Viví en carne propia una horripilante experiencia y aprovecharé Halloween para contarles. Era una apacible noche de sábado, el cansancio sólo me daba para buscar algo de dopamina haciendo scroll en Instagram. Veía fiestas que envidiaba, playas que deseaba, memes ocurrentes y de pronto ¡pum! Sentí una punzada en el vientre: frente a mí apareció un video de un negacionista de la crisis climática.
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Viví en carne propia una horripilante experiencia y aprovecharé Halloween para contarles. Era una apacible noche de sábado, el cansancio sólo me daba para buscar algo de dopamina haciendo scroll en Instagram. Veía fiestas que envidiaba, playas que deseaba, memes ocurrentes y de pronto ¡pum! Sentí una punzada en el vientre: frente a mí apareció un video de un negacionista de la crisis climática.
Mi algoritmo había sido poseído por los lamentos de uno de aquellos que niegan los graves efectos de los gases de efecto invernadero en la Tierra. Quise huir. Me bastaba con deslizar el pulgar para dejar de ver sus ataques a la COP16, pero no lo logré. Quedé paralizado al notar que había abierto una compuerta a este inframundo tras revisar la cuenta de un presentador de noticiero de televisión que difunde falsedades para, supuestamente, defender a la niñez.
Pocos segundos transcurrieron para presenciar cómo un profesor universitario español, que vive en Colombia, destazaba la evidencia científica. Previamente había señalado que la acción contra la crisis climática es una agenda de élites globales para quitarnos la libertad e impedir que nos convirtamos en “la mejor versión de nosotros mismos”. Un espectáculo grotesco en el que las paredes iban quedando salpicadas de sesgos y falacias.
Este sujeto dice que el planeta ha variado de temperatura millones de años atrás, aunque no menciona que las variaciones del siglo reciente han ocurrido a una velocidad alarmante. Así que insiste en seguir produciendo emisiones porque eso es libertad, pero no ofrece una solución para evitar que la humanidad desaparezca. Si no tiene una alternativa clara para garantizar la subsistencia de las personas que habitan el planeta es porque tal vez este radical de derecha se define como provida, pero no como pro-ocho mil millones de vidas.
No nombraré al presentador y al profesor de esta pesadilla. Lo hago para que no les pase como a mí luego de leer un formidable editorial de este diario que se tituló “Mentir por los niños no protege sus derechos”. Tentado por la curiosidad y la indignación revisé en redes quiénes eran varios de los personajes mencionados allí. Uno de ellos, claro, es el presentador y la leyenda dice que si repites su nombre tres veces se aparece en un video para respaldar el terraplanismo.
Debe ser pavoroso tratar de explicar a un tío incauto que lo dicho en ese video es falso y que sobrevivir como humanidad no es obediencia ante las élites. Es aterrador notar cómo cambian los tiempos: décadas atrás la desobediencia era usar jeans rotos, piercings y pintar grafitis; hoy los desobedientes son los que quieren vivir al límite productivo para exponerse a hambrunas, enfermedades respiratorias y proliferación del dengue.
Temo que la burbuja de este tipo de negacionistas crecerá mucho más bajo aquella premisa de “buscar ser tu mejor versión”. Imagino un futuro en el que la razón se extingue. Entonces sólo quedarían en el planeta quienes no entregaron su libertad y lograron convertirse en la mejor versión de sí mismos, es decir, en un trozo de subsuelo transitado por roedores e insectos.