De Marta Lucía Ramírez sobre Gustavo Petro
Marta Lucía Ramírez
“Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)
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“Invitamos a líderes políticos de diversas orillas y a nuestros columnistas a reconocer algo valioso en aquellos con quienes usualmente están en desacuerdo e, incluso, en confrontación. (...) En la política se combaten ideas, no personas”. Editorial El Espectador (22-12-2024)
DE: Marta Lucía Ramírez, exvicepresidenta
PARA: Gustavo Petro, presidente de la República
Durante años he sido una de las voces más críticas de Gustavo Petro. Nuestra visión sobre el país no podría ser más distinta. Tenemos ideas opuestas sobre la economía y las empresas, los asuntos de género, la paz y la institucionalidad. Además, debo decirlo, en múltiples ocasiones -especialmente en la campaña del 2014 y mientras fui vicepresidenta-, he sentido que nos ha injuriado a todos sus contendores políticos. Sus bodegas y medios afines desprestigian para sacar contendores del camino, como hizo conmigo previo a la campaña de 2022. Mientras que él usa esas bodegas para sembrar odio, yo creo que cada quien debe tener la posibilidad de explicar con argumentos sus posiciones.
Sin embargo, en el espíritu de este ejercicio, quiero compartir una experiencia que me llevó a reflexionar sobre el papel de la empatía. A finales de 1997, asumí la dirección de la campaña presidencial de Noemí Sanín por el Movimiento Sí, Colombia. Un domingo en la tarde me avisaron que Antonio Navarro Wolff y Gustavo Petro estaban en Girardot en un evento en el cual la candidata recibiría el apoyo de movimientos liberales y de izquierda, y me preguntaron si podría reunirme con ellos. Me encontraba en ese municipio y mi respuesta fue positiva, aunque confieso que acepté con reservas, pues hacía menos de 15 años había sucedido la toma del Palacio de Justicia por el M-19. Pero, al mismo tiempo, vivíamos la esperanza del acuerdo que hacía siete años el Gobierno de Virgilio Barco había firmado. También nosotros queríamos hacer la apuesta por esa paz tan esquiva.
Al final, la conversación fue solamente con Antonio Navarro. Esa tarde conversamos sobre la pérdida de su pierna en el atentado y reiteró su compromiso y el de Gustavo Petro por ayudar en una candidatura que era crítica del clientelismo y la política cerrada de los dos partidos tradicionales. La conversación giró a que había que avanzar en las reformas traídas por la Constitución del 91 para darle más legitimidad al Estado, y yo insistí en el comité programático que me correspondía liderar con Carlos Lleras de la Fuente y Antanas Mockus, quien posteriormente sería el compañero de fórmula de Noemí. Confieso que esa tarde sentí empatía, porque la posición expresada en nombre de ellos dos era la misma que nuestra candidata defendía.
En el calor de la batalla política, tendemos a creernos dueños únicos de la verdad y olvidamos que al otro lado hay un ser que siente, lucha y sueña con lo que cree mejor para el país. Una anécdota posterior fue el encuentro con Gustavo Petro siendo ambos senadores en la legislatura del 2006 al 2010. Cuando se empezó a mover en el Congreso el run run de una nueva reforma constitucional para una tercera elección del presidente Uribe, hice una intervención en contra, reconociendo que, aunque había sido su ministra de Defensa y estaba convencida de la excelencia de ese primer gobierno, no creía conveniente un tercer mandato que afectaría la democracia y la alternancia del poder. Entonces, el senador Petro fue elogioso y se acercó a felicitar mi posición, pero yo fui distante, teniendo en cuenta que habíamos tenido varios desencuentros en plenaria por su constante respaldo a Hugo Chávez, quien ya entonces mostraba su verdadero talante. Mi posición frente a la tercera elección me hizo caer en desgracia con la mayor parte de la coalición de gobierno, lo que dio lugar a mi retiro del partido de la U. De allí salí a tratar de armar el grupo de Los Quíntuples con Antanas Mockus, Enrique Peñalosa, Sergio Fajardo y Lucho Garzón.
Debo reconocer que aun los más diferentes a nosotros pueden sorprendernos y enseñarnos. Petro tiene capacidad para conectarse con las comunidades y con quienes se sienten excluidos. Esa cualidad, que a menudo lo ha convertido en una figura polarizadora, también es una fuerza que, bien dirigida, puede ser positiva y transformadora. Lamentablemente la ha desperdiciado hasta ahora.
En este ejercicio de tregua, me permito cuestionar mi forma de ver el trabajo político de otros como él. Tal vez necesitamos más momentos de reconocimiento mutuo y recordar que, aunque representemos ideologías opuestas, el propósito final siempre debería ser el mismo: una Colombia más justa, incluyente, próspera y en paz.
Esta Navidad, elijo quedarme con los destellos de humanidad que atraviesan las barreras del conflicto político. Hoy sé que el presidente se conmueve, al igual que yo, con sus nietos —aprovecho para pedirle que piense en su nieta recién nacida para dejar de justificar lo indefendible en su postulado para embajador en Tailandia—. Solo a partir de valores, del respeto por todo ser humano y cuidando en particular de nuestra niñez y adolescencia, podremos explicar a otros por qué elegimos trabajar desde la política para construir juntos, con todos los que tienen ideologías diferentes, un país mejor.
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