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Mary Louise Higgins, directora WWF-Colombia
Somos un país rico en agua y este privilegio ha permitido que las hidroeléctricas hayan sido la principal fuente de suministro de energía para el país hasta ahora. Hemos asumido impactos negativos de este sistema, como la disrupción de las dinámicas ecológicas e hidrológicas de los ríos, por los beneficios que brindan al país y el desarrollo económico. Sin embargo, los daños que hemos visto recientemente, como consecuencia de la construcción de Hidroituango, deberían considerarse inaceptables. Las imágenes del río Cauca, en sus niveles más bajos de la historia, son la mayor prueba del gravísimo impacto de este megaproyecto al equilibrio natural del segundo río más importante del país.
Es preciso entonces enfocarse en la recuperación y mantenimiento del caudal ecológico del río, asegurando el mínimo vital para garantizar su funcionalidad ahora y en el futuro. Desconocemos las consecuencias de un cambio tan abrupto como el que se generó la semana pasada, por ejemplo, en los ciclos reproductivos de los peces. Por eso, es fundamental que se les facilite a los investigadores hacer un análisis riguroso, cuantificar los daños y presentarle los resultados al país de manera transparente para ejecutar un plan de recuperación de la salud del rio, y poder generar las compensaciones respectivas a las comunidades.
Hay que tomar acciones contundentes, tanto en los proyectos actuales como en los futuros. Es urgente poner en marcha un plan de manejo integral para todas las represas del país, basado en análisis climáticos y proyecciones a largo plazo. ¿Que pasaría con el caudal ecológico en los múltiples proyectos de infraestructura energética en un futuro verano o fenómeno del Niño si no lo manejamos de forma integral?
Esta lógica tiene que aplicar en la planeación y desarrollo de cualquier proyecto. Es evidente que necesitamos ser mucho más rigurosos, y construir una visión integral de las cuencas hidrográficas a intervenir. Los diseños económicos tienen que ir mas allá de las ganancias y beneficios a corto plazo y considerar aspectos como los costos por mantenimiento hasta la viabilidad de múltiples proyectos con un clima cambiante. En este momento, solo para la cuenca del río Magdalena, hay alrededor de cien posibles proyectos para nuevas represas. ¿Serán viables tantos proyectos con los extremos climáticos, y teniendo en cuenta los posibles impactos que representan para los sitios de reproducción de decenas de peces migratorios como lo ha advertido TNC?
Sin duda, la hidroelectricidad es una oportunidad para el país y una fortaleza que no podemos abandonar como parte central de la matriz energética. Sin embargo, es hora de diversificar y apostarle de manera más ambiciosa a las energías renovables no convencionales. Algunas como la eólica, biomasa, geotérmica y la solar que son alternativas ideales para complementar el sistema energético colombiano, adaptarse al cambio climático, enfrentar el agotamiento de las reservas domésticas de combustibles fósiles y garantizar la seguridad energética.
Hoy tenemos un potencial de más de 32 GW en energía eólica y 33GW de energía solar –solamente en la costa atlántica- sin sumar a esto los potenciales que tenemos en otras fuentes de energía renovable como biomasa y geotermia, que unidas sobrepasan el potencial de las hidroeléctricas. Pese a esta enorme oportunidad, de acuerdo con el articulado del Plan Nacional de Desarrollo (PND) 2018-2022, presentado en días recientes, Colombia sigue apostándole en gran medida a la hidrogeneración de energía y a las plantas de carbón.
Resulta paradójico que mientras en Estados Unidos y Europa se están demoliendo más hidroeléctricas que las que están siendo construidas, en países como el nuestro, la tendencia apunte a expandirlas cada vez mas. De acuerdo con cifras presentadas en una publicación de la revista PNAS, para 2018 en Suiza, España, Portugal, Reino Unido, Suecia y Francia habían sido removidas 3.450 represas y Estados Unidos siguió el mismo patrón con 546 demoliciones entre 2006 y 2014.
Es evidente que vale la pena revisar y repensar cuál es la apuesta nacional para suplir las necesidades energéticas del país. Es hora de aprovechar este momento coyuntural para construir una política energética que incorpore las energías renovables de una forma contundente e innovadora, como motor del crecimiento verde y de desarrollo sostenible, con metas ambiciosas que queden incluidas en el Plan Nacional de Desarrollo para asegurar el uso sostenible de lugares con enorme riqueza natural.