africana de sus poblaciones, y por las culturas indígenas embera, tule, zenú, nasa, inga y awá. En estas comunidades, mujeres y hombres siempre han jugado un papel importante en la salvaguarda y transmisión de tradiciones, reglas de conducta y destrezas, que se consideran indispensables para mantener la cohesión de la familia y su posición en sus sistemas sociales tradicionales. Precisamente, estos sistemas tradicionales de conocimiento sobre la biodiversidad han constituido un conjunto complejo y socialmente regulado de valores, prácticas, tecnologías e innovaciones desarrolladas históricamente en su relación con la biodiversidad de la cual dependen de manera directa para poder vivir.
En este sentido, el sector creativo tiene un gran impacto en la economía de cualquier país y se trata de apoyar, entonces, a las comunidades de estos territorios en la implementación de sus propias visiones de desarrollo ecológico, económico y social, partiendo de sus connotaciones y formas tradicionales de producción de la cultura, y del conocimiento de estas que se materializa en conocimiento medicinal y expresiones materiales del arte y las prácticas culturales las cuales sí han demostrado garantía de permanencia y desarrollo de la diversidad natural y cultural en el planeta tierra.