Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
A fines del siglo XVIII en la Nueva Granada, uno de los criterios para poder ingresar a una Universidad, consistía en probar que los antepasados del aspirante no habían tenido oficios que se consideraran viles, es decir que hubieran trabajado con sus manos. Siglos después, cuando los Estados Unidos ordenó una investigación para dar cuenta de que los soviéticos se hubieran adelantado en la carrera espacial con el lanzamiento del Sputnik, encontraron que en las universidades de élite de Norteamérica se enseñaba mucha teoría y poca práctica. Los estudiantes no aprovechaban los laboratorios, y si bien podían especular sobre muchos temas, y hacer formidables demostraciones matemáticas, eso de hacer un satélite que funcionara les quedaba grande.
Estas dos anécdotas sirven para ilustrar dos puntos: la importancia de tener contacto con la realidad cuando se aprende y la forma como nuestra sociedad desprecia el trabajo en contacto con la realidad. Nos falta que la lección de fondo sea aprendida en Colombia. Las universidades de punta han hecho una magnífica tarea, sin duda, pero han enfocado sus esfuerzos al mercado, no al trabajo. El abismo entre lo aprendido y lo que se requiere es enorme. La mayor parte de los jóvenes quiere ser profesional, ojalá de universidades aspiracionales, aunque al terminar no consigan empleo. Las apariencias siguen siendo, como en el período colonial, lo más importante. Las mejores y más ricas universidades son las que tienen más aspirantes, reciben el apoyo de los donantes más generosos y se llevan todos los elogios. No hay nada malo en esas universidades: son instituciones que les cambian la vida para bien a muchas personas, especialmente a los que desde la educación básica han tenido las mejores oportunidades o a aquellos que han logrado ser los mejores pese a la adversidad. Pero el modelo “the best for the best”, tan norteamericano, no es la única respuesta para este país.
Además de las universidades de investigación, que son claves, este país necesita cada vez más instituciones de educación superior que no se midan por sus profesores con doctorado, por los “productos” de investigación y por su posición en los rankings. Se necesitan instituciones con un mayor impacto en el mundo del trabajo, especialmente en los sectores menos privilegiados, y que además contribuyan al crecimiento del país y de su sector productivo.
El nuevo gobierno tiene una oportunidad dorada para cambiar las cosas, en beneficio de cientos de miles de jóvenes desempleados, y de los empresarios comprometidos con el país, que son muchos. El presidente Petro ha hecho un diagnóstico correcto cuando afirma que el país se ha desindustrializado y que los jóvenes no encuentran trabajo digno. Es más, a lo anterior se debe agregar que cerca del 70 % de los empresarios no encuentran la gente que necesitan para darles empleo. Nuestras calles se están llenando de profesionales muy orgullosos de su título, pero sin empleo, mientras hay muchísimos de empleos sin gente que los pueda ocupar.
Algo está, entonces, profundamente equivocado en nuestra propuesta educativa. El modelo de universidades de prestigio, para gente prestigiosa, con presupuestos abultados y donantes generosos, cumple un papel, y muy importante. Pero, al igual que los físicos norteamericanos de los años cincuenta, se ha quedado corto. Si queremos cambiar no solo vidas, sino sociedades, hay que mirar también otras alternativas.
No es la primera vez que un país enfrenta el mismo dilema, con la diferencia de que en otros lugares no existe el menosprecio por aprender haciendo, ni por los oficios. Esos países, especialmente del centro de Europa y de Escandinavia, introdujeron el que se conoce como modelo dual, precisamente para rescatar la idea de que la mejor forma de aprender es en contextos reales. En Colombia dicho modelo se importó de Alemania hace cerca de 20 años, pero mientras en ese país hay 1.500.000 jóvenes aprovechando la formación dual, acá ese número no llega a 2.000. Otros países, como Corea del Sur y China lo han sabido aprovechar: llevan mucho menos tiempo con el modelo dual y ya tienen resultados extraordinarios.
La formación dual consiste en combinar períodos de aprendizaje en el aula y en la empresa o en la organización. No se trata de la pasantía convencional en la cual se aplica lo que se adquiere en el aula: por el contrario, es una formación en que se aprende tanto desde la teoría como desde la práctica, gracias a currículos donde ambas experiencias se articulan. Es un modelo cuya utilidad para reducir los tiempos de estudio y aumentar la empleabilidad, sin reducir la calidad, está demostrado. En Colombia estudiar un programa de modelo dual hace la diferencia, tanto a nivel académico como profesional. Esto se demostró en un estudio realizado en el 2021 por la consultora educativa Éccole!, que encontró que los egresados del modelo dual en Colombia abandonan menos la educación superior, pese a ser en su mayor parte estratos 2 y 3, y que tienen mejores resultados académicos y mayores tasas de empleabilidad que egresados de carreras similares en universidades sin modelo dual. Al tener un contacto cercano con las empresas desde el inicio de sus carreras, los estudiantes del modelo dual tienen mayor probabilidad de ser contratados al momento de graduarse. En promedio, el 73 % de los egresados del modelo dual están empleados el día de la ceremonia de grados.
Trabajar desde tan temprano en una empresa no significa descuidar la calidad académica De acuerdo con los resultados del examen Saber Pro, en años recientes (2016-2020), los egresados del modelo dual han puntuado alto en lectura crítica, razonamiento cuantitativo e inglés. Un estudio de Daniel Bogoya, basado en las pruebas Saber Pro entre 2016 y 2021, encontró que entre las primeras quince instituciones universitarias con mejor desempeño se encuentran dos que tienen el modelo dual: La Corporación Universitaria von Humboldt de Armenia y Uniempresarial de la Cámara de Comercio de Bogotá.
La resiliencia es otra característica de los estudiantes de modelo dual. El 63 % de los egresados de la carrera de administración de empresas que empezaron con resultados de Saber 11 por debajo del promedio nacional, terminaron con resultados por encima del promedio en Saber Pro, comparado con el 53 % de los estudiantes de administración en universidades tradicionales. Esta diferencia se debe a las habilidades adquiridas en las empresas y organizaciones coformadoras. Nada es mejor que la oportunidad de aprender haciendo. Desde la praxis.
El modelo de educación dual permite mejorar la formación de los jóvenes, apoyar a las empresas responsables y con compromiso país, duplicar, dada la alternancia aula-realidad, la cantidad de espacios disponibles con la misma infraestructura, graduar jóvenes en menos tiempo y con mejores perspectivas. Hoy, gracias al apoyo de la Red de formación dual de Alemania (DHLA), de la Embajada suiza en Colombia y de empresas de este país, como Nestlé, hay un nuevo apoyo a la formación dual. El estado ha avanzado mucho en la comprensión de su importancia. El momento es oportuno. Funcionarios del gobierno han afirmado que el ideal de Colombia es alcanzar niveles de desarrollo económico e igualdad social como los de Escandinavia. Sería fundamental mirar qué es lo que esos países, y muchos otros de Europa y Asia, están haciendo y adaptar sus respuestas a nuestro entorno. Ojalá se pueda.