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                                                                                                                                Gilinski, el rabí y la Torá

                                                                                                                                Por: Daniel Schwartz y Simón Ganitsky

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La columna pretende sumarse a las voces de indignación que han rechazado las decisiones que Gabriel Gilinski ha tomado a cargo del Grupo Semana. El ataque a la independencia de Arcadia —con el despido injustificado del equipo directivo que le daba su carácter crítico—, la contratación de periodistas y escritores cuyo único mérito conocido es ser de derecha y el despido de Coronell atentan contra la libertad y la independencia. Armado únicamente con su músculo financiero, Gilinski está domesticando una publicación que había sido más o menos crítica con el gobierno y con los grupos políticos cercanos a Gilinski. Igual que estas últimas líneas, la columna de Londoño no dice nada notable ni novedoso al respecto.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Parece un chiste, pero no da risa. Parece un desvarío, pero tiene el tono de la cordura. Tiene la forma de un non sequitur, pero Londoño parece estar convencido de que esa es, justamente, la pregunta que se sigue.

                                                                                                                                De repente se nos revela que la columna de Londoño sí dice algo más que todos los otros que han denunciado las movidas de Gilinski. Londoño está diciendo que Gilinski es judío. Esa es la afirmación que se sigue de esa pregunta, que no pretende nada más que señalar ese hecho. Por tanto, a diferencia de los otros que han pretendido defender a Coronell y la libertad de prensa, Londoño dice: Gilinski, el judío que es banquero y dueño de medios de comunicación, atentó contra la independencia de Semana.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La columna de Londoño parece devolvernos a esos tiempos al poner en el centro la imagen del judío que compra, censura y manipula. Como si las decisiones editoriales de Gabriel Gilinski obedecieran a un mandato judío, que debe consultar con su líder espiritual, “el rabí” (¿Muy poco exótico decir “el rabino”?), que en la imaginación de Londoño le susurra al oído al banquero cómo mover las fichas de su emporio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Queriendo golpear hacia arriba, Londoño terminó golpeando hacia abajo. Las críticas a Gilinski se distorsionan y palidecen con las pullas antisemitas. La columna deja de ser un ataque al poder y se convierte en una agresión contra el débil. Gabriel Gilinski ocupa una posición de poder —y podríamos decir, de poder injustificado y arbitrario— pero eso nada tiene que ver con que sea judío, con que consulte con un rabino, si es que lo hace, ni con que crea en Dios. Aunque pretendía mostrarlo como victimario y como agresor, Londoño lo convirtió en víctima de un ataque dirigido a su origen étnico y a su confesión religiosa.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Si pudiéramos tomar la columna de Londoño como síntoma de una forma de pensamiento extendida, parecería que en Colombia es distinto ser banquero católico de ser banquero judío. Si no, ¿por qué no se critica a Gilinsky en los mismos términos que a Sarmiento Angulo? ¿O acaso se cuestionaría la actuación de Sarmiento Angulo con una pregunta sobre si ya se confesó con su párroco familiar? Creemos que ese no sería el caso, aunque los dos son banqueros y dueños de medios de comunicación. Gabriel Gilinsky vetó al equipo de la revista Arcadia y a Daniel Coronell por sus orientaciones políticas, y Londoño lo atacó a él por ser judío.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es notable que algunas voces que han denunciado el antisemitismo de la columna de Londoño incurren también en prejuicios y estereotipos que pueden considerarse antisemitas. Luego de que Daniel Coronell afirmara que Álvaro Uribe tenía acceso al contenido de sus escritos antes de que estos vieran la luz, El Espectador publicó una entrevista en la que el senador afirma que nunca ha intervenido en “las relaciones entre periodistas y dueños”. Sin dar nombres, Uribe califica de “fachista” el querer “maltratar a alguien por su raza, cuando, además, antecesores, de disciplina y trabajo como toda la estirpe, fueron asesinados en el Holocausto”. En estos comentarios, aparentemente judeófilos, se afirma el estereotipo de que los judíos son trabajadores, disciplinados y buenos negociantes. En ese sentido, lo que hace Uribe no es muy distinto de lo que hace Londoño, sin hablar de que los judíos no somos una raza, ni somos de estirpe. A lo mejor el senador se confundió y pensó, durante el minuto que toma componer un trino, en una familia de cristianos viejos, o quizás en sus caballos. Ser judío no hace a nadie malo ni bueno, ni banquero avaro ni esforzado negociante emparentado con los ur-antioqueños.

                                                                                                                                Por: Daniel Schwartz y Simón Ganitsky

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                La columna pretende sumarse a las voces de indignación que han rechazado las decisiones que Gabriel Gilinski ha tomado a cargo del Grupo Semana. El ataque a la independencia de Arcadia —con el despido injustificado del equipo directivo que le daba su carácter crítico—, la contratación de periodistas y escritores cuyo único mérito conocido es ser de derecha y el despido de Coronell atentan contra la libertad y la independencia. Armado únicamente con su músculo financiero, Gilinski está domesticando una publicación que había sido más o menos crítica con el gobierno y con los grupos políticos cercanos a Gilinski. Igual que estas últimas líneas, la columna de Londoño no dice nada notable ni novedoso al respecto.

                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Parece un chiste, pero no da risa. Parece un desvarío, pero tiene el tono de la cordura. Tiene la forma de un non sequitur, pero Londoño parece estar convencido de que esa es, justamente, la pregunta que se sigue.

                                                                                                                                De repente se nos revela que la columna de Londoño sí dice algo más que todos los otros que han denunciado las movidas de Gilinski. Londoño está diciendo que Gilinski es judío. Esa es la afirmación que se sigue de esa pregunta, que no pretende nada más que señalar ese hecho. Por tanto, a diferencia de los otros que han pretendido defender a Coronell y la libertad de prensa, Londoño dice: Gilinski, el judío que es banquero y dueño de medios de comunicación, atentó contra la independencia de Semana.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                La columna de Londoño parece devolvernos a esos tiempos al poner en el centro la imagen del judío que compra, censura y manipula. Como si las decisiones editoriales de Gabriel Gilinski obedecieran a un mandato judío, que debe consultar con su líder espiritual, “el rabí” (¿Muy poco exótico decir “el rabino”?), que en la imaginación de Londoño le susurra al oído al banquero cómo mover las fichas de su emporio.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Queriendo golpear hacia arriba, Londoño terminó golpeando hacia abajo. Las críticas a Gilinski se distorsionan y palidecen con las pullas antisemitas. La columna deja de ser un ataque al poder y se convierte en una agresión contra el débil. Gabriel Gilinski ocupa una posición de poder —y podríamos decir, de poder injustificado y arbitrario— pero eso nada tiene que ver con que sea judío, con que consulte con un rabino, si es que lo hace, ni con que crea en Dios. Aunque pretendía mostrarlo como victimario y como agresor, Londoño lo convirtió en víctima de un ataque dirigido a su origen étnico y a su confesión religiosa.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Si pudiéramos tomar la columna de Londoño como síntoma de una forma de pensamiento extendida, parecería que en Colombia es distinto ser banquero católico de ser banquero judío. Si no, ¿por qué no se critica a Gilinsky en los mismos términos que a Sarmiento Angulo? ¿O acaso se cuestionaría la actuación de Sarmiento Angulo con una pregunta sobre si ya se confesó con su párroco familiar? Creemos que ese no sería el caso, aunque los dos son banqueros y dueños de medios de comunicación. Gabriel Gilinsky vetó al equipo de la revista Arcadia y a Daniel Coronell por sus orientaciones políticas, y Londoño lo atacó a él por ser judío.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Es notable que algunas voces que han denunciado el antisemitismo de la columna de Londoño incurren también en prejuicios y estereotipos que pueden considerarse antisemitas. Luego de que Daniel Coronell afirmara que Álvaro Uribe tenía acceso al contenido de sus escritos antes de que estos vieran la luz, El Espectador publicó una entrevista en la que el senador afirma que nunca ha intervenido en “las relaciones entre periodistas y dueños”. Sin dar nombres, Uribe califica de “fachista” el querer “maltratar a alguien por su raza, cuando, además, antecesores, de disciplina y trabajo como toda la estirpe, fueron asesinados en el Holocausto”. En estos comentarios, aparentemente judeófilos, se afirma el estereotipo de que los judíos son trabajadores, disciplinados y buenos negociantes. En ese sentido, lo que hace Uribe no es muy distinto de lo que hace Londoño, sin hablar de que los judíos no somos una raza, ni somos de estirpe. A lo mejor el senador se confundió y pensó, durante el minuto que toma componer un trino, en una familia de cristianos viejos, o quizás en sus caballos. Ser judío no hace a nadie malo ni bueno, ni banquero avaro ni esforzado negociante emparentado con los ur-antioqueños.

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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