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Aquellos de nosotros que entramos en la categoría de “perpetuamente en línea” habremos visto hace unas pocas semanas el debate o tormenta argumentativa que se desató en X entre Vicky Dávila y el embajador de China en Colombia, Zhu Jingyang.
En la discusión, ningún tema se quedó sin ser mencionado. Desde filosofía china hasta la producción de chips y el significado de la libertad, los dos potentes comunicadores no se quedaron con nada guardado.
Pero crucialmente, en el corazón de la discusión, yacía una pregunta que se quedó sin responder: al contemplar a la China contemporánea, a aquella segunda economía del mundo que se hace sentir cada vez más en el mundo entero, ¿de quién hablamos? ¿De un país comunista o de algo distinto? ¿Y qué significa eso para nosotros en Colombia?
La respuesta es menos complicada de lo que parece. Pero para hacerle justicia hay que dividirla en tres.
Primero, en palabras del propio liderazgo chino, “el marxismo es el pensamiento guía fundamental en el que se sustentan nuestro Partido y nuestro país, y que los vigoriza”. En ese sentido, sí, en efecto China es un país guiado política e ideológicamente por convicciones que caracterizaríamos como “comunistas”, por ejemplo, sobre la inevitabilidad de una transición del capitalismo a otro modo de ser y estar en el mundo.
A pesar de estas aspiraciones, el liderazgo chino admite que el país no ha llegado a esa etapa. En cambio, China aún se encuentra en la “etapa primaria del socialismo”, una en la que persisten fuertes contradicciones que se manifiestan en condiciones como la inequidad y la polución.
De lo anterior sale la segunda respuesta crucial: que China reconoce que se encuentra inmerso en un proceso de transformación de largo plazo, y que falta trecho por recorrer para llegar a ese futuro ideal “comunista”. Ese camino es uno de experimentación, de prueba y error, o, para usar un dicho chino, de “cruzar el río tanteando las piedras”, es decir, de ver qué funciona y qué no a partir de la práctica misma.
Esta es la razón por la que, en esta etapa de socialismo, China muchas veces parece ser tantas cosas al mismo tiempo. Grandes empresas estatales, la propiedad colectiva de la tierra y la determinación de precios a partir de las dinámicas de mercado —elementos que podrían pensarse como contradictorios— conviven armoniosamente en una sociedad que sabe a dónde quiere llegar (al 2049, en el centenario de la fundación de la China moderna, se tiene previsto que este sea un “gran país moderno y socialista de manera integral”) pero que está abierta a probar diferentes caminos.
¿Será el camino de China el mismo de otras sociedades? No, en lo absoluto. Y esta es la tercera respuesta, y quizás la más importante: que si bien el marxismo es el pensamiento guía, la senda por la que se mueve China hoy es una que se ajusta a sus condiciones únicas (históricas, geográficas, demográficas, culturales, etc.), precisamente una interpretación del marxismo con características chinas. Ni el comunismo chino ni sus instituciones políticas ni su experiencia de desarrollo serán como la de otras sociedades. De ahí la insistencia del gobierno en Beijing de que no tiene interés alguno en difundir su sistema, a diferencia de otras potencias que sí lo hacen.
Para nosotros, quienes nos especializamos en China (los llamados sinólogos), esta es la gran lección del país, una que tiene todo que ver con el debate entre Vicky Dávila y el embajador Zhu. China y su “comunismo” nos recuerdan que las fórmulas mágicas no existen. Y que, si bien nos beneficiamos de aprender de otros, no podemos pretender ser ni estadounidenses ni suizos ni japoneses ni chinos. ¡Y eso está bien!
En Colombia, tenemos un Estado social de derecho, una democracia y una economía de mercado. Será en la medida en que continuamos desarrollando estas instituciones a partir de nuestras condiciones únicas —apreciando, por ejemplo, las particularidades de la democracia con características colombianas, etc.— que podremos llevar a Colombia a cumplir plenamente su potencial.
Ojalá sean más frecuentes los debates como estos que no solo nos llevan a aprender más de otros, sino también a reflexionar sobre quiénes somos y quiénes queremos ser.
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