De Andrés Guerra sobre Pablo Catatumbo
Andrés Guerra
“Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)
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“Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)
DE: Andrés Guerra, senador del Centro Democrático
PARA: Pablo Catatumbo, senador del partido Comunes
Era el 25 de julio de 2022, Bogotá registraba una tarde de sol con un frío abrasador. Mi partido, Centro Democrático, había decidido que en mi primera experiencia como senador ocupara una curul en la Comisión Quinta, que tiene el deber de estudiar los temas agrarios, minero-energéticos, ambientales y animales. Iniciábamos el gobierno de Gustavo Petro y, al ingresar al recinto de la Comisión, estaba sentado un excomandante de las FARC. Lo reconocí a la izquierda de un espacio que lo conforma una estructura de madera en forma de U. Pensé por un instante si saludaba o no, pero mi sentido común rápidamente me dijo: “Las formas, Andrés, las formas”. Fui, me presenté, le estiré la mano sin ambigüedades y le dije: “Senador Pablo Catatumbo, buen día, soy Andrés y seré su compañero de Comisión en este período del Senado”. Asombrado, mi interlocutor me respondió: “¿Ese sombrero es de dónde?”, “antioqueño”, le respondí. “¿Y usted de qué partido es?”. “Soy del Centro Democrático”. “Muy bien, agradezco su deferencia”, me respondió con una voz pausada.
Pasaron algunos días y el senador Catatumbo se me acercó y me dijo: “Quiero agradecerle su saludo de hace algunos días, la verdad me sorprendió, no lo esperaba, senador Andrés Felipe”. Desde ese momento ratifiqué mi creencia: los modales y las buenas maneras no discuten con nada, y más en un escenario de alta presión como el Senado de la República.
La confrontación física, armada y política ha dejado un país polarizado. Mi generación la ha padecido todos los días de mi existencia. En una tarde de lluvia y de bajas temperaturas en la capital decidí visitar al senador Catatumbo en su oficina, donde por más de tres horas y tres aromáticas lo escuché sobre sus luchas. A los 19 años ya era secretario del comandante Jacobo Arenas y luego cercano a Manuel Marulanda Vélez, “Tirofijo”. Las paredes de su oficina reflejan sus luchas ideológicas. Muy joven viajó a la Unión Soviética. Fue secuestrado por el cartel de Medellín, afirma que allí conoció a Pablo Escobar, buscaban liberar a la hermana de los Ochoa Vásquez. Acepta que bombardearon el Palacio de Nariño la tarde de la posesión de Álvaro Uribe Vélez en 2002. Veintidós años después reflexiona sobre proyectos para mejorar las plazas de mercado y me llama para hablar sobre la implementación del catastro multipropósito, uno de los puntos de la reforma rural integral en la negociación del gobierno Santos y las FARC en Cuba, en 2016.
Compartir en los espacios del Congreso con el opositor, competidor ideológico, con quien ayer desde el conflicto armado nos veía como sus enemigos declarados y tener la condición para mostrar madurez política en el diálogo permanente no es noticia, pero alegra el espíritu y es bálsamo para promover la nobleza pública.
Prácticamente votamos ideológicamente todo diferente, tajantemente no compartimos la manera de analizar al gobierno de Gustavo Petro, pero siento en Catatumbo un hombre agotado del conflicto.
Estas líneas, que tienen color y sabor a crónica, pueden molestar a muchos, inquietar a otros. Unos dirán que soy tibio, otros más allá valorarán el esfuerzo para contribuir a la convivencia. Otros dirán que me convertí en disidencia, pero nada de eso: soy un senador primíparo del Centro Democrático. Antioquia, mi región, conoce mis posturas sin ambivalencias, cuento con personalidad política, me gusta promover las buenas maneras y las formas. Es muy claro que la discusión de lo político continuará, pero la amabilidad parlamentaria debe ser un legado de lo público, con eso me quedo, don Pablo.
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