Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Desde hace algunos días, más de 580 organizaciones sociales vienen proponiéndole al presidente Gustavo Petro que replique el ejercicio de justeza histórica que tuvo al presentar una terna femenina al cargo de fiscal general de la Nación, esta vez al cargo de defensora del Pueblo, posición que no ha sido ocupada nunca por una mujer desde la creación de esta entidad.
La propuesta es audaz pues, como sabemos, la llegada de mujeres a estos espacios no significa per se el avance en cuestiones de género; sin embargo, las organizaciones han enumerado una serie de criterios que llenan de contenido esta posibilidad: mujeres con recorrido en el ámbito de la defensa de los Derechos Humanos, comprometidas con la construcción de la paz, independientes y con compromiso en temas de género. Con estos criterios claros, creo fundamental que este Gobierno pueda viabilizar la posibilidad de entregar de nuevo una terna femenina al cargo de defensor del Pueblo, no solamente porque es una deuda histórica y porque es necesario seguir estrechando las brechas que ha existido históricamente entre hombres y mujeres en el acceso a espacios de poder, sino también porque la grave crisis que enfrenta el país por violencias basadas en género reclama una Defensoría comprometida de lleno con prevenir y atender los terribles hechos de los que hemos sido testigos en días recientes.
Anticipándome a los infaltables detractores de la equidad y su ya consabida perorata, les contesto que no, las mujeres no queremos nada regalado y ni que nos adjudiquen puestos por el mero hecho de existir; al contrario, queremos que se reconozca el arduo camino que hemos recorrido y que no se nos excluya en razón de nuestro género. Presidente Petro, ya es hora de una defensora, el país la necesita.