Elección impredecible: EE. UU. al vaivén de las emociones
David F. Varela*
“Las emociones en torno al tema de la guerra son muy fuertes y ciertamente pueden influenciar el resultado de las lecciones”.
Entre Kamala Harris y Donald Trump: los indecisos pueden cambiar el resultado
La mayoría de las encuestas y los analistas apuntan hacia una muy reñida elección presidencial en Estados Unidos. La contienda del 5 de noviembre entre la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump se decidirá por márgenes estrechos.
Los modelos más sofisticados que incorporan decenas y hasta centenares de encuestas, y los combinan con estadísticas socioeconómicas, apuntan hacia una ligera ventaja para la vicepresidenta Harris en el voto popular a nivel nacional.
Sin embargo, como el sistema estadounidense es de elección indirecta, a través de un “Colegio” en el tienen ventaja los estados rurales más pequeños donde Trump es el candidato preferido, es posible el triunfo del expresidente.
Por eso, las mediciones se enfocan hacia dichos estados clave, que han variado sus preferencias en elecciones recientes por pocos miles de votos (swing states). Se espera que estos estados sean definitivos en el momento de aportar los 270 votos del Colegio Electoral que definirán quién es el próximo presidente.
Entre estos se destacan Arizona, Míchigan, Georgia, Pensilvania y Wisconsin. En todas las encuestas se registran diferencias mínimas entre los candidatos (del 1 % al 4 %, o sea dentro del margen de error). Algunas metodologías basadas en puras estadísticas socioeconómicas sugieren que Harris y los demócratas también tiene ligeras ventajas sobre Trump en temas como el control de la inflación y del desempleo, problemas que surgieron durante una pandemia mal manejada por el expresidente.
A los demócratas también los favorece la inversión en publicidad en la recta final de la campaña, que refleja el nivel de aportes recibidos en los que Harris en pocos meses prácticamente ha duplicado a Trump. Pero la situación es fluida y cambia todos los días de modo que no es posible hacer vaticinios.
Emociones fuertes: polarización en torno a la migración y el aborto
La migración es efectivamente un tema clave (hot button issue), porque genera fuertes pasiones entre los seguidores de los dos candidatos, y está comprobado que movilizan a los votantes el día de las elecciones, día en que ambos tienen que derrotar la elevada abstención tradicional (de más del 50 %) que puede perjudicarlos.
La migración se considera una debilidad de Harris porque está asociada con medidas de la administración Biden que permitieron un ingreso más fácil de cientos de miles de inmigrantes solicitantes de asilo político en los últimos años. Por eso Trump aprovecha el tema para acusar a su rival como partidaria de “fronteras abiertas” (open borders). Aunque Biden está cambiando sus políticas en este frente puede ser ya muy tarde para modificar las percepciones de votantes que temen perder sus empleos por culpa de la migración ilegal.
Sin embargo, existe un factor que favorece a Harris: millones de votantes son también nacidos en el extranjero o hijos de extranjeros y repudian la actitud xenofóbica de Trump y sus seguidores. Por eso ambas campañas tratan de atraer a los votantes de origen latinoamericano.
Otro tema sensible es el del aborto. La eliminación del derecho constitucional a practicarlo en cualquier parte del país, por decisión de una Corte Suprema con mayoría conservadora y varios miembros designados por Trump, permitió que algunas legislaturas estatales controladas por los republicanos impongan fuertes restricciones a la práctica del aborto en forma legal.
En las elecciones para la Cámara de Representantes de hace dos años el tema favoreció a los candidatos demócratas en algunos estados donde acusaron a Trump y a los republicanos de haber recortado los derechos de las mujeres sobre su propio cuerpo. El candidato a la Vicepresidencia de Trump, J.D. Vance, es católico practicante y no ha ocultado su fuerte postura en contra del aborto. Los sondeos de opinión muestran que el público estadounidense está dividido casi en partes iguales sobre un tema tan polémico.
Israel y el Oriente Medio: ¿es Netanyahu el “gran elector”?
La guerra en Oriente Medio puede ser decisiva. Millones de votantes de Estados Unidos son de origen judío e importantes grupos económicos y financieros liderados por ellos se han organizado para defender los intereses del Estado de Israel en Estados Unidos (jewish lobby), por lo que ambos partidos (demócratas y republicanos) tienen muy en cuenta la situación en esa parte del mundo. Los cristianos evangélicos (generalmente alineados con Trump) también ofrecen un respaldo sin reservas a Israel.
Del lado propalestino también se organizan. Aunque en menor cantidad, otros millones de votantes son de religión u origen musulmán y se han organizado para denunciar la conducta de Israel en Gaza, en el Margen Occidental del Jordán, y ahora en el Líbano.
Estos grupos tienen importante representación en algunos distritos electorales como Míchigan. Por eso el agravamiento de la guerra puede constituir lo que algunos analistas llaman la “sorpresa de octubre”, en vísperas de las elecciones.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no ha ocultado su preferencia por los republicanos, quienes lo han invitado a presentar ante el Congreso la posición de Israel en varias oportunidades. La última, en junio pasado. Pero también están arreciando las críticas contra Israel por lo que incluso grupos de origen judío consideran acciones “desproporcionadas” y otros llegan a calificar de “crímenes de guerra”.
Las emociones en torno al tema de la guerra son muy fuertes y ciertamente pueden influenciar el resultado de las lecciones.
El futuro de la guerra: ¿cese al fuego o guerra sin fin?
Ambos candidatos han confirmado su apoyo al derecho de Israel a defenderse de sus enemigos, lo que en la práctica solo continúa una tradición de la política exterior norteamericana desde la creación de ese Estado en 1947.
Pero las posiciones de ambos tienen matices diferentes. Durante su presidencia, Trump apoyó a Israel sin restricciones: consideró aceptables los asentamientos israelíes en el Margen Occidental y trasladó su embajada a Jerusalén, en lo que se consideró un reconocimiento de la ciudad como capital de ese Estado. Dos decisiones que administraciones anteriores habían rehusado tomar hasta que se suscribiera un acuerdo de paz con los palestinos, que haga realidad la solución de los dos Estados (uno judío y otro palestino), con la misma capital.
Biden y Harris han insistido (sin éxito) en avanzar hacia dicha solución y en obtener un cese al fuego por la vía diplomática a las crisis de Gaza y el Líbano. Trump acusa a Biden y Harris de haberlas ocasionado por sus muestras de debilidad y ofrece un respaldo inequívoco a Israel.
Independientemente de quién sea el presidente, la política exterior de Estados Unidos continuará alineada con la defensa de Israel y solo puede ser más cautelosa con los demócratas. Trump, por el contrario, puede representar la “carta blanca” (blank check) que Netanyahu desea para continuar su política intransigente.
* Profesor de la Universidad Javeriana y doctor en Asuntos Internacionales de Johns Hopkins.
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“Las emociones en torno al tema de la guerra son muy fuertes y ciertamente pueden influenciar el resultado de las lecciones”.
Entre Kamala Harris y Donald Trump: los indecisos pueden cambiar el resultado
La mayoría de las encuestas y los analistas apuntan hacia una muy reñida elección presidencial en Estados Unidos. La contienda del 5 de noviembre entre la vicepresidenta Kamala Harris y el expresidente Donald Trump se decidirá por márgenes estrechos.
Los modelos más sofisticados que incorporan decenas y hasta centenares de encuestas, y los combinan con estadísticas socioeconómicas, apuntan hacia una ligera ventaja para la vicepresidenta Harris en el voto popular a nivel nacional.
Sin embargo, como el sistema estadounidense es de elección indirecta, a través de un “Colegio” en el tienen ventaja los estados rurales más pequeños donde Trump es el candidato preferido, es posible el triunfo del expresidente.
Por eso, las mediciones se enfocan hacia dichos estados clave, que han variado sus preferencias en elecciones recientes por pocos miles de votos (swing states). Se espera que estos estados sean definitivos en el momento de aportar los 270 votos del Colegio Electoral que definirán quién es el próximo presidente.
Entre estos se destacan Arizona, Míchigan, Georgia, Pensilvania y Wisconsin. En todas las encuestas se registran diferencias mínimas entre los candidatos (del 1 % al 4 %, o sea dentro del margen de error). Algunas metodologías basadas en puras estadísticas socioeconómicas sugieren que Harris y los demócratas también tiene ligeras ventajas sobre Trump en temas como el control de la inflación y del desempleo, problemas que surgieron durante una pandemia mal manejada por el expresidente.
A los demócratas también los favorece la inversión en publicidad en la recta final de la campaña, que refleja el nivel de aportes recibidos en los que Harris en pocos meses prácticamente ha duplicado a Trump. Pero la situación es fluida y cambia todos los días de modo que no es posible hacer vaticinios.
Emociones fuertes: polarización en torno a la migración y el aborto
La migración es efectivamente un tema clave (hot button issue), porque genera fuertes pasiones entre los seguidores de los dos candidatos, y está comprobado que movilizan a los votantes el día de las elecciones, día en que ambos tienen que derrotar la elevada abstención tradicional (de más del 50 %) que puede perjudicarlos.
La migración se considera una debilidad de Harris porque está asociada con medidas de la administración Biden que permitieron un ingreso más fácil de cientos de miles de inmigrantes solicitantes de asilo político en los últimos años. Por eso Trump aprovecha el tema para acusar a su rival como partidaria de “fronteras abiertas” (open borders). Aunque Biden está cambiando sus políticas en este frente puede ser ya muy tarde para modificar las percepciones de votantes que temen perder sus empleos por culpa de la migración ilegal.
Sin embargo, existe un factor que favorece a Harris: millones de votantes son también nacidos en el extranjero o hijos de extranjeros y repudian la actitud xenofóbica de Trump y sus seguidores. Por eso ambas campañas tratan de atraer a los votantes de origen latinoamericano.
Otro tema sensible es el del aborto. La eliminación del derecho constitucional a practicarlo en cualquier parte del país, por decisión de una Corte Suprema con mayoría conservadora y varios miembros designados por Trump, permitió que algunas legislaturas estatales controladas por los republicanos impongan fuertes restricciones a la práctica del aborto en forma legal.
En las elecciones para la Cámara de Representantes de hace dos años el tema favoreció a los candidatos demócratas en algunos estados donde acusaron a Trump y a los republicanos de haber recortado los derechos de las mujeres sobre su propio cuerpo. El candidato a la Vicepresidencia de Trump, J.D. Vance, es católico practicante y no ha ocultado su fuerte postura en contra del aborto. Los sondeos de opinión muestran que el público estadounidense está dividido casi en partes iguales sobre un tema tan polémico.
Israel y el Oriente Medio: ¿es Netanyahu el “gran elector”?
La guerra en Oriente Medio puede ser decisiva. Millones de votantes de Estados Unidos son de origen judío e importantes grupos económicos y financieros liderados por ellos se han organizado para defender los intereses del Estado de Israel en Estados Unidos (jewish lobby), por lo que ambos partidos (demócratas y republicanos) tienen muy en cuenta la situación en esa parte del mundo. Los cristianos evangélicos (generalmente alineados con Trump) también ofrecen un respaldo sin reservas a Israel.
Del lado propalestino también se organizan. Aunque en menor cantidad, otros millones de votantes son de religión u origen musulmán y se han organizado para denunciar la conducta de Israel en Gaza, en el Margen Occidental del Jordán, y ahora en el Líbano.
Estos grupos tienen importante representación en algunos distritos electorales como Míchigan. Por eso el agravamiento de la guerra puede constituir lo que algunos analistas llaman la “sorpresa de octubre”, en vísperas de las elecciones.
El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, no ha ocultado su preferencia por los republicanos, quienes lo han invitado a presentar ante el Congreso la posición de Israel en varias oportunidades. La última, en junio pasado. Pero también están arreciando las críticas contra Israel por lo que incluso grupos de origen judío consideran acciones “desproporcionadas” y otros llegan a calificar de “crímenes de guerra”.
Las emociones en torno al tema de la guerra son muy fuertes y ciertamente pueden influenciar el resultado de las lecciones.
El futuro de la guerra: ¿cese al fuego o guerra sin fin?
Ambos candidatos han confirmado su apoyo al derecho de Israel a defenderse de sus enemigos, lo que en la práctica solo continúa una tradición de la política exterior norteamericana desde la creación de ese Estado en 1947.
Pero las posiciones de ambos tienen matices diferentes. Durante su presidencia, Trump apoyó a Israel sin restricciones: consideró aceptables los asentamientos israelíes en el Margen Occidental y trasladó su embajada a Jerusalén, en lo que se consideró un reconocimiento de la ciudad como capital de ese Estado. Dos decisiones que administraciones anteriores habían rehusado tomar hasta que se suscribiera un acuerdo de paz con los palestinos, que haga realidad la solución de los dos Estados (uno judío y otro palestino), con la misma capital.
Biden y Harris han insistido (sin éxito) en avanzar hacia dicha solución y en obtener un cese al fuego por la vía diplomática a las crisis de Gaza y el Líbano. Trump acusa a Biden y Harris de haberlas ocasionado por sus muestras de debilidad y ofrece un respaldo inequívoco a Israel.
Independientemente de quién sea el presidente, la política exterior de Estados Unidos continuará alineada con la defensa de Israel y solo puede ser más cautelosa con los demócratas. Trump, por el contrario, puede representar la “carta blanca” (blank check) que Netanyahu desea para continuar su política intransigente.
* Profesor de la Universidad Javeriana y doctor en Asuntos Internacionales de Johns Hopkins.
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