De Juan Manuel Santos sobre Rodrigo Londoño
Juan Manuel Santos Calderón
“Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)
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“Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)
DE: Juan Manuel Santos, expresidente de Colombia
PARA: Rodrigo Londoño, presidente del partido Comunes
Felizmente me he reconciliado con mucha gente con la que tenía serias diferencias. El alma pesa menos cuando uno deja de cargar odios. Tal vez el caso más emblemático —y obvio, quizá porque duramos 30 años tratando de matarnos mutuamente– fue mi reconciliación con el entonces “Timochenko”, jefe máximo de las extintas FARC, hoy “Rodrigo Londoño”.
Ocurrió en La Habana (Cuba), el 23 de septiembre de 2015, el día en que se anunció el denominado “Acuerdo de Creación de una Jurisdicción Especial para la Paz”.
La primera vez que lo vi fue en presencia de Raúl Castro. Después de un frío saludo, Castro salió del salón donde nos encontrábamos y nos dejó solos. Ya habíamos avanzado mucho en el proceso de paz, y ese día marcó un punto de no retorno hacia el fin de la guerra con las FARC.
Le dije: “Usted y yo hemos tratado de matarnos por décadas, pero ahora vamos a tener que trabajar juntos. Vamos a tener que remar juntos en una misma canoa y en una misma dirección, hacia la paz”.
Me miró en silencio y asintió. Seguí: “Usted va a tener muchos problemas, y yo también. Pero a partir de este momento mi compromiso –y espero que el suyo también– es no cesar en ese esfuerzo por alcanzar la paz”.
Londoño –el mismo que menos de cuatro años antes había dicho que “alucinaban” quienes pensaban en “la claudicación y desmovilización de la guerrilla”, el mismo que me insultaba desde las montañas de Colombia y me había lanzado un feroz “todos tenemos que morirnos, Santos”–, se paró, me volvió a estrechar la mano y me dijo: “Cuente conmigo”. Charlamos un rato, me confesó que tenía dengue, y salimos juntos para el evento.
Desde entonces hemos tenido una buena relación. Él ha cumplido. Espero, en la medida de lo posible, haber cumplido yo también.
El país y el mundo han visto los obstáculos para consolidar la paz e implementar el Acuerdo que firmamos. Sin embargo, seguiremos remando en la misma canoa y en la misma dirección, así sea contra viento y marea.
Yo seguiré remando con total convicción. Rodrigo Londoño ha dicho lo mismo.
Este es un ejemplo muy claro y elocuente de cómo dos personas que incluso querían matarse pueden reconciliarse y trabajar juntas.
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