Por: Héctor Rago*
Los físicos nos informan que la materia se comporta como ondas y como partículas, que las altas concentraciones de materia crean un espacio-tiempo curvo, que la naturaleza es intrínsecamente probabilista, que la velocidad de la luz no depende del estado de movimiento de quien la mida, que el universo se expande como consecuencia de un origen violento que llamamos Big Bang.
Estos y muchos otros resultados de la física contemporánea se nos muestran incómodos, nuestra imaginación luce inapropiada para aprehender esos fenómenos. Ellos desafían abiertamente nuestra intuición. Por eso la física ha sido acusada de ser una disciplina demasiado abstracta y que usa técnicas matemáticas muy sofisticadas. Pero veamos la cuestión con más detenimiento.
Lo que llamamos intuición o sentido común es el resultado de un arduo proceso de evolución durante cientos de millones de años en un ambiente particular. Somos muchísimos más grandes que los electrones y los átomos, pero ínfimos comparados con las estrellas. Las velocidades a las que estamos acostumbrados son incomparablemente menores a la velocidad de la luz. Podemos percibir con nuestros sentidos tiempos de algunos años o décimas de segundo, pero no tenemos intuición de millonésimas de segundo o millones de años. El campo gravitacional de nuestro planeta es muy débil: en resumen, evolucionamos en un mundo mediano, tal vez porque la complejidad que llamamos vida no puede aparecer en condiciones extremas.
Cuando el avance científico nos permite acceder a escalas alejadas de nuestra experiencia cotidiana, es lógico que el mundo nos luzca desconcertante, raro. Y las leyes que lo describen parecen violar nuestra intuición. Por eso nos parece extraño que un reloj en movimiento atrase su ritmo o que la geometría no sea euclidiana donde hay campos gravitacionales intensos. Nuestra intuición no está preparada para esas condiciones.
La gran pregunta es: ¿a quién deben satisfacer las teorías y leyes que diseñamos para entender mejor el universo? ¿A nuestra intuición, que suele ser provinciana, o a los experimentos, datos y observaciones? La respuesta es obvia. La física ha retado en muchas ocasiones lo que nos parece razonable. Y es la física la que ha ganado el reto.
La física es abstracta y usa matemáticas altamente sofisticadas porque ese es el precio que tenemos que pagar para adentrarnos en mundos raros.
Es un mérito y un elogio a la inteligencia de la humanidad lograr conocer las intimidades del mundo en condiciones extremas, en donde las cosas no son como presumimos, cuando el sentido común se quiebra y la intuición no resulta buena consejera.
* Astrofísico. Profesor Universidad Industrial de Santander. Podcast: Astronomía al Aire.
Por: Héctor Rago*
Los físicos nos informan que la materia se comporta como ondas y como partículas, que las altas concentraciones de materia crean un espacio-tiempo curvo, que la naturaleza es intrínsecamente probabilista, que la velocidad de la luz no depende del estado de movimiento de quien la mida, que el universo se expande como consecuencia de un origen violento que llamamos Big Bang.
Estos y muchos otros resultados de la física contemporánea se nos muestran incómodos, nuestra imaginación luce inapropiada para aprehender esos fenómenos. Ellos desafían abiertamente nuestra intuición. Por eso la física ha sido acusada de ser una disciplina demasiado abstracta y que usa técnicas matemáticas muy sofisticadas. Pero veamos la cuestión con más detenimiento.
Lo que llamamos intuición o sentido común es el resultado de un arduo proceso de evolución durante cientos de millones de años en un ambiente particular. Somos muchísimos más grandes que los electrones y los átomos, pero ínfimos comparados con las estrellas. Las velocidades a las que estamos acostumbrados son incomparablemente menores a la velocidad de la luz. Podemos percibir con nuestros sentidos tiempos de algunos años o décimas de segundo, pero no tenemos intuición de millonésimas de segundo o millones de años. El campo gravitacional de nuestro planeta es muy débil: en resumen, evolucionamos en un mundo mediano, tal vez porque la complejidad que llamamos vida no puede aparecer en condiciones extremas.
Cuando el avance científico nos permite acceder a escalas alejadas de nuestra experiencia cotidiana, es lógico que el mundo nos luzca desconcertante, raro. Y las leyes que lo describen parecen violar nuestra intuición. Por eso nos parece extraño que un reloj en movimiento atrase su ritmo o que la geometría no sea euclidiana donde hay campos gravitacionales intensos. Nuestra intuición no está preparada para esas condiciones.
La gran pregunta es: ¿a quién deben satisfacer las teorías y leyes que diseñamos para entender mejor el universo? ¿A nuestra intuición, que suele ser provinciana, o a los experimentos, datos y observaciones? La respuesta es obvia. La física ha retado en muchas ocasiones lo que nos parece razonable. Y es la física la que ha ganado el reto.
La física es abstracta y usa matemáticas altamente sofisticadas porque ese es el precio que tenemos que pagar para adentrarnos en mundos raros.
Es un mérito y un elogio a la inteligencia de la humanidad lograr conocer las intimidades del mundo en condiciones extremas, en donde las cosas no son como presumimos, cuando el sentido común se quiebra y la intuición no resulta buena consejera.
* Astrofísico. Profesor Universidad Industrial de Santander. Podcast: Astronomía al Aire.