La visita de Nancy Pelosi a Taiwán dañó gravemente la relación entre China y Estados Unidos, que es la más importante del mundo y en la que el asunto de Taiwán es lo más importante. La mayor lesión fue a la credibilidad y confianza en que Estados Unidos está comprometido con el reconocimiento de que Taiwán es parte de China y le interesa una solución pacífica.
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La visita de Nancy Pelosi a Taiwán dañó gravemente la relación entre China y Estados Unidos, que es la más importante del mundo y en la que el asunto de Taiwán es lo más importante. La mayor lesión fue a la credibilidad y confianza en que Estados Unidos está comprometido con el reconocimiento de que Taiwán es parte de China y le interesa una solución pacífica.
Hace años en Washington se construyó un consenso bipartidista contra China, a pesar de múltiples análisis de expertos de Estados Unidos y Europa que por décadas han señalado la inconveniencia de la confrontación con China y cómo protuberantes errores de cálculo de Washington empujaron a China a la guerra civil (1945-1949), o a alianzas con la Unión Soviética (1950-1964), o involucrarse en la guerra de Corea (1950-1953). Entre ellos, Henry Kissinger (On China, 2011), el mariscal británico Bernard Montgomery (1962), el general norteamericano Joseph Stilwell (The Stilwell Papers, 1948), Tsang Tsou (America’s Failure in China, 2 tomos, 1963) y Mitch Anderson (The men who lost China, 2011).
El mismo error lo cometieron la Unión Soviética, Inglaterra y Japón, que solo concebían a China como subordinada a los intereses estratégicos de ellos, o como competidor hegemónico. Si China no se subordinaba, era una amenaza; no les cabía en la cabeza una China independiente en un mundo sin hegemonías ni confrontación de bloques, con equilibrio multipolar.
Quienes dicen que China “sobrerreaccionó” a la visita de Nancy Pelosi quieren minimizar la responsabilidad de la vocera, sugiriendo que la visita tenía un carácter semi privado. No se habla de las razones históricas que revelan la profundidad del problema y explican que el verdadero peligro no es la reunificación de China, sino atentar contra la reunificación pacífica.
La historia
Taiwán pertenece a China desde hace 2.300 años y nunca ha sido independiente. Los emperadores chinos mantuvieron la isla bajo su regencia, salvo la invasión holandesa en el siglo XVII y la japonesa luego del Tratado de Shimonoseki (1895), resultado de una guerra que Japón lanzó contra China.
En esa historia milenaria, nunca ha existido un Taiwán independiente, ni dos Chinas, ni una China y un Taiwán. La idea de la independencia de Taiwán es una fabricación norteamericana del siglo XX.
La causa de la separación es extranjera
Las únicas razones por las que Taiwán no fue liberada en 1949 fue por la intervención de Estados Unidos y porque el Ejército Popular de Liberación no tenía fuerza naval ni aérea. La fuerza naval china se fundó en abril de 1949 y la fuerza aérea en noviembre. La capacidad naval china era básicamente fluvial y litoral, no para aguas azules. Cuando los nacionalistas huyeron y se atrincheraron en la isla fueron protegidos por la enorme fuerza naval y aérea de los Estados Unidos y así se creó el statu quo actual.
Ahora China tiene un ejército moderno. Es muy distinto a 1954, cuando en la primera crisis en el estrecho de Taiwán, China se limitó a cañonear desde el continente las islas de Jinmen y Mazu. En los días siguientes a la visita de Pelosi, la fuerza naval china rodeó la isla entera y el poder aéreo de China atravesó los cielos del estrecho hasta la orilla oriental.
Pero aún hoy el énfasis de la estrategia china para la reunificación no es militar sino político, con la propuesta de “Un País Dos Sistemas”, en el que Taiwán podrá mantener su sistema social y económico, moneda, régimen tributario, sistema legislativo, judicial y director ejecutivo; inclusive sus fuerzas armadas.
Estados Unidos debe respetar su compromiso con el principio de una sola China que suscribió en los comunicados de Shanghái de 1971 y el comunicado de normalización de relaciones diplomáticas con China de 1979, incluyendo la reducción de su injerencia militar en Taiwán y el nivel de armamento que le vende a la isla. Porque en los últimos años ha hecho todo lo contrario, desequilibrando el balance estratégico, imponiendo mayores gastos de defensa a China y generando una situación cada vez más peligrosa.
Hace 73 años, China no podía rodear navalmente a Taiwán ni era potencia nuclear. Aun así, los taiwaneses nunca podrían neutralizar un cerco naval y aéreo, siempre dependerán de Estados Unidos. Si los norteamericanos intervienen, será un conflicto internacional entre potencias nucleares. Si esa guerra es una hecatombe, como dice Henry Kissinger, o una guerra nacional de menor alcance, también depende de qué tanto se involucren los Estados Unidos.
La decisión de la reunificación está en manos de los chinos, la decisión de que sea por pacífica o no y la naturaleza del conflicto militar está en manos de los norteamericanos.
El hecho de política exterior
Desde antes de la proclamación de la República Popular China, se ha reconocido internacionalmente que Taiwán es parte de China. En la Conferencia de El Cairo en 1943 se declaró que Japón debería devolver la isla a China, lo mismo en la Conferencia de Potsdam de 1945.
Es equivocado confundir el caso de Taiwán con el de Corea, Alemania antes de la unificación o Ucrania y Rusia. En todos esos casos las dos partes reconocieron su existencia como país. No así con Taiwán; ninguna de las partes acepta el doble reconocimiento, sino la existencia de una sola China de la que la isla es parte integral.
Hoy 178 países tienen relaciones con la República Popular China y solo 15 con Taiwán, siendo el más grande Paraguay y el más poblado Guatemala. La representación en las Naciones Unidas la tiene la República Popular y la participación de la isla en otras organizaciones se hace bajo la designación “Taipei de China”.
Como no hay doble reconocimiento, quien quiera relaciones con Taiwán debe romper sus relaciones con China y viceversa. No existen ambigüedades ni áreas grises, solo grados de violación de los compromisos internacionales.
El statu quo no reemplaza la reunificación
La restauración de la soberanía china fue el objetivo de todos los movimientos patrióticos desde la Primera Guerra del Opio, incluyendo el Kuomintang, fundado por Sun Yatsen, quien derrocó el régimen imperial en 1911 y estableció la república con la premisa que los territorios usurpados por los extranjeros, incluyendo Taiwán, debían regresar a China para crear un Estado pluriétnico unitario.
En algún punto de la historia Taiwán regresará a China, pues como le dijo Mao a Nixon en 1972, la relación entre los chinos a ambos lados del estrecho es mucho más vieja que la relación de los taiwaneses con Estados Unidos.
En vez de andar buscando el límite de la respuesta china, hay que preservar las condiciones para la negociación. Una confrontación militar sólo le interesa a países que se lucran de la guerra por la exportación de armas y necesitan conflictos militares frecuentes, largos y costosos.
Más de 160 países del mundo, las Naciones Unidas y centenares de centros de pensamiento han pedido que se respete el principio internacional de una sola China y se evite la conflagración. Posibilidad que, como ha sido por 73 años, depende de qué hagan los Estados Unidos.