Ni señalamientos a la oligarquía esclavista, ni llamados al empoderamiento del constituyente primario, que algunos temían. En sorpresivo retorno a la idea del acuerdo nacional, le preguntó Petro al Congreso: ¿por qué no nos sentamos a hablar de un pacto político para cambiar normas que nos permitan reactivar la economía, hacer una reforma agraria seria e implementar la paz? ¿Por qué no logramos que este Congreso con este Gobierno pasen a la historia (cumpliendo) el Acuerdo de Paz? Y, como si se alinearan los astros, una docena de personalidades clamaba en El Espectador del mismo 20 de julio, desde pensares y sentires diversos, por el esquivo acuerdo nacional. Invitaba Fidel Cano, el director, a salir de la radicalización y disponernos a trabajar por un mejor país en el que quepamos todos. Colombia, afirmaba, no se puede dar el lujo de que su futuro se filtre por entre nuestras diferencias.
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Ni señalamientos a la oligarquía esclavista, ni llamados al empoderamiento del constituyente primario, que algunos temían. En sorpresivo retorno a la idea del acuerdo nacional, le preguntó Petro al Congreso: ¿por qué no nos sentamos a hablar de un pacto político para cambiar normas que nos permitan reactivar la economía, hacer una reforma agraria seria e implementar la paz? ¿Por qué no logramos que este Congreso con este Gobierno pasen a la historia (cumpliendo) el Acuerdo de Paz? Y, como si se alinearan los astros, una docena de personalidades clamaba en El Espectador del mismo 20 de julio, desde pensares y sentires diversos, por el esquivo acuerdo nacional. Invitaba Fidel Cano, el director, a salir de la radicalización y disponernos a trabajar por un mejor país en el que quepamos todos. Colombia, afirmaba, no se puede dar el lujo de que su futuro se filtre por entre nuestras diferencias.
Sobre tres ejes de su discurso gira la propuesta del presidente: reforma agraria, transformación del territorio y eliminación de la guerra de las economías ilícitas. (El conflicto de hoy sería tercera fase de otras que pasaron a la historia: la violencia liberal-conservadora y la guerra contrainsurgente). Para conjurarla, la reforma agraria aprobada en el Acuerdo de La Habana, ley que prescribe la entrega de tres millones de hectáreas a los campesinos y la titulación de otros siete millones. Caramba, pasa un siglo y no sólo se impide a bala la redistribución de la tierra sino que ésta se concentra sin pausa, en un proceso veloz e infame que ha cobrado en las últimas décadas cientos de miles de vidas inocentes. Acaso menos radical que López Pumarejo y Carlos Lleras, agita ahora Petro la reforma agraria, pese a que no cuenta sino con el recurso de comprarla, pero se congratula de que en apenas un año de su gobierno creciera 9 % la economía campesina.
Por otros logros sacó pecho también en un discurso depurado, afirmativo. Dijo que en Colombia, el país más desigual del mundo según la OCDE, su Gobierno redujo 10 % el número de pobres en un año. Y atribuyó el fenómeno al ajuste del salario mínimo y al control de la inflación en alimentos. Entonces insistió en un acuerdo pensado para vencer la pobreza y la exclusión, presupuestos de la paz y de la integración de los territorios excluidos. Entre las medidas que propondría a la discusión en mesas partidistas de concertación figura una de inversión forzosa del sistema bancario en proyectos a dos manos con el Estado en agricultura, vivienda, industria, turismo y economía popular. Alianza público-privada para proyectar estrategias de desarrollo, ya paladeada con el Grupo Aval en La Guajira.
Mas, si de agenda para un pacto nacional se trata, ahí están también las líneas del Plan Nacional de Desarrollo -resultado de amplio consenso, escribe su autor, el excelso exdirector de Planeación, Jorge Iván González-. Brújula que ya es ley, apunta al ordenamiento del territorio alrededor del agua. Al derecho humano a la alimentación, que concretan los acuerdos de 2016: es la modernización del campo que, con su catastro multipropósito, ofrece los mecanismos del plan de choque para implementar la paz. A la transición energética, a la reindustrialización, a la convergencia regional y al mejoramiento de la calidad de vida con más recursos para salud, educación, servicios y asistencia social.
No le faltan al presidente, pues, insumos para una propuesta inicial de diálogo. Y da confianza, como respeto inspira su dignidad al pedir perdón y declararse responsable político por la podredumbre de Olmedo López en la Ungrd. Es el mismo mandatario que, a la primera sospecha sobre su propio hijo, lo endosó a la justicia. Que se oiga la recíproca: sí, hablemos.