Jineth Bedoya es una mujer menuda, de expresión amable y voz cálida. Sonríe con toda la cara, pero alguna huella melancólica queda en su mirada. Me la he encontrado un par de veces en eventos de mujer y género, siempre dispuesta a saludar de abrazo así no conozca de manera íntima a quien saluda. Sentirla cerca es extraño porque, a pesar de que su corporalidad no es precisamente la de una persona robusta, su figura se envuelve en un halo de fuerza, decisión y ternura.
La volví a ver el pasado lunes en el Congreso de la República cuando en presencia de varias personalidades políticas y periodísticas se realizó el lanzamiento del fondo “No es Hora de Callar”, una herramienta diseñada para la protección de las mujeres periodistas víctimas de violencia de género. Este fondo nacido de la ley 2358 de 2024 fue otra de las batallas ganadas por Jineth en el largo camino que ha emprendido por la justicia, la vida y la verdad. Acompañada de su madre, hizo entrega de la ley a mujeres que ejercen el oficio en zonas de conflicto y se encargó de poner el acento en ellas, en sus necesidades y sus voces. Generosamente les cedió las palabras iniciales y las reconoció como hermanas en una lucha de innumerables e indecibles dificultades. Aplaudimos con el asomo de algunas lágrimas en los ojos porque sabemos de los años, el esfuerzo y las noches sin dormir que conlleva defender la dignidad en este país.
En Colombia le tememos al reconocimiento mutuo; pocas veces se exalta la grandeza de otro sin que esto lleve consigo una intención de retribución. Acá no hay admiración, hay lambonería. Hoy me permito manifestarle a Jineth mi profunda y genuina gratitud. Su lucha por las mujeres, la voluntad empeñada en no desfallecer, la defensa de la belleza y la vida, son ejemplo para quienes creemos que el futuro está por construir.
Jineth Bedoya es una mujer menuda, de expresión amable y voz cálida. Sonríe con toda la cara, pero alguna huella melancólica queda en su mirada. Me la he encontrado un par de veces en eventos de mujer y género, siempre dispuesta a saludar de abrazo así no conozca de manera íntima a quien saluda. Sentirla cerca es extraño porque, a pesar de que su corporalidad no es precisamente la de una persona robusta, su figura se envuelve en un halo de fuerza, decisión y ternura.
La volví a ver el pasado lunes en el Congreso de la República cuando en presencia de varias personalidades políticas y periodísticas se realizó el lanzamiento del fondo “No es Hora de Callar”, una herramienta diseñada para la protección de las mujeres periodistas víctimas de violencia de género. Este fondo nacido de la ley 2358 de 2024 fue otra de las batallas ganadas por Jineth en el largo camino que ha emprendido por la justicia, la vida y la verdad. Acompañada de su madre, hizo entrega de la ley a mujeres que ejercen el oficio en zonas de conflicto y se encargó de poner el acento en ellas, en sus necesidades y sus voces. Generosamente les cedió las palabras iniciales y las reconoció como hermanas en una lucha de innumerables e indecibles dificultades. Aplaudimos con el asomo de algunas lágrimas en los ojos porque sabemos de los años, el esfuerzo y las noches sin dormir que conlleva defender la dignidad en este país.
En Colombia le tememos al reconocimiento mutuo; pocas veces se exalta la grandeza de otro sin que esto lleve consigo una intención de retribución. Acá no hay admiración, hay lambonería. Hoy me permito manifestarle a Jineth mi profunda y genuina gratitud. Su lucha por las mujeres, la voluntad empeñada en no desfallecer, la defensa de la belleza y la vida, son ejemplo para quienes creemos que el futuro está por construir.