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Por: Julio Borges
El mundo entero se despertó casi que sin aire el pasado 24 de febrero, y no precisamente por un colapso climático, sino porque se rompió el orden mundial impuesto con el final de la Segunda Guerra Mundial, luego de que Rusia decidiera invadir militarmente Ucrania. Las imágenes que hemos presenciado del conflicto bélico que actualmente se libra en Europa del este son estremecedoras, tanto que sus niveles de crueldad y deshumanización le han abierto una herida hasta al alma más insensible. Una herida que ha sido tan profunda que ha cambiado por completo la aproximación de los líderes de Occidente, quienes pasaron de un “approach” caracterizado por el ingrediente declarativo y de acciones prudentes o tibias, a uno donde la fuerza y la intensidad contra el enemigo comienzan a asentarse.
Lo de Ucrania nos deja una lección sobre la necesidad de actuar a tiempo para preservar la democracia y la paz en el mundo. Una lección que reviste una gran importancia para nuestra América, donde tenemos años insistiendo sobre la expansión de la presencia rusa, apoyada por los gobiernos dictatoriales de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Este último, como hemos denunciado, el centro de operaciones desde donde Moscú dirige acciones para afectar la estabilidad democrática del hemisferio, buscando imponer su visión antioccidental y así dañar la convivencia pacífica del continente. Una muestra de ello lo vemos en los radares militares de Rusia que se han instalado en la frontera de Venezuela con Colombia, en los sobrevuelos de aviones rusos sin autorización del Estado colombiano, en la captura de espías rusos provenientes de Venezuela y en la compra de armamento y tecnología rusa por parte de la dictadura venezolana.
Venezuela ha gastado al menos 11 mil millones de dólares en compra de armamento militar ruso en los últimos tiempos, pero eso no ha saciado la ambición de Nicolás Maduro de seguir abriéndoles las puertas de nuestro país y la región a Rusia, con el único propósito de mantenerse en el poder. Recientemente, oficiales de nuestra FANB han compartido información de interés con nosotros sobre los planes del régimen de Maduro para la adquisición de más equipos militares rusos como sistemas de misiles S-400, submarinos y sistemas iglas-s para la milicia. La dictadura también pretende reactivar la fábrica de fusiles AK-103, así como dos puestos de comando para ciberataques. La preparación de estos nuevos acuerdos militares fue parte de la agenda de reuniones entre miembros de la dictadura y el vice primer ministro ruso, Yuri Borisov, quien visitó Venezuela hace apenas unos días.
Esta información sobre la compra de nuevo armamento a Moscú cobra vital importancia en medio del actual contexto, especialmente cuando vemos el comportamiento reciente del dictador Maduro, quien no ha disimulado su subordinación a Putin, declarando abiertamente su respaldo a la invasión militar, sin importar que esto haya significado muertes de civiles, expulsión de más de 800 mil personas y bombardeos de escuelas y hospitales. Y eso no es todo, sino que, en un ejercicio de retórica irresponsable, el dictador ha puesto a la orden nuestro país para que Rusia traslade un conflicto que no nos pertenece a nuestra región. En este sentido, debo ser enfático en decir que la alianza de Maduro con Rusia es una seria amenaza a la paz y seguridad de América Latina. Para dimensionar el tamaño de esta amenaza, solo hay que imaginar que se instale en la frontera venezolana un sistema como el S-400 que Maduro pretende importar, con una capacidad balística que puede llegar hasta 400 kilómetros. Bajo ese escenario, Colombia estaría frente a uno de sus mayores riesgos de seguridad nacional.
Compartimos esta información para prender las alarmas del mundo. Todos los analistas coinciden que el enfrentamiento militar que hoy presenciamos en Europa no inició hace una semana, tenía muchísimo tiempo encubándose. Pero Occidente no reaccionó con la fuerza y energía que se requería en el momento, y la amenaza militar siguió creciendo hasta convertirse en lo que hoy tenemos: una bomba atómica que está cobrando vidas humanas. No podemos esperar que las campanas de la guerra resuenen en nuestro vecindario para comenzar a actuar, la lección de Ucrania nos debe movilizar para contrarrestar a tiempo las amenazas a los valores democráticos y la seguridad hemisférica. Una respuesta tardía a lo que enfrentamos sería el comienzo de la disolución de nuestra región, ¡aprendamos de Ucrania!