La política sin políticos
Cristina Nicholls Ocampo
Desde hace algunos años se ha vuelto bandera de campaña de quienes aspiran a cargos de elección popular decir que no son políticos. Nerdos, técnicos, gerentes o ingenieros, no interesa la denominación o el pelambre, paradójicamente, todos quieren alejarse de la política para participar en ella.
Sin duda alguna existe un desprestigio sobre el ejercicio público, los malos políticos que han llenado sus arcas a costa del erario se han encargado de plasmar en el imaginario nacional una figura deleznable merecedora del desprecio común. Pero ese desprecio, bastante legítimo por demás, no debe encauzarse a la política sino a aquellos que la han convertido en un instrumento para acumular poder y riqueza. Es sintomático que cada vez sean más quienes hacen carrera desdeñando a los políticos porque detrás está el vaciamiento de contenido que ha sufrido la política como ejercicio y como concepto. Hay que decir que es peligroso que se aúpen y se aplaudan este tipo de propuestas. Permitir la degradación de lo político y, si se me permite el oxímoron, la despolitización de lo político acarrea la continuación del empobrecimiento del debate público y la puerta de entrada a fórmulas nefastas para el bien común. Hay que ver, por ejemplo, cómo algunos plantean que el Estado debe manejarse como una empresa o cómo las tensiones sociales pueden dejar de existir con planes meramente técnicos. Con solo echarle un vistazo a cualquier teoría social seria cualquiera puede darse cuenta de la absoluta inconveniencia de estos postulados.
En un país como Colombia, plagado de contradicciones, conflictos y carencias, necesitamos más y mejores políticos, personas que entiendan que el servicio público es un honor que debe dignificarse y cualificarse. Gente que llegue a enriquecer los debates y no a higienizarlos o a evitarlos, hombres y mujeres que rescaten la política del empobrecimiento y la bajeza. No es la asepsia y el alejamiento lo que nos llevará a buen puerto. Por otra parte, también vendría bien que en estas elecciones regionales los políticos que aún no admiten serlo empiecen a reconocerse, ya algunos llevan dos y tres periodos en cargos de elección popular y la fórmula de marketing empieza a verse un tanto ridícula.
Desde hace algunos años se ha vuelto bandera de campaña de quienes aspiran a cargos de elección popular decir que no son políticos. Nerdos, técnicos, gerentes o ingenieros, no interesa la denominación o el pelambre, paradójicamente, todos quieren alejarse de la política para participar en ella.
Sin duda alguna existe un desprestigio sobre el ejercicio público, los malos políticos que han llenado sus arcas a costa del erario se han encargado de plasmar en el imaginario nacional una figura deleznable merecedora del desprecio común. Pero ese desprecio, bastante legítimo por demás, no debe encauzarse a la política sino a aquellos que la han convertido en un instrumento para acumular poder y riqueza. Es sintomático que cada vez sean más quienes hacen carrera desdeñando a los políticos porque detrás está el vaciamiento de contenido que ha sufrido la política como ejercicio y como concepto. Hay que decir que es peligroso que se aúpen y se aplaudan este tipo de propuestas. Permitir la degradación de lo político y, si se me permite el oxímoron, la despolitización de lo político acarrea la continuación del empobrecimiento del debate público y la puerta de entrada a fórmulas nefastas para el bien común. Hay que ver, por ejemplo, cómo algunos plantean que el Estado debe manejarse como una empresa o cómo las tensiones sociales pueden dejar de existir con planes meramente técnicos. Con solo echarle un vistazo a cualquier teoría social seria cualquiera puede darse cuenta de la absoluta inconveniencia de estos postulados.
En un país como Colombia, plagado de contradicciones, conflictos y carencias, necesitamos más y mejores políticos, personas que entiendan que el servicio público es un honor que debe dignificarse y cualificarse. Gente que llegue a enriquecer los debates y no a higienizarlos o a evitarlos, hombres y mujeres que rescaten la política del empobrecimiento y la bajeza. No es la asepsia y el alejamiento lo que nos llevará a buen puerto. Por otra parte, también vendría bien que en estas elecciones regionales los políticos que aún no admiten serlo empiecen a reconocerse, ya algunos llevan dos y tres periodos en cargos de elección popular y la fórmula de marketing empieza a verse un tanto ridícula.