Además de los cerros orientales, Bogotá cuenta con otras áreas naturales emblemáticas que le dan identidad y le aseguran un desarrollo sostenible y resiliente frente al cambio climático: los humedales del páramo y los humedales urbanos.
Los páramos bogotanos, garantes del agua, tienen una extensión mucho mayor a la ciudad misma y forman parte del complejo paramuno más grande del mundo: Sumapaz. Allí encontramos espléndidos sistemas lagunares y turberas, los humedales de la ruralidad distrital, que alimentan la principal estrella fluvial en el centro del país.
El sistema lagunar de Chisacá, a la entrada del Parque Nacional Natural Sumapaz, o las Lagunas de Bocagrande: Santuario Distrital de Fauna y Flora, son joyas bogotanas de inigualable valor biológico, hídrico, cultural y paisajístico.
Y están los humedales urbanos, memoria viva de un gran sistema lacustre altoandino que otrora caracterizó el territorio muisca, en lo que hoy llamamos Sabana de Bogotá.
Aunque se trata de relictos de grandes espacios acuáticos, todavía hoy nos ofrecen una asombrosa biodiversidad en medio de la gran ciudad. Sus servicios ecosistémicos son esenciales, sea como filtros biológicos, reguladores hídricos en el drenaje de aguas lluvias y control de inundaciones, reguladores microclimáticos, almacenadores de carbono o espacios naturales de gran valor para el disfrute ciudadano.
En contraste con los cerros, ícono paisajístico visible desde cualquier punto de la ciudad, los humedales urbanos son el secreto natural mejor guardado de Bogotá. Por fortuna, cada vez más ciudadanos y visitantes descubren maravillados la riqueza de vida que caracteriza a Santa María del Lago, Córdoba, La Conejera, El Burro y Tibanica, por mencionar solo algunos.Conocerlos es convertirse en “querientes” de estos ecosistemas, como les gusta autodefinirse a muchos de sus vecinos.
Contamos con 15 humedales urbanos, con una extensión total de 727 hectáreas, declarados legalmente como Parques Ecológicos Distritales, los cuales se constituyen en elementos fundamentales de nuestra Estructura Ecológica Principal y del sistema hídrico distrital.
Si bien su función hidráulica en el sistema pluvial es muy importante, ellos constituyen ante todo socio-ecosistemas de alta biodiversidad, prestadores de múltiples servicios. Y por eso su manejo y conservación deben ser necesariamente integrales.
Las entidades públicas y los actores comunitarios hemos ido acrecentando nuestra presencia y compromiso con ellos. Las comunidades vecinas tienden a conformar una suerte de “mallas sociales” que los protegen a través de la apropiación y la educación ambiental. Gracias a un proceso de ciudad que lleva más de 25 años se logró frenar un acelerado deterioro y, gradualmente, se ha ido cambiando el imaginario de fangales abandonados, cuyo destino era el vertimiento de aguas residuales, relleno y secamiento. Hoy la visión de ciudad los ubica como espacios naturales de enorme valor.
No obstante los avances, son aún muchos los desafíos y las tareas por desarrollar para su recuperación. Entre las acciones prioritarias se requiere asegurar los caudales ecológicos, eliminar la contaminación por conexiones erradas y alcantarillado combinado, y resolver otros tensionantes como la inseguridad, asentamientos humanos ilegales y usos no permitidos que afectan el ecosistema. Además, recomponer la conectividad ecológica y social entre los humedales y el sistema hídrico; y consolidarlos como espacios para el disfrute ciudadano y el ecoturismo. De hecho, varios de ellos son reconocidos destinos para el turismo responsable en el avistamiento de aves, lo cual nos ofrece una gran oportunidad que combina conservación y uso sostenible.
Pocas capitales latinoamericanas cuentan con la cantidad, diversidad biológica y la extensión de humedales como Bogotá, tanto en la ciudad como en la ruralidad. En este Día Mundial de los Humedales, bien podemos sentirnos orgullosos de contar con un sistema de humedales que representa un patrimonio natural, y que se ha convertido en un gran proyecto de ciudad. Y al mismo tiempo debemos sentirnos cada vez más comprometidos y corresponsables con su protección y su articulación a un desarrollo sostenible, incluyente y resiliente de nuestra capital.
*Eduardo Guerrero Forero, director de Gestión Ambiental, Secretaría Distrital de Ambiente.
Además de los cerros orientales, Bogotá cuenta con otras áreas naturales emblemáticas que le dan identidad y le aseguran un desarrollo sostenible y resiliente frente al cambio climático: los humedales del páramo y los humedales urbanos.
Los páramos bogotanos, garantes del agua, tienen una extensión mucho mayor a la ciudad misma y forman parte del complejo paramuno más grande del mundo: Sumapaz. Allí encontramos espléndidos sistemas lagunares y turberas, los humedales de la ruralidad distrital, que alimentan la principal estrella fluvial en el centro del país.
El sistema lagunar de Chisacá, a la entrada del Parque Nacional Natural Sumapaz, o las Lagunas de Bocagrande: Santuario Distrital de Fauna y Flora, son joyas bogotanas de inigualable valor biológico, hídrico, cultural y paisajístico.
Y están los humedales urbanos, memoria viva de un gran sistema lacustre altoandino que otrora caracterizó el territorio muisca, en lo que hoy llamamos Sabana de Bogotá.
Aunque se trata de relictos de grandes espacios acuáticos, todavía hoy nos ofrecen una asombrosa biodiversidad en medio de la gran ciudad. Sus servicios ecosistémicos son esenciales, sea como filtros biológicos, reguladores hídricos en el drenaje de aguas lluvias y control de inundaciones, reguladores microclimáticos, almacenadores de carbono o espacios naturales de gran valor para el disfrute ciudadano.
En contraste con los cerros, ícono paisajístico visible desde cualquier punto de la ciudad, los humedales urbanos son el secreto natural mejor guardado de Bogotá. Por fortuna, cada vez más ciudadanos y visitantes descubren maravillados la riqueza de vida que caracteriza a Santa María del Lago, Córdoba, La Conejera, El Burro y Tibanica, por mencionar solo algunos.Conocerlos es convertirse en “querientes” de estos ecosistemas, como les gusta autodefinirse a muchos de sus vecinos.
Contamos con 15 humedales urbanos, con una extensión total de 727 hectáreas, declarados legalmente como Parques Ecológicos Distritales, los cuales se constituyen en elementos fundamentales de nuestra Estructura Ecológica Principal y del sistema hídrico distrital.
Si bien su función hidráulica en el sistema pluvial es muy importante, ellos constituyen ante todo socio-ecosistemas de alta biodiversidad, prestadores de múltiples servicios. Y por eso su manejo y conservación deben ser necesariamente integrales.
Las entidades públicas y los actores comunitarios hemos ido acrecentando nuestra presencia y compromiso con ellos. Las comunidades vecinas tienden a conformar una suerte de “mallas sociales” que los protegen a través de la apropiación y la educación ambiental. Gracias a un proceso de ciudad que lleva más de 25 años se logró frenar un acelerado deterioro y, gradualmente, se ha ido cambiando el imaginario de fangales abandonados, cuyo destino era el vertimiento de aguas residuales, relleno y secamiento. Hoy la visión de ciudad los ubica como espacios naturales de enorme valor.
No obstante los avances, son aún muchos los desafíos y las tareas por desarrollar para su recuperación. Entre las acciones prioritarias se requiere asegurar los caudales ecológicos, eliminar la contaminación por conexiones erradas y alcantarillado combinado, y resolver otros tensionantes como la inseguridad, asentamientos humanos ilegales y usos no permitidos que afectan el ecosistema. Además, recomponer la conectividad ecológica y social entre los humedales y el sistema hídrico; y consolidarlos como espacios para el disfrute ciudadano y el ecoturismo. De hecho, varios de ellos son reconocidos destinos para el turismo responsable en el avistamiento de aves, lo cual nos ofrece una gran oportunidad que combina conservación y uso sostenible.
Pocas capitales latinoamericanas cuentan con la cantidad, diversidad biológica y la extensión de humedales como Bogotá, tanto en la ciudad como en la ruralidad. En este Día Mundial de los Humedales, bien podemos sentirnos orgullosos de contar con un sistema de humedales que representa un patrimonio natural, y que se ha convertido en un gran proyecto de ciudad. Y al mismo tiempo debemos sentirnos cada vez más comprometidos y corresponsables con su protección y su articulación a un desarrollo sostenible, incluyente y resiliente de nuestra capital.
*Eduardo Guerrero Forero, director de Gestión Ambiental, Secretaría Distrital de Ambiente.