Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Los colombianos del exterior votan muy poco. En las pasadas elecciones, la abstención para Cámara y Senado fue de 85 % (contra 53 % de abstención en Colombia). Este guarismo no es un caso aislado. Si uno se remonta a 2018, la abstención fue aún más alta: 91 % para Congreso. Incluso en la votación para presidente, cuando la abstención suele ser más baja, la situación no es mejor. En 2018 (segunda vuelta) la abstención en consulados fue de 82 %, mientras que dentro del territorio colombiano fue de 47 %.
Así, aunque Colombia ha sido un país precursor en darles el derecho al voto a sus ciudadanos en el exterior y en darles una curul en la Cámara, hoy los cientos de miles de colombianos radicados en todos los continentes, desde Canadá hasta Australia, no ejercen ese derecho.
La explicación sobre esta gigantesca abstención suele insistir en la dificultad para acceder a los puestos de votación. Es verdad que faltan consulados móviles en muchas partes de los territorios, por fuera de las grandes ciudades. Es cierto también que no existe un mecanismo de voto alternativo (correo postal o voto electrónico) que pudiera remediar esta situación. Estas respuestas, facilitar físicamente el voto, sin duda resolverían una parte del problema, pero no creo que sean suficientes.
Una explicación que escucho a menudo, sobre todo dentro de Colombia, es la que afirma que los colombianos del exterior se han olvidado de su país y por eso no votan. Esta idea es desmentida todos los días en los países donde viven los colombianos: son una comunidad activa, dinámica, con lazos permanentes con su país. Con su música, su arte, su gastronomía, su pensamiento, su talento para contar historias o para contribuir al desarrollo científico, dan a conocer a Colombia en el exterior. Abundan los ejemplos; aquí solo citaré uno: el de los músicos colombianos que alegraron la inauguración de la exposición dedicada a la obra de Emma Reyes hace unos días en París. Una artista que, aunque se fue de su tierra muy joven, nunca perdió sus lazos con ella y dejó las regalías de sus conmovedoras memorias a un hogar de huérfanos en Colombia.
En otro plano, los colombianos aportan cada día con su trabajo. Por supuesto, contribuyen a la sociedad en la que se han instalado, pero sobre todo contribuyen de forma significativa al desarrollo económico del país: el 2,5 % del PIB está compuesto por el solo envío de remesas. ¡Es decir que los colombianos de la diáspora dejan en Colombia una suma de dinero tres veces más alta que la que deja la exportación de café (0,7 %)! Los colombianos de la diáspora son un renglón entero de la economía colombiana. ¿Alguien lo sabe, alguien los consulta?
La diáspora no existe en el imaginario del territorio colombiano. Tan solo en elecciones algunos se acuerdan de ellos y graban videos pidiéndoles votos. Esto es inadmisible. ¿Qué hace el Gobierno para conocer a los colombianos que han salido de su país? ¿Qué hace para suscitar un diálogo, más allá de las remesas, entre la diáspora y los del interior?
* Doctora en sociología de la École des hautes études en sciences sociales de París, investigadora.