Si fuera solo una pandemia, la cosa ya sería grave, pero lo cierto es que estamos viviendo varias pandemias en simultáneo.
La primera, que se propaga mucho más rápido que el virus, es la paranoia, el miedo, la ansiedad. Al comienzo es causada por falta de información y, luego, por su exceso. Bombardeados de datos, imágenes, videos, fake news y versiones conspirativas desde la izquierda y la derecha, aumentaN la desazón.
La otra, por supuesto, es la pandemia propiamente dicha, la del coronavirus. Las cifras de casos confirmados y muertes ascienden exponencialmente cada hora. Se contagian ricos y famosos a la par que gente del común. Poco a poco, entramos en una cuarentena a escala global: unos países lo hicieron antes, otros después, pero tarde o temprano, todo el mundo estará paralizado. Los héroes y heroínas: el personal médico, en la primera fila de esta nueva guerra mundial, junto con mucha otra gente de quienes dependemos para seguir sobreviviendo, entre ellos los campesinos y agricultores.
Y a éstas se le agrega lo que algunos llaman la pandemia económica. Ya se hacen comparaciones con la Gran Recesión que se desató a partir de 2008, mientras otros evocan la Gran Depresión de los 30. Si bien el virus ataca a ricos y pobres por igual, los efectos económicos golpean de manera desproporcionada a los pobres. Las reacciones de los gobiernos dan fe de la gravedad de la situación. Francia fue de los primeros en decretar la suspensión de cobro por los servicios públicos, como lo pide la alcaldesa de Bogotá. En España, el gobierno de izquierdas debate asuntos como la renta mínima, ampliación del subsidio de desempleo, no cobro de alquileres y congelación de deudas bancarias, entre otros. Aún en Estados Unidos, el mega capitalista Donald Trump se ha puesto de acuerdo con los demócratas para que el gobierno federal envíe un cheque a todos los estadounidenses en la primera semana de abril, una idea que en tiempos normales sería rechazada de plano por considerarse “socialista”.
De toda esta locura ya empiezan a hacerse visibles las primeras lecciones. Aislados en nuestras casas, nunca habíamos estado tan conectados con el mundo, con nuestros seres queridos, con nuestra propia humanidad. Gracias a que estamos quietos en nuestras casas, se respira aire más puro y la naturaleza lo agradece. Nunca antes habíamos estado tan conscientes de algo tan sencillo como que la salud de cada uno, y de hecho la vida, depende de los demás. Nunca antes habíamos valorado tanto a la ciencia y a los científicos, tan vilipendiados en estos tiempos por demagogos ignorantes. Nunca antes se había hecho tan obvia la necesidad de la cooperación global, en medio de nacionalismos y xenofobias exacerbadas. Nunca antes se había puesta tan en evidencia la total precariedad del capitalismo neoliberal. Nunca antes habíamos mirado todos hacia el Estado, demandándole no sólo acciones sino, sobre todo, indicaciones de cómo proseguir.
Los tiempos difíciles ponen a prueba el liderazgo. Ha sido realmente extraordinaria la labor de Claudia López, que demuestra a diario que liderar no es solo tomar medidas requeridas de manera oportuna, sino, sobre todo, saber cómo comunicarlas, como tranquilizar sin dejar de alertar sobre los graves riesgos, con serenidad, inteligencia, compromiso, pedagogía y amor. Entendió que en estos asuntos no existe el demasiado temprano, sino solo el demasiado tarde. ¡Qué orgullo, qué tranquilidad, tenerla como alcaldesa! Y qué contraste con Duque que, con decretos ridículos que confunden salud pública con orden público y que necesita la orden del presidente eterno para actuar, desnuda aún más su total ineptitud.
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto durarán las pandemias ni cuán graves serán, pero creo que es seguro afirmar que apenas están empezando. De todas maneras, algún día, efectivamente todo esto pasará. Unos saldremos vivos, otros no. Pero el mundo nunca será igual a lo que fue hace tan solo 15 días. Los efectos los veremos durante mucho tiempo. Hábitos cambiarán. ¿Volveremos a saludarnos de mano como antes?
Vivimos tiempos únicos. Estos días, semanas, quizá meses de confinamiento, nos deben servir para reflexionar, no sólo sobre la salud, o el modelo de desarrollo, sino, sobre todo, un nuevo modelo de sociedad.
***
Mientras tenemos la cabeza y los ojos en otras partes, la curva de asesinatos de líderes sociales sigue en alza. Entre los más recientes, Marcos Rivadeneira, líder histórico del Putumayo, luchador por la sustitución voluntaria de cultivos y el desarrollo alternativo.
danielgarciapena@hotmail.com
* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y Director de Planeta Paz.
Si fuera solo una pandemia, la cosa ya sería grave, pero lo cierto es que estamos viviendo varias pandemias en simultáneo.
La primera, que se propaga mucho más rápido que el virus, es la paranoia, el miedo, la ansiedad. Al comienzo es causada por falta de información y, luego, por su exceso. Bombardeados de datos, imágenes, videos, fake news y versiones conspirativas desde la izquierda y la derecha, aumentaN la desazón.
La otra, por supuesto, es la pandemia propiamente dicha, la del coronavirus. Las cifras de casos confirmados y muertes ascienden exponencialmente cada hora. Se contagian ricos y famosos a la par que gente del común. Poco a poco, entramos en una cuarentena a escala global: unos países lo hicieron antes, otros después, pero tarde o temprano, todo el mundo estará paralizado. Los héroes y heroínas: el personal médico, en la primera fila de esta nueva guerra mundial, junto con mucha otra gente de quienes dependemos para seguir sobreviviendo, entre ellos los campesinos y agricultores.
Y a éstas se le agrega lo que algunos llaman la pandemia económica. Ya se hacen comparaciones con la Gran Recesión que se desató a partir de 2008, mientras otros evocan la Gran Depresión de los 30. Si bien el virus ataca a ricos y pobres por igual, los efectos económicos golpean de manera desproporcionada a los pobres. Las reacciones de los gobiernos dan fe de la gravedad de la situación. Francia fue de los primeros en decretar la suspensión de cobro por los servicios públicos, como lo pide la alcaldesa de Bogotá. En España, el gobierno de izquierdas debate asuntos como la renta mínima, ampliación del subsidio de desempleo, no cobro de alquileres y congelación de deudas bancarias, entre otros. Aún en Estados Unidos, el mega capitalista Donald Trump se ha puesto de acuerdo con los demócratas para que el gobierno federal envíe un cheque a todos los estadounidenses en la primera semana de abril, una idea que en tiempos normales sería rechazada de plano por considerarse “socialista”.
De toda esta locura ya empiezan a hacerse visibles las primeras lecciones. Aislados en nuestras casas, nunca habíamos estado tan conectados con el mundo, con nuestros seres queridos, con nuestra propia humanidad. Gracias a que estamos quietos en nuestras casas, se respira aire más puro y la naturaleza lo agradece. Nunca antes habíamos estado tan conscientes de algo tan sencillo como que la salud de cada uno, y de hecho la vida, depende de los demás. Nunca antes habíamos valorado tanto a la ciencia y a los científicos, tan vilipendiados en estos tiempos por demagogos ignorantes. Nunca antes se había hecho tan obvia la necesidad de la cooperación global, en medio de nacionalismos y xenofobias exacerbadas. Nunca antes se había puesta tan en evidencia la total precariedad del capitalismo neoliberal. Nunca antes habíamos mirado todos hacia el Estado, demandándole no sólo acciones sino, sobre todo, indicaciones de cómo proseguir.
Los tiempos difíciles ponen a prueba el liderazgo. Ha sido realmente extraordinaria la labor de Claudia López, que demuestra a diario que liderar no es solo tomar medidas requeridas de manera oportuna, sino, sobre todo, saber cómo comunicarlas, como tranquilizar sin dejar de alertar sobre los graves riesgos, con serenidad, inteligencia, compromiso, pedagogía y amor. Entendió que en estos asuntos no existe el demasiado temprano, sino solo el demasiado tarde. ¡Qué orgullo, qué tranquilidad, tenerla como alcaldesa! Y qué contraste con Duque que, con decretos ridículos que confunden salud pública con orden público y que necesita la orden del presidente eterno para actuar, desnuda aún más su total ineptitud.
Nadie sabe a ciencia cierta cuánto durarán las pandemias ni cuán graves serán, pero creo que es seguro afirmar que apenas están empezando. De todas maneras, algún día, efectivamente todo esto pasará. Unos saldremos vivos, otros no. Pero el mundo nunca será igual a lo que fue hace tan solo 15 días. Los efectos los veremos durante mucho tiempo. Hábitos cambiarán. ¿Volveremos a saludarnos de mano como antes?
Vivimos tiempos únicos. Estos días, semanas, quizá meses de confinamiento, nos deben servir para reflexionar, no sólo sobre la salud, o el modelo de desarrollo, sino, sobre todo, un nuevo modelo de sociedad.
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Mientras tenemos la cabeza y los ojos en otras partes, la curva de asesinatos de líderes sociales sigue en alza. Entre los más recientes, Marcos Rivadeneira, líder histórico del Putumayo, luchador por la sustitución voluntaria de cultivos y el desarrollo alternativo.
danielgarciapena@hotmail.com
* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y Director de Planeta Paz.