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Te amenazo por existir

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Diego Aristizábal
26 de enero de 2014 - 11:00 p. m.
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Por lo visto a muchos colombianos les resulta fácil la amenaza.

No es sino que pase algo que no les gusta y de inmediato una sarta de improperios, de “hijueputeces” y “malparideces” de muerte salen a flote para jurar con sangre que el desgraciado que los ofendió será vengado siete veces, o más, como se diría en tiempos bíblicos donde pululó la amenaza.

Se amenaza por ideales o por colores, por una rabia pasajera, por ser negro o judío, porque se miró mal o más de la cuenta, por una opinión, porque no o porque sí. El novio amenaza a la novia, el traqueto al novio de la novia, el energúmeno a quien se le atravesó por su camino, y así hasta que nos damos cuenta de que en verdad esta vida no le pertenece a Dios, como muchos creen (mucho menos a un ciclo biológico), sino a la buena suerte de no toparnos en cualquier momento con un iracundo que considera que nuestra vida sobra por el simple hecho de existir.

La semana pasada los medios informaron superficialmente sobre las amenazas que recibió el futbolista Soner Ertek después de que en un partido lesionó a Radamel Falcao, por lo visto, el ángel de la guarda de la Selección Colombia. El pobre recibió un correo electrónico desde Colombia con una infinidad de insultos que fácilmente puedo suponer porque sé muy bien cómo se comporta esta sociedad desfogada, tan propensa a reaccionar sin la iluminación de las neuronas.

Este tipo de reacciones son inconcebibles, no pueden justificarse ni siquiera como chistes de mal gusto, como momentos de ira. Recordemos nada más lo caro que le salió al joven Nicolás Castro cuando se le ocurrió crear en Facebook el grupo “Me comprometo a matar a Jerónimo Alberto Uribe”, hijo del expresidente Álvaro Uribe Vélez. Según él fue una broma, una broma que las autoridades tomaron muy en serio y le amargó la vida un buen tiempo.

Pablo Escobar nos tuvo amenazados muchos años, lo mismo pasa hoy con la guerrilla y con los paramilitares, con las bandas y con los individuos que siempre han creído que un fierro vale más que mil palabras así, fácticamente, ese accionar lo único que demuestre es que los supuestos ideales carecen de argumentos, de inteligencia y convencimiento.

Yo no puedo discutir con un muerto, yo no puedo expresarle mi rabia o mi inconformidad a alguien que se esconde de mí porque me teme. Como seres humanos todos los días salimos y nos encontramos cosas que no compartimos, que no nos gustan o que nos decepcionan; no por eso cada que me cambie el panorama o sienta indignación o enojo, debo pensar que la mejor forma de resolver las cosas es profanando la vida del otro. Que no se nos olvidé nunca lo que pasó con Andrés Escobar y con tantos otros que tuvieron la desgracia de llamar la atención de la brutalidad humana.

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