Vamos por el derecho al matrimonio, no por una unión tramposa, de segunda clase.
Sólo el matrimonio nos hace iguales ante la ley. Queremos suscribir el contrato civil de matrimonio. Hoy firmamos el contrato laboral, de arrendamiento, ¿por qué no, el que protege nuestra vida personal? Inventarse una figura “especial” es como crear una unión o matrimonio para negros, para indígenas o para desplazados. A mitad del siglo pasado los hombres tenían cédula de ciudadanía y las mujeres registro civil, expedido por la oficina de correros. Eran menos. No eran ciudadanas plenas. Hace 80 años las mujeres –por ley- obtuvimos el derecho de ir a la universidad. La sociedad se va a acabar, decían. Tal como dicen hoy. No. La sociedad colombiana va a ser mejor. Vamos a ganar todos, una sociedad que no discrimina abre camino a la convivencia, a la paz, y lo más importante, a la felicidad de su gente.
El mico que proponen algunos congresistas busca decirle a la sociedad: Esta bien, tocó “darle” derecho a los homosexuales, pero “otros” derechos, menos, inferiores, que le recalque a la sociedad que son ciudadanos de segunda clase. Fue en el apartheid que impusieron aquello de iguales, pero con otro lugar y nombre a los pocos derechos. Aprobar la tramposa unión es elevar a ley la discriminación. Las personas celebran el contrato civil de matrimonio por amor. De ahí surge la familia con protección integral del Estado. La Corte lo ha dicho y reiterado: sobre nuestra convivencia -la de parejas de homosexuales- somos familia y el Estado debe suplir el déficit de desprotección, los vacíos que afrontamos hoy ante la ley y ante la sociedad.
Los opositores asustan con el coco: la adopción! Señores congresistas, el coco no existe: En Colombia ¡ya somos papás y mamás: biológicos, de crianza y adoptantes! El proyecto de ley de matrimonio ni siquiera menciona la ley de Infancia que rige las adopciones ¡mucho menos propone modificarla! La adopción es un derecho de los niños, no de los adultos. Hoy podemos adoptar como solteros, separados o viudos. No es requisito, ni siquiera se puede preguntar la orientación sexual.
Pueden bloquearnos, hacer uniones tramposas, pero la igualdad es irreversible. Ojalá hoy el Congreso de Colombia esté a la altura. La semana pasada fue Francia, hace dos semanas Uruguay. Está a punto de aprobarse en Nueva Zelanda, Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. El Congreso de Colombia está dispuesto a hacer iguales a todos los colombianos, o, como en los 7 proyectos de ley que han sido aquí hundidos en los últimos 10 años, pretenderán que quienes amamos a alguien de nuestro sexo somos ciudadanos de segunda? La igualdad es imparable, podrá el Congreso estar a la altura de nuestro tiempo?
*Angélica Lozano /Concejal de Bogotá por el movimiento Progresistas
Vamos por el derecho al matrimonio, no por una unión tramposa, de segunda clase.
Sólo el matrimonio nos hace iguales ante la ley. Queremos suscribir el contrato civil de matrimonio. Hoy firmamos el contrato laboral, de arrendamiento, ¿por qué no, el que protege nuestra vida personal? Inventarse una figura “especial” es como crear una unión o matrimonio para negros, para indígenas o para desplazados. A mitad del siglo pasado los hombres tenían cédula de ciudadanía y las mujeres registro civil, expedido por la oficina de correros. Eran menos. No eran ciudadanas plenas. Hace 80 años las mujeres –por ley- obtuvimos el derecho de ir a la universidad. La sociedad se va a acabar, decían. Tal como dicen hoy. No. La sociedad colombiana va a ser mejor. Vamos a ganar todos, una sociedad que no discrimina abre camino a la convivencia, a la paz, y lo más importante, a la felicidad de su gente.
El mico que proponen algunos congresistas busca decirle a la sociedad: Esta bien, tocó “darle” derecho a los homosexuales, pero “otros” derechos, menos, inferiores, que le recalque a la sociedad que son ciudadanos de segunda clase. Fue en el apartheid que impusieron aquello de iguales, pero con otro lugar y nombre a los pocos derechos. Aprobar la tramposa unión es elevar a ley la discriminación. Las personas celebran el contrato civil de matrimonio por amor. De ahí surge la familia con protección integral del Estado. La Corte lo ha dicho y reiterado: sobre nuestra convivencia -la de parejas de homosexuales- somos familia y el Estado debe suplir el déficit de desprotección, los vacíos que afrontamos hoy ante la ley y ante la sociedad.
Los opositores asustan con el coco: la adopción! Señores congresistas, el coco no existe: En Colombia ¡ya somos papás y mamás: biológicos, de crianza y adoptantes! El proyecto de ley de matrimonio ni siquiera menciona la ley de Infancia que rige las adopciones ¡mucho menos propone modificarla! La adopción es un derecho de los niños, no de los adultos. Hoy podemos adoptar como solteros, separados o viudos. No es requisito, ni siquiera se puede preguntar la orientación sexual.
Pueden bloquearnos, hacer uniones tramposas, pero la igualdad es irreversible. Ojalá hoy el Congreso de Colombia esté a la altura. La semana pasada fue Francia, hace dos semanas Uruguay. Está a punto de aprobarse en Nueva Zelanda, Estados Unidos, Inglaterra y Alemania. El Congreso de Colombia está dispuesto a hacer iguales a todos los colombianos, o, como en los 7 proyectos de ley que han sido aquí hundidos en los últimos 10 años, pretenderán que quienes amamos a alguien de nuestro sexo somos ciudadanos de segunda? La igualdad es imparable, podrá el Congreso estar a la altura de nuestro tiempo?
*Angélica Lozano /Concejal de Bogotá por el movimiento Progresistas