Un saludo de Navidad para todas las víctimas, para mi familia y hermanos jesuitas y de Iglesia, para mis compañeros de la Comisión de la Verdad y para mis amigos y críticos.
Tengo ante mí el valor moral de los hermanos Llano Narváez cuando transforman su indignación en lucha ética y pública para que el crimen se reconozca, se haga justicia y se detenga. Intenté encontrarles en octubre y recibí el mensaje de que únicamente era posible en presencia del abogado. Por respeto a ellos y a la justicia, evité la discusión mediática. Espero poder encontrarnos como seres humanos.
El paso por la Comisión de la Verdad me enseñó que el dolor de las víctimas no termina nunca y crece con indignaciones renovadas. Y la Comisión reclamó su derecho público a expresar la verdad en los medios de comunicación. Lo han hecho.
En noviembre pedí perdón público, como jesuita y sacerdote, por el crimen de mis compañeros.
Hoy, por encima de cualquier cosa, quiero decirles a las víctimas que me importa su dignidad y que he unido la causa de los niños y familias víctimas de la pederastia a la causa de todas las víctimas que fueron el centro de la Comisión de la Verdad: niños reclutados, niñas usadas y obligadas a abortar, pequeños espectadores que vieron violar por machos brutales a sus mamás, por lo menos un millón de huérfanos.
Escribo ante el niño Jesús, acompañado por María y José en el Pesebre, sin dinero, ni seguridad, ni acogida. Me siento parte. Gracias a lo vivido estos meses, con paz, han dejado de importarme el reconocimiento y la aceptación y el “buen nombre”. He pedido se me llame a la Fiscalía y acojo lo que la justicia decida. No me importa prestigio personal con tal de que se haga justicia a las víctimas y a todos.
Aunque moral y jurídicamente quedé tranquilo por lo que actué en 2014, cuando puse la sanción que estaba en mis manos poner y llevé el asunto a las instancias decisorias de Roma, de los Jesuitas y el Vaticano, hoy he comprendido el acrecentamiento de las expectativas de los Llano Narváez y la pertinencia de la causa en que se unen con muchos otros.
En los últimos diez años tomó fuerza la puesta en evidencia de multitud de casos de curas pederastas. La protesta civil y mediática. Las expresiones de la Iglesia pidiendo perdón y reparando en muchos países. Las sentencias dictadas que han sancionado a perpetradores y superiores. La lucha del papa Francisco contra el crimen y su mandato de denunciar ante la justicia cuando hay información suficiente. La conciencia de la necesidad de cambios impostergables en la Iglesia.
La pederastia es un asunto que tenemos que enfrentar juntos en la Iglesia y en la sociedad. En la sinceridad, la franqueza, la justicia y el respeto, si queremos una solución a fondo con los cambios que faltan por hacerse. Es una construcción colectiva en verdad y justicia restaurativa hacia la reconciliación.
Consciente de que las heridas están allí, de que la causa es difícil y será larga, de que el mensaje del Pesebre llama a la generosidad y a desafíos impredecibles, les deseo paz en Nochebuena y un año nuevo lleno de esperanza y bendiciones.
Un saludo de Navidad para todas las víctimas, para mi familia y hermanos jesuitas y de Iglesia, para mis compañeros de la Comisión de la Verdad y para mis amigos y críticos.
Tengo ante mí el valor moral de los hermanos Llano Narváez cuando transforman su indignación en lucha ética y pública para que el crimen se reconozca, se haga justicia y se detenga. Intenté encontrarles en octubre y recibí el mensaje de que únicamente era posible en presencia del abogado. Por respeto a ellos y a la justicia, evité la discusión mediática. Espero poder encontrarnos como seres humanos.
El paso por la Comisión de la Verdad me enseñó que el dolor de las víctimas no termina nunca y crece con indignaciones renovadas. Y la Comisión reclamó su derecho público a expresar la verdad en los medios de comunicación. Lo han hecho.
En noviembre pedí perdón público, como jesuita y sacerdote, por el crimen de mis compañeros.
Hoy, por encima de cualquier cosa, quiero decirles a las víctimas que me importa su dignidad y que he unido la causa de los niños y familias víctimas de la pederastia a la causa de todas las víctimas que fueron el centro de la Comisión de la Verdad: niños reclutados, niñas usadas y obligadas a abortar, pequeños espectadores que vieron violar por machos brutales a sus mamás, por lo menos un millón de huérfanos.
Escribo ante el niño Jesús, acompañado por María y José en el Pesebre, sin dinero, ni seguridad, ni acogida. Me siento parte. Gracias a lo vivido estos meses, con paz, han dejado de importarme el reconocimiento y la aceptación y el “buen nombre”. He pedido se me llame a la Fiscalía y acojo lo que la justicia decida. No me importa prestigio personal con tal de que se haga justicia a las víctimas y a todos.
Aunque moral y jurídicamente quedé tranquilo por lo que actué en 2014, cuando puse la sanción que estaba en mis manos poner y llevé el asunto a las instancias decisorias de Roma, de los Jesuitas y el Vaticano, hoy he comprendido el acrecentamiento de las expectativas de los Llano Narváez y la pertinencia de la causa en que se unen con muchos otros.
En los últimos diez años tomó fuerza la puesta en evidencia de multitud de casos de curas pederastas. La protesta civil y mediática. Las expresiones de la Iglesia pidiendo perdón y reparando en muchos países. Las sentencias dictadas que han sancionado a perpetradores y superiores. La lucha del papa Francisco contra el crimen y su mandato de denunciar ante la justicia cuando hay información suficiente. La conciencia de la necesidad de cambios impostergables en la Iglesia.
La pederastia es un asunto que tenemos que enfrentar juntos en la Iglesia y en la sociedad. En la sinceridad, la franqueza, la justicia y el respeto, si queremos una solución a fondo con los cambios que faltan por hacerse. Es una construcción colectiva en verdad y justicia restaurativa hacia la reconciliación.
Consciente de que las heridas están allí, de que la causa es difícil y será larga, de que el mensaje del Pesebre llama a la generosidad y a desafíos impredecibles, les deseo paz en Nochebuena y un año nuevo lleno de esperanza y bendiciones.