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En Endeavor creemos que los buenos ejemplos de emprendimiento tienen un efecto multiplicador en la sociedad, no solo porque movilizan nuevas dimensiones de la economía, generando empleo de calidad, sino porque además atraen inversión e inspiran a que muchos sigan esta ruta de creación empresarial. Este consideramos que es el valor intrínseco del emprendimiento.
Durante los últimos 15 años hemos visto cómo se ha conformado en el país una generación emprendedora —hombres y mujeres— que logra atraer capital de riesgo de inversionistas nacionales, además de los principales fondos de inversión globales. Se ha vuelto común ver en noticias cómo se concretan rondas de financiación para apoyar las ideas de negocio de nuestros jóvenes, un fenómeno que nos llena de orgullo nacional, muy parecido al que se genera cuando vemos titulares de deportistas conquistando escenarios mundiales.
No obstante, durante las últimas semanas, dentro de la comunidad de emprendimiento del país y en sus redes sociales se generó una discusión candente alrededor del impacto disuasivo que puede tener un artículo de la reforma tributaria frente a la inversión en proyectos empresariales nacientes. La discusión tiene que ver con el valor intrínseco del emprendimiento, pero en este caso se refiere al “valor intrínseco” de las acciones de las empresas que aún están en proceso de construcción.
¿Por qué se puede disuadir la inversión en los emprendimientos del país?
Los proyectos empresariales con alto potencial requieren ideas, iniciativa, esfuerzo e inversión. Cuando un emprendimiento arranca (etapa conocida como start-up), el objetivo normalmente es probar la viabilidad del modelo de negocio con un capital mínimo. Si llega el momento de crecer la propuesta empresarial, es común buscar inversionistas que inyecten recursos para desarrollar el plan de negocio a cambio de una participación en esta empresa naciente. Quien aporta este nuevo capital, apuesta a una visión de futuro que espera pueda materializarse y cuya valoración (valor intrínseco) es superior a lo que al emprendedor efectivamente le costó probar la viabilidad de su negocio (costo fiscal).
El hecho de recibir inversión a cambio de una dilución no asegura el éxito del proyecto. Más bien, es a partir de ese evento que se comienza a recorrer un camino arduo de construcción empresarial (hay que atraer equipos, desarrollar productos, probar estrategias comerciales, invertir en tecnología, implementar procesos, entre muchos otros esfuerzos). En ese recorrido es común que se generen pérdidas, se vivan turbulencias y se demore el cumplimiento de los hitos. Es decir que cuando una start-up recibe inversión falta mucho trayecto para que el emprendedor reciba beneficios económicos tangibles.
En el actual borrador de la reforma tributaria se define que en la base gravable para el nuevo impuesto al patrimonio se debe tener en cuenta el valor intrínseco de las acciones de las empresas. En el caso en que un emprendedor reciba inversionistas en su start-up a un valor intrínseco que es superior al costo fiscal, aun cuando todavía se encuentra en etapa de construcción empresarial, tendría que tributar sobre una expectativa económica que no se ha realizado. En otras palabras, tendría que pagar impuestos hoy sobre beneficios futuros inciertos. Esto llevaría a que el emprendedor no tuviese un incentivo de recibir inversión por su idea o por su esfuerzo; dicho de otra manera, se limitaría la iniciativa empresarial y la inversión en capital de riesgo.
¿Qué sugerimos?
Después de arduas sesiones entre emprendedores de Endeavor y otras comunidades de este ecosistema, llegamos a la conclusión de que es mucho más conveniente para el país que, en el caso de los emprendimientos que hayan recibido inversión a cambio de participación en el capital de la empresa durante los últimos 10 años, el valor de las acciones a reportar como base gravable del impuesto al patrimonio debería ser su costo fiscal. Incluso se podría llegar a sugerir que el emprendedor reporte dicho costo fiscal cuando el precio de las acciones recibidas por el inversionista al hacer su aporte de capital haya sido de por lo menos 2,5 veces el valor intrínseco por acción.
Entendemos la necesidad de ajustar las cuentas fiscales para lograr la inversión social que requiere el país y comprendemos la intención del ministro de Hacienda y sus equipos de escuchar sugerencias. Es por esto por lo que hemos buscado hacer llegar esta propuesta en distintos foros.
Valor intrínseco vs. valor intrínseco
El emprendimiento no va a cesar en el mundo, pero sí puede mudarse y concentrarse en los lugares donde existan más facilidades, incentivos y confianza para la creación empresarial. En Colombia hoy contamos con un movimiento de emprendimiento que incita a los jóvenes a soñar con proyectos que movilicen la transformación económica y social del país, que sea incluyente con los distintos colectivos existentes en todos los rincones de Colombia y que disminuya las brechas de inequidad existentes. Esta capacidad de soñar con crear empresa es un activo de país que debemos cuidar, pues nos puede permitir progreso y movilidad social en los años venideros.
Confiemos colectivamente, entonces, en la importancia de fomentar el valor intrínseco que resulta de una mentalidad emprendedora, pero no gravemos el valor intrínseco de un emprendimiento cuando reciba capital, antes de que efectivamente se haya monetizado el beneficio económico esperado.
* Presidente de la junta directiva de Endeavor Colombia.