O sobre geografía, desarrollo económico y urbanismo.
La agenda de seis conversaciones en dos días se llamó “Futuro Quibdó, urbanismo y planeación”, pero en el fondo era sobre “de qué van a vivir” los chocoanos y “cómo quieren vivir” en Quibdó.
La tasa de desempleo nacional está en 9,1 % y la de Quibdó en 24,9 %. Como pocos creen que el empleo que falta debe crearse en el sector público, vale imaginar lo siguiente.
Una multilatina o multinacional del sector de alimentos decide hacer una alianza (con una agencia del Estado) para producir harina de plátano popocho en Quibdó y exportarla a mercados internacionales. Será necesario cultivar mucho más popocho, que se comprará a buen precio; y se crearán cientos de empleos directos en la planta procesadora.
La empresa pide energía eléctrica confiable y a precio competitivo, una zona franca y mejorar la navegabilidad del río Atrato para llevar en menos de 24 horas el producto a Puerto Antioquia, en Turbo, y embarcarlo hacia los mercados en la ruta del océano Atlántico norte y sur. Asume varios riesgos, como la inseguridad.
Por virtud del acuerdo de la zona franca, si en diez años los productos chocoanos pueden llegar a un puerto de aguas profundas sobre el océano Pacífico por una carretera de menos de 100 kilómetros desde Quibdó, la multinacional venderá la unidad de negocio asentada en el Chocó a un conglomerado colombiano con participación accionaria de miles de chocoanos.
En pocos años, otras empresas grandes habrán seguido el modelo y Quibdó, con acceso rápido al Pacífico y al Atlántico, se convertiría en una ciudad próspera, con desempleo inferior al promedio nacional.
Gracias a la ubicación geográfica del Chocó, la respuesta a “¿de qué van a vivir?” podría ser “de la agroindustria, la manufactura, la logística, el comercio exterior, los servicios”, porque Quibdó estaría más cerca (en términos de fletes) de los mercados internacionales que de una buena parte del mercado colombiano.
Así, la ciudad podría pasar de tener un 25 % o 30 % de la población total del Chocó a albergar el 50 % o más. Para hacer agroindustria, explotar con responsabilidad ambiental el oro y el cobre, y aprovechar bien la economía de la captura de carbono no se necesita tanta gente en el campo con mala calidad de vida.
La cuestión es que para hacer realidad este sueño que parece obvio a la luz de la experiencia exitosa de varios países, hay que hacer una reforma constitucional, una legal, y cambiar más de un chip cultural, entre otras cosas. Si no es claro “de qué van a vivir”, resulta más difícil responder “cómo quieren vivir”.
Pero el tipo perfecto para desafiar la imaginación de “cómo quieren vivir” es Enrique Peñalosa, y a eso fue a Quibdó, en una agenda organizada por Planeación Municipal y la Fundación Color de Colombia, con participación de la UTCH y líderes de la institucionalidad pública, privada y cívica.
Desafiar el tamaño de lo previsto; por ejemplo, con el Malecón a orillas del río Atrato; desafiar el sentido que ignora a los peatones y ciclistas, como el de una avenida circunvalar, que puede ayudar a darle carácter a la ciudad, si se complementa con árboles gigantes; y desafiar lo que aparentemente está bien para la vivienda de interés social o los barrios populares.
Un llamado concreto a revisar la mentalidad y a mejorar la imaginación a punta de proyectos con diseños en fase tres.
O sobre geografía, desarrollo económico y urbanismo.
La agenda de seis conversaciones en dos días se llamó “Futuro Quibdó, urbanismo y planeación”, pero en el fondo era sobre “de qué van a vivir” los chocoanos y “cómo quieren vivir” en Quibdó.
La tasa de desempleo nacional está en 9,1 % y la de Quibdó en 24,9 %. Como pocos creen que el empleo que falta debe crearse en el sector público, vale imaginar lo siguiente.
Una multilatina o multinacional del sector de alimentos decide hacer una alianza (con una agencia del Estado) para producir harina de plátano popocho en Quibdó y exportarla a mercados internacionales. Será necesario cultivar mucho más popocho, que se comprará a buen precio; y se crearán cientos de empleos directos en la planta procesadora.
La empresa pide energía eléctrica confiable y a precio competitivo, una zona franca y mejorar la navegabilidad del río Atrato para llevar en menos de 24 horas el producto a Puerto Antioquia, en Turbo, y embarcarlo hacia los mercados en la ruta del océano Atlántico norte y sur. Asume varios riesgos, como la inseguridad.
Por virtud del acuerdo de la zona franca, si en diez años los productos chocoanos pueden llegar a un puerto de aguas profundas sobre el océano Pacífico por una carretera de menos de 100 kilómetros desde Quibdó, la multinacional venderá la unidad de negocio asentada en el Chocó a un conglomerado colombiano con participación accionaria de miles de chocoanos.
En pocos años, otras empresas grandes habrán seguido el modelo y Quibdó, con acceso rápido al Pacífico y al Atlántico, se convertiría en una ciudad próspera, con desempleo inferior al promedio nacional.
Gracias a la ubicación geográfica del Chocó, la respuesta a “¿de qué van a vivir?” podría ser “de la agroindustria, la manufactura, la logística, el comercio exterior, los servicios”, porque Quibdó estaría más cerca (en términos de fletes) de los mercados internacionales que de una buena parte del mercado colombiano.
Así, la ciudad podría pasar de tener un 25 % o 30 % de la población total del Chocó a albergar el 50 % o más. Para hacer agroindustria, explotar con responsabilidad ambiental el oro y el cobre, y aprovechar bien la economía de la captura de carbono no se necesita tanta gente en el campo con mala calidad de vida.
La cuestión es que para hacer realidad este sueño que parece obvio a la luz de la experiencia exitosa de varios países, hay que hacer una reforma constitucional, una legal, y cambiar más de un chip cultural, entre otras cosas. Si no es claro “de qué van a vivir”, resulta más difícil responder “cómo quieren vivir”.
Pero el tipo perfecto para desafiar la imaginación de “cómo quieren vivir” es Enrique Peñalosa, y a eso fue a Quibdó, en una agenda organizada por Planeación Municipal y la Fundación Color de Colombia, con participación de la UTCH y líderes de la institucionalidad pública, privada y cívica.
Desafiar el tamaño de lo previsto; por ejemplo, con el Malecón a orillas del río Atrato; desafiar el sentido que ignora a los peatones y ciclistas, como el de una avenida circunvalar, que puede ayudar a darle carácter a la ciudad, si se complementa con árboles gigantes; y desafiar lo que aparentemente está bien para la vivienda de interés social o los barrios populares.
Un llamado concreto a revisar la mentalidad y a mejorar la imaginación a punta de proyectos con diseños en fase tres.