La paz empieza a cambiarle la cara al país de la guerra
Por: Luis Trejos, profesor de Ciencia Política, Uninorte
Aunque la paz se firmó el año pasado, lograr que se convierta en realidad es un proceso lento que ya empieza a gestarse. Hace unas semanas, un grupo de profesores de la Universidad del Norte que hacen parte del equipo UN Caribe, visitamos el Punto Transitorio de Normalización (PTN) “Pondores”, ubicado en la zona rural del municipio de Fonseca en La Guajira, como un ejercicio de monitoreo de cómo se está implementando el acuerdo en una de sus partes más determinantes: la desmovilización e integración a la vida de los guerrilleros.
En el lugar pueden percibirse varias cosas, dentro de las cuales destacan hechos como el evidenciar que la reconciliación se inició hace varios meses en esas zonas. Es difícil no conmoverse al ver convivir e interactuar con la mayor naturalidad a guerrilleros y soldados. No solo aquellos que pertenecen al Mecanismo de Monitoreo y Verificación, sino al mismo interior del PTN.
Es un momento histórico, los otrora guerreros y enemigos ahora empiezan a aceptarse y reconocerse como personas, lo cual contrasta con las resistencias y oposición que han sostenido amplios sectores urbanos contra todo lo relacionado con el acuerdo y el proceso de paz. Muchas de estas voces de rechazo provienen de personas que no han participado en la guerra ni han sido víctimas directas de la confrontación armada.
También es inocultable la voluntad de paz de la insurgencia. Esta ha venido cumpliendo con lo acordado en la mesa de negociación, empezando con el desplazamiento hacia las Zonas Veredales de Transición y Normalización y los PTN. En el caso de la región Caribe, todas las unidades de los frentes 19, 41 y 59 y la Unidad de Bloque, se encuentran reunidas en “Pondores” y “Tierra Grata” (La Paz, Cesar). En esta región no se han presentado disidencias o deserciones que afecten o amenacen el desarrollo del proceso. Aunque al igual que en el resto del país, la desvinculación y entrega de los menores de edad ha sido lenta.
La concentración y la inactividad militar ha posibilitado que las FARC interactúen de manera más dinámica y abierta con la población que habita las veredas que circundan el corregimiento de Conejo. De hecho, el proceso de paz ha servido como vigorizante de la sociedad civil rural, que precisamente ha sido la más golpeada por la confrontación armada. La masiva asistencia de organizaciones sociales y campesinas a la jornada de diagnóstico para la formulación del Plan de Desarrollo con Enfoque Territorial, lo comprueba.
Por otro lado, se presenta un evidente atraso en las obras de infraestructura del PTN. Hecho que llama la atención, pues el acceso al mismo se hace a través de vías carreteables en aceptable estado, lo que facilita el traslado de materiales, así como el acceso a mano de obra, dado que el PTN se encuentra a menos de 20 minutos de la cabecera municipal de Fonseca.
Es innegable que el atraso en la adecuación del PTN, alterará no solo el cronograma de entrega de armamento, sino los tiempos de preparación y formación en oficios, diagnóstico de competencias laborales y formación en competencias ciudadanas de los ex combatientes. Esta improvisación genera ciertas preocupaciones con respecto a las fases posteriores de inserción social y laboral, así como lo referente a la oferta institucional que debiera establecerse en las áreas rurales de estos municipios (Fonseca y La Paz, Cesar), lo que resulta fundamental para el éxito real del proceso, entendiendo que este no termina con la desmovilización y desarme de las fuerzas guerrilleras sino con su efectiva reincorporación social y la construcción de Estado en las zonas donde operó la insurgencia.
Pero lo que sí es una realidad, es que nadie en estas zonas duda de los beneficios de la paz. El fin de las acciones armadas ha abierto el territorio nacional. Las comunidades rurales afectadas directamente por la confrontación armada, han podido quitarse el estigma de habitar zonas rojas, han podido salir del aislamiento de la guerra, no pagan extorsión y no viven con miedo. Estas comunidades han empezado a sentir los logros inmediatos de la paz. Por primera vez en mucho tiempo, son consultados sobre sus necesidades y son incluidos en la planeación básica de sus territorios.
Por: Luis Trejos, profesor de Ciencia Política, Uninorte
Aunque la paz se firmó el año pasado, lograr que se convierta en realidad es un proceso lento que ya empieza a gestarse. Hace unas semanas, un grupo de profesores de la Universidad del Norte que hacen parte del equipo UN Caribe, visitamos el Punto Transitorio de Normalización (PTN) “Pondores”, ubicado en la zona rural del municipio de Fonseca en La Guajira, como un ejercicio de monitoreo de cómo se está implementando el acuerdo en una de sus partes más determinantes: la desmovilización e integración a la vida de los guerrilleros.
En el lugar pueden percibirse varias cosas, dentro de las cuales destacan hechos como el evidenciar que la reconciliación se inició hace varios meses en esas zonas. Es difícil no conmoverse al ver convivir e interactuar con la mayor naturalidad a guerrilleros y soldados. No solo aquellos que pertenecen al Mecanismo de Monitoreo y Verificación, sino al mismo interior del PTN.
Es un momento histórico, los otrora guerreros y enemigos ahora empiezan a aceptarse y reconocerse como personas, lo cual contrasta con las resistencias y oposición que han sostenido amplios sectores urbanos contra todo lo relacionado con el acuerdo y el proceso de paz. Muchas de estas voces de rechazo provienen de personas que no han participado en la guerra ni han sido víctimas directas de la confrontación armada.
También es inocultable la voluntad de paz de la insurgencia. Esta ha venido cumpliendo con lo acordado en la mesa de negociación, empezando con el desplazamiento hacia las Zonas Veredales de Transición y Normalización y los PTN. En el caso de la región Caribe, todas las unidades de los frentes 19, 41 y 59 y la Unidad de Bloque, se encuentran reunidas en “Pondores” y “Tierra Grata” (La Paz, Cesar). En esta región no se han presentado disidencias o deserciones que afecten o amenacen el desarrollo del proceso. Aunque al igual que en el resto del país, la desvinculación y entrega de los menores de edad ha sido lenta.
La concentración y la inactividad militar ha posibilitado que las FARC interactúen de manera más dinámica y abierta con la población que habita las veredas que circundan el corregimiento de Conejo. De hecho, el proceso de paz ha servido como vigorizante de la sociedad civil rural, que precisamente ha sido la más golpeada por la confrontación armada. La masiva asistencia de organizaciones sociales y campesinas a la jornada de diagnóstico para la formulación del Plan de Desarrollo con Enfoque Territorial, lo comprueba.
Por otro lado, se presenta un evidente atraso en las obras de infraestructura del PTN. Hecho que llama la atención, pues el acceso al mismo se hace a través de vías carreteables en aceptable estado, lo que facilita el traslado de materiales, así como el acceso a mano de obra, dado que el PTN se encuentra a menos de 20 minutos de la cabecera municipal de Fonseca.
Es innegable que el atraso en la adecuación del PTN, alterará no solo el cronograma de entrega de armamento, sino los tiempos de preparación y formación en oficios, diagnóstico de competencias laborales y formación en competencias ciudadanas de los ex combatientes. Esta improvisación genera ciertas preocupaciones con respecto a las fases posteriores de inserción social y laboral, así como lo referente a la oferta institucional que debiera establecerse en las áreas rurales de estos municipios (Fonseca y La Paz, Cesar), lo que resulta fundamental para el éxito real del proceso, entendiendo que este no termina con la desmovilización y desarme de las fuerzas guerrilleras sino con su efectiva reincorporación social y la construcción de Estado en las zonas donde operó la insurgencia.
Pero lo que sí es una realidad, es que nadie en estas zonas duda de los beneficios de la paz. El fin de las acciones armadas ha abierto el territorio nacional. Las comunidades rurales afectadas directamente por la confrontación armada, han podido quitarse el estigma de habitar zonas rojas, han podido salir del aislamiento de la guerra, no pagan extorsión y no viven con miedo. Estas comunidades han empezado a sentir los logros inmediatos de la paz. Por primera vez en mucho tiempo, son consultados sobre sus necesidades y son incluidos en la planeación básica de sus territorios.