No lo estamos haciendo bien, y nadie quiere hablar al respecto. En el Día del Periodista en Colombia, el 9 de febrero, sólo hubo palmaditas en la espalda entre colegas periodistas y sus fuentes. Palmaditas, y en algunos casos regalos de las mismas fuentes que los periodistas supuestamente fiscalizan.
Ya de entrada es un poco raro esto del Día del Periodista. La fecha fue establecida por una ley del Congreso de 1975 que años después fue declarada inconstitucional porque coartaba la libertad de prensa al exigir tarjetas profesionales para ejercer el periodismo. De la ley sólo nos quedó la fecha, que los medios de comunicación se han encargado de perpetuar con entusiasmo para autocongratularse. Pero, ¿por qué nos felicitamos?
Según varias mediciones, incluyendo la de Gallup y Latinobarómetro, la confianza del público, a quien en teoría se deben los periodistas, está en un punto bajo histórico. Por primera vez en 17 años, la encuesta Gallup mostró que el año pasado la opinión desfavorable hacia los medios de comunicación superó la favorable. La encuesta de Latinobarómetro, por otro lado, muestra que el nivel de confianza en los medios ha caído 28 puntos, de 63 % a 35 %, entre el 2005 y el 2016. Con esos datos nada más se justifica el titular de “Crisis en los medios”. Pero en el Día de los Periodistas pasado, cuando se otorgó el premio del Círculo de Periodistas de Bogotá, el titular en Caracol Radio, por citar sólo un ejemplo, fue por otro lado: “Llega la celebración de los periodistas para los periodistas”.
Y es que esta autocelebración es muy característica del periodismo colombiano. Viene, creo, de una máxima no escrita pactada por los decanos de nuestro ejercicio que resumió bien Julio Sánchez en una entrevista reciente a la revista Semana, que le celebraba sus 40 años en la radio. Frente a la pregunta de cuál es el mayor defecto del periodismo colombiano, Sánchez responde: “Yo jamás haré críticas a mis colegas”. Críticas no, loas en cambio sí.
Esa máxima, ese antiguo pacto de caballeros, hace agua hoy en día. En medio de esta transición en los medios, donde la desinformación encuentra una caja de resonancia mayor por la masificación de las redes sociales, los medios de otros lugares del mundo han redoblado sus procesos de autocrítica y crítica a otros medios. El New York Times, el Washington Post, el Wall Street Journal, el Guardian, CNN, entienden que para luchar contra las “noticias falsas” hay que apretar los estándares de las noticias “verdaderas”. El resultado ha sido un incremento en el número de suscriptores, procesos editoriales más estrictos y más periodistas en las salas de redacción.
En Colombia, en cambio, vemos en silencio como, por ejemplo, El Tiempo es utilizado sin rubor como una herramienta de propaganda del Grupo Aval y Sarmiento Angulo en temas como el puente Chirajara y los casos de corrupción de Odebrecht y Navelena. En general, el cubrimiento que hicieron los medios privados de la crisis de las basuras en la Alcaldía de Peñalosa puso en contraste los dobles estándares frente a cómo se cubrió la crisis en la Alcaldía de Petro. Y puede que los periodistas no quieran hablar de esto, pero la gente no es boba.
Justamente ayer llamó a la W un señor a reclamarle a Julio el cubrimiento de las basuras. El señor sugirió que todos estaban untados por la pauta de la Alcaldía de Bogotá. “Yo no manejo la pauta”, le contestó Sánchez. Repito, la gente no es boba, por eso el periodismo colombiano está en crisis.
No lo estamos haciendo bien, y nadie quiere hablar al respecto. En el Día del Periodista en Colombia, el 9 de febrero, sólo hubo palmaditas en la espalda entre colegas periodistas y sus fuentes. Palmaditas, y en algunos casos regalos de las mismas fuentes que los periodistas supuestamente fiscalizan.
Ya de entrada es un poco raro esto del Día del Periodista. La fecha fue establecida por una ley del Congreso de 1975 que años después fue declarada inconstitucional porque coartaba la libertad de prensa al exigir tarjetas profesionales para ejercer el periodismo. De la ley sólo nos quedó la fecha, que los medios de comunicación se han encargado de perpetuar con entusiasmo para autocongratularse. Pero, ¿por qué nos felicitamos?
Según varias mediciones, incluyendo la de Gallup y Latinobarómetro, la confianza del público, a quien en teoría se deben los periodistas, está en un punto bajo histórico. Por primera vez en 17 años, la encuesta Gallup mostró que el año pasado la opinión desfavorable hacia los medios de comunicación superó la favorable. La encuesta de Latinobarómetro, por otro lado, muestra que el nivel de confianza en los medios ha caído 28 puntos, de 63 % a 35 %, entre el 2005 y el 2016. Con esos datos nada más se justifica el titular de “Crisis en los medios”. Pero en el Día de los Periodistas pasado, cuando se otorgó el premio del Círculo de Periodistas de Bogotá, el titular en Caracol Radio, por citar sólo un ejemplo, fue por otro lado: “Llega la celebración de los periodistas para los periodistas”.
Y es que esta autocelebración es muy característica del periodismo colombiano. Viene, creo, de una máxima no escrita pactada por los decanos de nuestro ejercicio que resumió bien Julio Sánchez en una entrevista reciente a la revista Semana, que le celebraba sus 40 años en la radio. Frente a la pregunta de cuál es el mayor defecto del periodismo colombiano, Sánchez responde: “Yo jamás haré críticas a mis colegas”. Críticas no, loas en cambio sí.
Esa máxima, ese antiguo pacto de caballeros, hace agua hoy en día. En medio de esta transición en los medios, donde la desinformación encuentra una caja de resonancia mayor por la masificación de las redes sociales, los medios de otros lugares del mundo han redoblado sus procesos de autocrítica y crítica a otros medios. El New York Times, el Washington Post, el Wall Street Journal, el Guardian, CNN, entienden que para luchar contra las “noticias falsas” hay que apretar los estándares de las noticias “verdaderas”. El resultado ha sido un incremento en el número de suscriptores, procesos editoriales más estrictos y más periodistas en las salas de redacción.
En Colombia, en cambio, vemos en silencio como, por ejemplo, El Tiempo es utilizado sin rubor como una herramienta de propaganda del Grupo Aval y Sarmiento Angulo en temas como el puente Chirajara y los casos de corrupción de Odebrecht y Navelena. En general, el cubrimiento que hicieron los medios privados de la crisis de las basuras en la Alcaldía de Peñalosa puso en contraste los dobles estándares frente a cómo se cubrió la crisis en la Alcaldía de Petro. Y puede que los periodistas no quieran hablar de esto, pero la gente no es boba.
Justamente ayer llamó a la W un señor a reclamarle a Julio el cubrimiento de las basuras. El señor sugirió que todos estaban untados por la pauta de la Alcaldía de Bogotá. “Yo no manejo la pauta”, le contestó Sánchez. Repito, la gente no es boba, por eso el periodismo colombiano está en crisis.