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No lo voy a comparar con los recurrentes poetas malditos, ya que él se molesta con esa referencia y manifiesta la ignorancia que se tiene sobre éstos,..
No lo voy a comparar con los recurrentes poetas malditos, ya que él se molesta con esa referencia y manifiesta la ignorancia que se tiene sobre éstos, no obstante me llegan a la memoria los comentarios de cachacos en los cafés de la fría capital a finales de la década del 90, que decían: “Vive en agonía por el alcohol y dormidas callejeras, tiene un aspecto vagabundo”, incluso dudaban de su creación poética y, los ilustrados, lo comparaban, por la forma azarosa de su existencia, con el poeta francés del siglo XV François Villon: otro maldito. Fue lo primero que recordé, con ironía, al leer el titular de El Espectador: “Los periplos de un vagabundo”, referentes al poeta cienaguero José Luis González Sanjuán o Fernando Denis.
Fernando Denis forma parte de mi generación del universo blanco y negro del tablero, en esas calendas no se hablaba tanto de poesía, a pesar que en la región había muchos rapsodas y aedas, sino de peones, alfiles, escaques, celadas, gambitos, apertura española y defensa siciliana. Eran los últimos años de los 70, el juego ciencia iluminaba el panorama y la amistad fluía sin protocolos. Una tarde apareció Fernando Denis en la puerta de mi casa materna, observó una partida y después se ofreció a participar y desde esa época viene la amistad.
Paradójicamente, tres futuros poetas departieron en aquellos años mi mesa de ajedrez, Javier Moscarella, Samuel Serrano y Fernando Denis. A Samuel y Fernando les perdí el rastro durante mi exilio voluntario en México, una década después los fui encontrando uno a uno en los cafés y las calles bogotanas. A Samuel Serrano, un ciego que observa más que los videntes, le sigo su trayectoria académica y literaria en España, donde reside, y con Fernando Denis con frecuencia lo sigo encontrando en Bogotá o en Ciénaga, aún osado, con un ego a prueba de guerra, con reconocimientos de la crítica especializada, con buenos amigos de la cultura y cada día mejor posicionado como el Homero del Caribe, como él se autoproclama.
La traducción de su antología poética La Geometría del agua, al inglés y posteriormente al francés y alemán, es el claro reconocimiento a su formación prerrafaelista y lecturas de los clásicos, a la guerra existencial, a la identificación de los elementos y símbolos que le dan sus imágenes poéticas, a ese enfrentarse a las adversidades con honores, con altura, a salir a flote en medio de la selva urbana.
Permítanme hacer esta dedicatoria, aunque Fernando Denis no se ha referido a la correlación entre su poesía y su ajedrez, al considerar viajar a Buenos Aires a la tumba de Leonor, madre de Borges, seguramente se ha identificado con el negado Premio Nobel argentino, cuando dijo: “Ajedrez misterioso la poesía, cuyo tablero y cuyas piezas cambian como en un sueño y sobre el cual me inclinaré después de haber muerto”. Fernando Denis, te declaro rehén, pero de las palabras, como buen Caribe, como uno de los orígenes de la palabra Homero.
Guillermo de la Hoz. Ciénaga.