Con profunda tristeza registramos esta semana la noticia de la partida del profesor Alejandro Chaparro de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia. El profesor Chaparro nos deja un enorme legado como científico y educador. Además de un magnifico ser humano fue un convencido del poder del conocimiento en el desarrollo de nuestro país, el bienestar de sus comunidades y la preservación de nuestra riqueza natural. Quiero expresar mis condolencias y solidaridad a su familia, amigos y estudiantes.
Esta triste noticia nos recuerda que, aún en medio del ambiente navideño y las festividades del fin de año, la pandemia que afrontamos desde el marzo pasado no se ha acabado, es una amenaza latente y, aun cuando recibimos esperanzados los anuncios del desarrollo de las diferentes vacunas, no podemos bajar la guardia, pues su aplicación masiva en nuestro país tomará tiempo. Tiempo en el cual deseamos no tener que registrar más noticias dolorosas como esta.
Sin siquiera advertirlo la pandemia generada por el COVID-19 ha profundizado las inequidades y ha hecho visible el impacto de nuestras acciones y nuestro modelo vida sobre el medio ambiente. Ahora es más evidente la necesidad de encaminar nuestros esfuerzos para hacer de ésta una década de transformaciones que nos permita vivir en armonía como especie en la naturaleza y como sociedad.
Aún considerando las cifras de crecimiento de la pobreza, el debilitamiento de las economías y el afán de reactivarlas que puede llevar incluso a una mayor depredación, este año también ha dejado en evidencia que sí podemos trabajar juntos. Comunidades académicas y científicas, junto a empresas, Estado y sociedad en general, podemos cooperar para alcanzar objetivos compartidos, sumando esfuerzos y movilizando recursos para superar enormes retos.
Este año, que nos ha obligado a salir de las zonas de confort, también nos ha enseñado que existen otras formas de hacer las cosas y que con esfuerzo y liderazgo colectivo todo lo que conocemos puede ser distinto, puede ser mejor.
Para las comunidades universitarias, por ejemplo, el 2020 ha sido un año de aprender a involucrarnos mucho más con las necesidades de nuestro país y con sus comunidades. Hemos estado presentes en los modelos epidemiológicos que han servido a los mandatarios locales y nacionales para tomar las decisiones adecuadas, hemos servido de soporte al Instituto Nacional de Salud para hacer la detección del virus, hemos desarrollado insumos médicos y hospitalarios, hemos prestado atención a pacientes desde los hospitales universitarios y hemos acompañado a profesionales de la salud en regiones apartadas con soporte de telemedicina y tele-UCI; también hemos estado desarrollando los insumos de política pública necesarios para la superación de la crisis pospandemia.
A la par de todos estos esfuerzos, hemos mantenido las universidades vivas y activas, conjuramos la amenaza de una deserción masiva que hiciera perder los avances en acceso y cobertura de los últimos años y hemos ratificado nuestra misión fundamental de formar ciudadanos integrales. Hemos aprendido a usar las herramientas de la educación remota que enriquecerán la educación presencial después de la pandemia.
Gracias al trabajo y el liderazgo colectivo de estudiantes, profesores, administrativos y egresados, en las comunidades universitarias, y al de cada uno de los actores y los ciudadanos en la sociedad en su conjunto, podemos llegar al fin de este 2020 con múltiples experiencias y aprendizajes que aportan al desarrollo de nuestra autonomía, de nuestros proyectos de vida particulares y de nuestra vida en comunidad.
Las universidades, las escuelas, las empresas y toda la sociedad no serán las mismas cuando nos volvamos a encontrar, deberán ser diferentes, deberán ser instituciones y comunidades marcadas por los valores de la solidaridad, la flexibilidad y el liderazgo colectivo aprendidos durante este año. El 2021 será el año en donde empecemos a transformar el mundo mediante las propuestas que desarrollaremos a partir de estos aprendizajes para construir el futuro próspero, equitativo y sostenible que todos queremos.
* Rectora, Universidad Nacional de Colombia.
Con profunda tristeza registramos esta semana la noticia de la partida del profesor Alejandro Chaparro de la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional de Colombia. El profesor Chaparro nos deja un enorme legado como científico y educador. Además de un magnifico ser humano fue un convencido del poder del conocimiento en el desarrollo de nuestro país, el bienestar de sus comunidades y la preservación de nuestra riqueza natural. Quiero expresar mis condolencias y solidaridad a su familia, amigos y estudiantes.
Esta triste noticia nos recuerda que, aún en medio del ambiente navideño y las festividades del fin de año, la pandemia que afrontamos desde el marzo pasado no se ha acabado, es una amenaza latente y, aun cuando recibimos esperanzados los anuncios del desarrollo de las diferentes vacunas, no podemos bajar la guardia, pues su aplicación masiva en nuestro país tomará tiempo. Tiempo en el cual deseamos no tener que registrar más noticias dolorosas como esta.
Sin siquiera advertirlo la pandemia generada por el COVID-19 ha profundizado las inequidades y ha hecho visible el impacto de nuestras acciones y nuestro modelo vida sobre el medio ambiente. Ahora es más evidente la necesidad de encaminar nuestros esfuerzos para hacer de ésta una década de transformaciones que nos permita vivir en armonía como especie en la naturaleza y como sociedad.
Aún considerando las cifras de crecimiento de la pobreza, el debilitamiento de las economías y el afán de reactivarlas que puede llevar incluso a una mayor depredación, este año también ha dejado en evidencia que sí podemos trabajar juntos. Comunidades académicas y científicas, junto a empresas, Estado y sociedad en general, podemos cooperar para alcanzar objetivos compartidos, sumando esfuerzos y movilizando recursos para superar enormes retos.
Este año, que nos ha obligado a salir de las zonas de confort, también nos ha enseñado que existen otras formas de hacer las cosas y que con esfuerzo y liderazgo colectivo todo lo que conocemos puede ser distinto, puede ser mejor.
Para las comunidades universitarias, por ejemplo, el 2020 ha sido un año de aprender a involucrarnos mucho más con las necesidades de nuestro país y con sus comunidades. Hemos estado presentes en los modelos epidemiológicos que han servido a los mandatarios locales y nacionales para tomar las decisiones adecuadas, hemos servido de soporte al Instituto Nacional de Salud para hacer la detección del virus, hemos desarrollado insumos médicos y hospitalarios, hemos prestado atención a pacientes desde los hospitales universitarios y hemos acompañado a profesionales de la salud en regiones apartadas con soporte de telemedicina y tele-UCI; también hemos estado desarrollando los insumos de política pública necesarios para la superación de la crisis pospandemia.
A la par de todos estos esfuerzos, hemos mantenido las universidades vivas y activas, conjuramos la amenaza de una deserción masiva que hiciera perder los avances en acceso y cobertura de los últimos años y hemos ratificado nuestra misión fundamental de formar ciudadanos integrales. Hemos aprendido a usar las herramientas de la educación remota que enriquecerán la educación presencial después de la pandemia.
Gracias al trabajo y el liderazgo colectivo de estudiantes, profesores, administrativos y egresados, en las comunidades universitarias, y al de cada uno de los actores y los ciudadanos en la sociedad en su conjunto, podemos llegar al fin de este 2020 con múltiples experiencias y aprendizajes que aportan al desarrollo de nuestra autonomía, de nuestros proyectos de vida particulares y de nuestra vida en comunidad.
Las universidades, las escuelas, las empresas y toda la sociedad no serán las mismas cuando nos volvamos a encontrar, deberán ser diferentes, deberán ser instituciones y comunidades marcadas por los valores de la solidaridad, la flexibilidad y el liderazgo colectivo aprendidos durante este año. El 2021 será el año en donde empecemos a transformar el mundo mediante las propuestas que desarrollaremos a partir de estos aprendizajes para construir el futuro próspero, equitativo y sostenible que todos queremos.
* Rectora, Universidad Nacional de Colombia.