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                                                                                                                                ¿Tenemos identidad los colombianos? (I)

                                                                                                                                Sobre el problema de la identidad de los colombianos han llovido ríos de tinta, sobre todo en el mundo académico e intelectual, sin que pueda afirmarse que hayamos adoptado una fórmula de entendimiento. Prima entre los estudiosos una visión negacionista sobre el ser de los colombianos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Concluimos con ligereza que somos una comunidad infundada, irreal, incompleta, que no ha habido proyecto de nación, que el estado es fallido, que no tenemos idea de lo que es ser colombianos. No tenemos identidad afirma el historiador Jorge Orlando Melo, a su vez, Marco Palacios sostiene que no somos uno sino tres países: el de los paramilitares, el de las guerrillas y el central en la región andina.

                                                                                                                                La próxima celebración del bicentenario de la batalla de Boyacá debería acercarnos a una noción más comprehensiva y positiva de lo que es nuestra identidad, de lo que significa ser colombianos. En vez de chocarnos en la búsqueda inútil de complejas y sofisticadas teorías, deberíamos lanzarnos a la indagación y análisis de procesos que dieron lugar al forjamiento de la nación y del estado y a describirlos de la manera más detallada posible.

                                                                                                                                Ello quiere decir que hay que reconocer la inoperancia de modelos virtuosos de construcción de nación y estado, pues cada país sigue una ruta y acumula una experiencia diferente y con ritmos desiguales. Mírense no más las diferencias entre el caso inglés, el francés y el norteamericano. Si dejamos de pensar en la dinámica de que las cosas debieron haber sido de tal forma u otra, nos liberaremos de prejuicios reaccionarios que impiden la incorporación de datos elementales y sencillos en el estudio del problema.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Reconocer elementos de juicio, materiales y virtuales, simbólicos e imaginarios daría para ser menos lacerantes con nuestra identidad, por ejemplo, que nos enoja ser vistos como narcotraficantes en los aeropuertos del mundo y que sentir la ofensa es parte de la existencia de un fuerte sentimiento de pertenencia. Que nos alegremos cuando nuestros deportistas triunfan en el exterior o nuestros artistas ganan fama y reconocimiento. O que nos ufanemos de tener un premio nobel de literatura. O que nos regodeamos con los festejos del bicentenario o que se nos considere como uno de los pueblos más felices de la tierra a pesar de todos nuestros sufrimientos.

                                                                                                                                Al fin de cuentas ser o pertenecer a un país o a una nación no es necesariamente algo que tenga que ver con elevados despliegues filosóficos o enredadas teorías sociológicas, sino con experiencias que no por elementales guardan un alto nivel de sublimidad y regocijo. No bastan los folios de un libro para dar cuenta de todo lo que nos puede hacer sentir colombianos, desde Bolívar a Sucre pasando por Santander, hasta los conflictos nuestros y únicamente nuestros, desde el himno hasta las canciones de Shakira, Juanes y las de tantos otros juglares.

                                                                                                                                Desde la bandera hasta el uniforme de la selección de fútbol, desde unas fechas sólo válidas para nosotros hasta el orgullo que sentimos por producir el mejor café del mundo. Desde los equívocos en la búsqueda de nuestro nombre y los vacíos y contingencias en la construcción de las instituciones hasta la satisfacción de sabernos uno de los países más ricos del mundo en biodiversidad. Así de sencillo y así de complejo…

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Sobre el problema de la identidad de los colombianos han llovido ríos de tinta, sobre todo en el mundo académico e intelectual, sin que pueda afirmarse que hayamos adoptado una fórmula de entendimiento. Prima entre los estudiosos una visión negacionista sobre el ser de los colombianos.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Concluimos con ligereza que somos una comunidad infundada, irreal, incompleta, que no ha habido proyecto de nación, que el estado es fallido, que no tenemos idea de lo que es ser colombianos. No tenemos identidad afirma el historiador Jorge Orlando Melo, a su vez, Marco Palacios sostiene que no somos uno sino tres países: el de los paramilitares, el de las guerrillas y el central en la región andina.

                                                                                                                                La próxima celebración del bicentenario de la batalla de Boyacá debería acercarnos a una noción más comprehensiva y positiva de lo que es nuestra identidad, de lo que significa ser colombianos. En vez de chocarnos en la búsqueda inútil de complejas y sofisticadas teorías, deberíamos lanzarnos a la indagación y análisis de procesos que dieron lugar al forjamiento de la nación y del estado y a describirlos de la manera más detallada posible.

                                                                                                                                Ello quiere decir que hay que reconocer la inoperancia de modelos virtuosos de construcción de nación y estado, pues cada país sigue una ruta y acumula una experiencia diferente y con ritmos desiguales. Mírense no más las diferencias entre el caso inglés, el francés y el norteamericano. Si dejamos de pensar en la dinámica de que las cosas debieron haber sido de tal forma u otra, nos liberaremos de prejuicios reaccionarios que impiden la incorporación de datos elementales y sencillos en el estudio del problema.

                                                                                                                                Read more!
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                                                                                                                                Reconocer elementos de juicio, materiales y virtuales, simbólicos e imaginarios daría para ser menos lacerantes con nuestra identidad, por ejemplo, que nos enoja ser vistos como narcotraficantes en los aeropuertos del mundo y que sentir la ofensa es parte de la existencia de un fuerte sentimiento de pertenencia. Que nos alegremos cuando nuestros deportistas triunfan en el exterior o nuestros artistas ganan fama y reconocimiento. O que nos ufanemos de tener un premio nobel de literatura. O que nos regodeamos con los festejos del bicentenario o que se nos considere como uno de los pueblos más felices de la tierra a pesar de todos nuestros sufrimientos.

                                                                                                                                Al fin de cuentas ser o pertenecer a un país o a una nación no es necesariamente algo que tenga que ver con elevados despliegues filosóficos o enredadas teorías sociológicas, sino con experiencias que no por elementales guardan un alto nivel de sublimidad y regocijo. No bastan los folios de un libro para dar cuenta de todo lo que nos puede hacer sentir colombianos, desde Bolívar a Sucre pasando por Santander, hasta los conflictos nuestros y únicamente nuestros, desde el himno hasta las canciones de Shakira, Juanes y las de tantos otros juglares.

                                                                                                                                Desde la bandera hasta el uniforme de la selección de fútbol, desde unas fechas sólo válidas para nosotros hasta el orgullo que sentimos por producir el mejor café del mundo. Desde los equívocos en la búsqueda de nuestro nombre y los vacíos y contingencias en la construcción de las instituciones hasta la satisfacción de sabernos uno de los países más ricos del mundo en biodiversidad. Así de sencillo y así de complejo…

                                                                                                                                No ad for you

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