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Desde 2016 no se convoca, pero el problema es que no estamos listos para la renovación profesoral necesaria.
En una planta de 331.000 docentes, al menos 50.000 están nombrados como provisionales en cargos que son vacancias definitivas. Es un hecho demasiado grande como para no discutirlo y que sea ignorado muestra que la agenda pública en educación es débil y superficial.
¿Por qué no es un asunto importante en la negociación entre Fecode y el MEN? Porque ambos ganan con esta situación anómala. Del lado de Fecode, i) los docentes provisionales están sindicalizados, con razón, y ii) para ellos un concurso de ingreso a la carrera docente puede ser una amenaza dependiendo de cómo sean las pruebas de selección (se gana otro la plaza).
Del lado del gobierno, i) los docentes provisionales no ascienden en el escalafón, lo que permite ahorro fiscal, y ii) no tiene que asumir un pleito con Fecode, ya que los gobiernos dejaron atar decisiones sobre el concurso docente a un consenso sobre el estatuto de la profesión docente.
En el acuerdo colectivo de 2019, por ejemplo, se firmó que “la definición de criterios y procedimientos de los concursos de ingreso a la carrera docente será abordada por la Comisión Tripartita en el proceso de concertación del proyecto de estatuto único de la profesión docente” (y la palabra clave es “único”).
Lo que dictaría la reforma educativa que necesitamos es hacer una serie de concursos docentes orientados por el objetivo de mejorar la calidad de la educación, concatenados con cambios en el periodo de prueba, el estatuto y la evaluación docente.
Un primer paso es acabar el embeleco de la “comisión tripartita” quitando al Congreso, que no asiste y no necesita de eso para cumplir su rol constitucional y legal.
No hay que suponer que concursos de ingreso a la carrera docente diseñados en el marco de una reforma educativa estructural van a arrasar con quienes ocupan las plazas de modo provisional. “Se necesita una aproximación respetuosa, empática y justa para entrar a discutir los cambios relacionados con la planta y la función docente”, o la negociación será muy difícil, como me permití sugerir en “Dos cambios con la planta docente” (nov/15, 2020).
Sin embargo, una renovación de la planta docente es indispensable. El último concurso docente se convocó en 2016 y las listas de elegibles se agotaron en 2019. Según el decreto 1278 de 2002, “una vez agotado el listado de elegibles se deberá convocar a nuevo concurso dentro de los cuatro (4) meses siguientes” (art. 15).
El problema es que no estamos listos para hacer bien una renovación del personal docente de esa magnitud. Faltan decisiones desde arriba y desde abajo coherentes con un proyecto nacional, asumiendo que podemos ponernos de acuerdo en eso, a las que responda el concurso de ingreso a la carrera docente. No es solo un problema de financiación.
Decisiones como un currículo nacional, la formación básica de los licenciados, la estructura de gestión de la institución educativa, la medición del aprendizaje estudiantil, que se relacionan con el perfil profesional y las funciones del personal al servicio de la educación.
No sabemos si se necesita la misma cantidad de docentes, probablemente sí o más, pero en cambio sí sabemos que se necesitan urgentemente otras profesiones en el ámbito de las instituciones educativas.
Reforma integral de la educación que un solo gobierno no logrará hacer, por lo que se requiere un acuerdo transversal a los sucesivos gobiernos. Pero ya sabemos que el actual sistema político no sirve para eso, ni para tener dos programas en educación que compitan políticamente, lo que es mejor que no tener ninguno en realidad.